La nueva normalidad se aleja de Leicester. Mientras el resto del Reino Unido se prepara para relajar las restricciones a partir del cuatro de julio, el gobierno británico las ha endurecido en esta ciudad del centro de Inglaterra que la semana pasada registró el 10% del total de nuevos contagios por COVID-19 en todo el país. Tiendas no esenciales y escuelas han echado el candado:
“Recomendamos a la gente de Leicester, que se queden en casa tanto como puedan. Y recomendamos no viajar a, desde y dentro de Leicester”, explicaba el ministro de Sanidad, Matt Hancock.
No están claras las causas de este pico de contagios, pero los vecinos de la ciudad no parecen sorprendidos:
“Obviamente nadie guarda la distancia social, la mitad de la gente no usa mascarilla. O las usamos de forma intermitente, no todo el tiempo. Las grandes multitudes son las que más nos decepcionan”, lamentaba una mujer.
Las mascarillas aparecen como un factor clave para frenar la propagación de la segunda ola de la pandemia en Serbia, que ha decretado su uso obligatorio en los espacios públicos.
“Bueno, no respetamos las medidas y estas son las consecuencias”, reconocía una ciudadana.
Tras seis meses de pandemia, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha emitido una dura advertencia:
“Todos queremos seguir con nuestras vidas, pero la dura realidad es que esto no está ni siquiera cerca de terminar. Aunque muchos países han hecho algunos progresos, a nivel mundial la pandemia se está acelerando”, decía el director general de la organización, Tedros Adhanom.
Una aceleración evidente en países como Brasil o Estados Unidos, que ya ha superado los 2,5 millones de infecciones. Los nuevos picos se explican en buena parte, según los expertos, por la precipitación en el levantamiento de las restricciones. Ante la inminencia de la festividad del 4 de julio, algunas ciudades, como Los Ángeles, han decidido cerrar sus playas para evitar la propagación de la pandemia.