No es ningún secreto. Esta Nochevieja, 2020 se ha ido sin dar ninguna pena, mientras 2021 ha entrado en nuestra realidad de puntillas, sin nadie en las calles y plazas de las grandes ciudades para darle la bienvenida. El momento pasará a la historia y no por buenas razones.
En Europa, salvo por los fuegos artificiales, las celebraciones han brillado por su ausencia, marcadas por los toques de queda y la prohibición estricta de reuniones públicas. La gente celebró de forma más o menos festiva la entrada del año en sus casas, con unos pocos familiares y allegados.
La Dama de Hierro baila sola en París
En París, la Dama de Hierro tuvo que bailar sola la pasada noche. Los alrededores de la Torre Eiffel estaban totalmente desiertos y, en los Campos Elíseos, la única concentración era la de los furgones policiales para controlar que nadie violara el toque de queda, impuesto entre las 20:00 y las 6:00 de la mañana.
La Puerta del Sol como nunca antes se había visto
Los españoles volvieron a comer las uvas al ritmo de las campanadas del reloj de la Puerta del Sol de Madrid, solo visibles por televisión. La vibrante y festiva multitud que cada año llena a reventar la plaza se resumió este año a un puñado de curiosos.
También se celebró un concierto -sin público- en memoria de las víctimas de la COVID-19 del artista Nacho Cano, fundador del grupo Mecano.SPONSORED CONTENTSCIENCE HAS SOLVED THE WORLD’S MOST SIGNIFICANT CHALLENGES.FIND OUT HOW IT’S HELPING DELIVER A SMOKE-FREE FUTURE.Ad By Philip Morris International
La gran bola desciende en un Times Square casi desierto
Y qué decir de Times Square, en Nueva York, donde solo los policías desplegados y unos pocos trabajadores esenciales asistieron al descenso icónico de la enorme bola.
Wuhan, la otra realidad
Esta soledad contrastaba con el gentío en Wuhan. Un año después de ser cuna y epicentro de la pandemia que sigue asolando el mundo, la ciudad china revive. La multitud celebró la llegada del nuevo año sin acordarse demasiado de la distancia social.
Si esta imagen sirve para algo es para algo es para darnos esperanza y para pesar que, si todo sale bien, cuando llegue 2022 habrá pasado la pesadilla del coronavirus y podremos a volver a mezclarnos de forma festiva sin temer las consecuencias.
Se mantienen eso sí tradiciones imperturbables como el Concierto de Año nuevo de la Orquesta Filarmónica de Viena, los saltos de esquí desde Garmisch Partenkirchen o el tradicional baño en el Tíber en Roma, o en el lago Baikal de Siberia -a 35º C bajo cero- para los más valientes. Todas ellas por supuesto con limitaciones de público.