Tahira se cubre los ojos llorosos con la bandera de Irak que cuelga de sus hombros, mientras unos chavales le ofrecen botellines de agua con los que aclararse la cara. Acaba de ser alcanzada por los gases lacrimógenos que la policía ha lanzado contra los manifestantes en la plaza de Tahrir (Liberación) de Bagdad este viernes. Al menos dos de ellos han muerto por el impacto de los proyectiles de gas, pero ella se niega a retroceder. “No tengo miedo”, asegura esta profesora universitaria de 55 años y madre de dos hijos, que ha venido a la protesta “para apoyar a los jóvenes iraquíes”.
Jóvenes son la mayoría de quienes forman la vanguardia de esta nueva manifestación de repulsa a un Gobierno al que acusan de ineficaz y corrupto. Jóvenes desilusionados con las promesas de un país mejor. Jóvenes cansados de esperar un trabajo que no llega para poder casarse y formar una familia. Jóvenes hartos de ver el mundo a través de las redes sociales y sentir que se están quedando atrás.
“Acabé Derecho el año pasado y desde entonces he presentado mi currículo en todos los ministerios, pero como no tengo enchufes, me piden dinero para darme trabajo”, cuenta Hayder Ali, de 23 años. ¿Quién le pide dinero? “Los partidos [políticos] que controlan este país y que están vendidos a Irán”, responde entre la aprobación general. “Iran barra, barra” (Fuera, fuera, Irán), gritan quienes le rodean, una muestra de malestar con el país vecino que se repite en casi todas las conversaciones.