Cuando no está en la universidad, Mohammad está frente a una mesa de madera en la que apoya su móvil y una vieja calculadora con la que hace la conversión entre el dólar y el afgani, la moneda local, que se ha derrumbado en los últimos años. “Gracias a Alá, ya está más estabilizado, pero todos quedamos afectados”, cuenta este pastún de 25 años.
El deterioro de la economía y el aumento del desempleo entre los afganos más jóvenes son algunos de los argumentos de los críticos con el presidente Ashar Ghani, un hombre 70 años que centra todas las miradas en las elecciones presidenciales de hoy en Afganistán.
Casi diez millones de afganos están registrados para votar
Mientras muchos de sus simpatizantes, incluido Mohammad, esperan que salga victorioso, otros están a la expectativa ante el resultado de unas elecciones envueltas por el fantasma del fraude ya antes de que se abran los colegios electorales.
En el 2014, Ghani se enfrentó a quien hoy también es su principal rival, Abdullah Abdullah, un político de 59 años del que los analistas destacan su capacidad para moverse entre líderes de las etnias del país. Ambos candidatos se acusaron entonces de fraude y sólo pudieron desenredar la madeja gracias a la intervención estadounidense, que creó un cargo en el que Abdullah ha actuado como una especie de primer ministro. Hoy Ghani y Abdullah son los favoritos entre una lista de 15 que incluye al polémico señor de la guerra Gulbuddin Hekmatyar.
Casi diez millones de afganos están registrados para votar, y uno de los grandes interrogantes será la participación que con el tiempo se ha ido reduciendo. Las elecciones parlamentarias del 2018 tuvieron una participación del 35%.
En muchas regiones de Afganistán la gente no podrá votar o tendrá miedo de hacerlo por la amenaza de los talibanes, que han calificado estos comicios de “falso proceso llevado a cabo por los invasores y sus esclavos”.