Nuestros mares, océanos, zonas costeras, glaciares y aguas dulces interiores producen casi la mitad del oxígeno que respiramos y aportan el dieciséis por ciento de las proteínas que consumimos.

Pero estos ecosistemas únicos, de una biodiversidad tan rica como frágil, están amenazadas por una multitud de factores: cambio climático, contaminación, sobrepesca o presión turística, entre otros.

¿Cómo proteger estos espacios y preservar al mismo tiempo su relevancia socioeconómica?

En conexión desde Bruselas, el responsable de la misión, Pascal Lamy, ex director general de la Organización Mundial de Comercio, nos explica algunas de las ambiciones concretas de esta iniciativa:

“Si se tira una botella de plástico en la cima del Mont Blanc, hay un 60 por ciento de posibilidades de que años después acabe en el Mediterráneo. Estos hablando de un sistema medioambiental muy complejo; hay que hacer muchas cosas. Por ejemplo, tenemos que aumentar seriamente el volumen de espacios marinos protegidos.

Tenemos algunos en la Unión Europea, pero debemos ir más allá. Nuestro objetivo es que hacia 2030 el 30 por ciento de toda la superficie acuática sea zona protegida. Esto requerirá de un esfuerzo considerable.Tambien debemos equipar nuestros barcos de pesca con sistemas de geolocalización para controlarlos y prevenir la sobrepesca. Sabemos que hay mucha sobrepesca en Europa.

Y tenemos que desarrollar motores limpios para todo tipo de embarcaciones que flotan por nuestros mares y océanos. Especialmente en zonas costeras; ferries, barcos costeros; adaptar sus fuentes de energía es menos complicado que hacerlo en grandes embarcaciones marítimas intercontinentales”.

Sin embargo son varios los científicos europeos que trabajan para recuperar el rico ecosistema marino de una zona costera devastada tras décadas de vertidos industriales.

En su cénit, en el siglo XX, el complejo siderúrgico de la barriada napolitana de Bagnoli cubría dos millones de metros cuadrados. Fue cerrado en 1992. Pero era ya demasiado tarde para el medioambiente marino circundante.

Vertidos de arsénico, mercurio, cromo, plomo y otros metales pesados convirtieron este rico ecosistema Mediterráneo en un desierto. Un grupo de científicos quieren recuperar ahora el tiempo perdido.

Están creando jardines subacuáticos de algunas de las especies que un día prosperaron aquí y que fueron devastadas.

Estas actividades de repoblación marina incluyen ciertos tipos de alga y corales, y también Posidonia Oceanica, una planta subacuática amenazada endémica del Mediterráneo.