Se sentirá un poco mareado. Contemplará un perro de cuatro cabezas. Se pondrá un casco de flores para viajar por sus recuerdos. Descubrirá el aroma del dolor, el placer y el amor. El Museo del Perfume ha abierto sus puertas este año en Ciudad de México y se presenta como un espacio único en su tipo en América Latina. Sinestesia olfativa, su primera exposición, traduce el arte contemporáneo a una experiencia sensorial en la que los olores se ven, se saborean y juguetean con las percepciones de los visitantes.
“Mamá, mamá, esta flor me huele a morado”, dice una niña apenas empieza el recorrido. Su madre esboza una pequeña sonrisa, no sabe qué contestarle. La planta sí huele “a morado”, aunque en realidad ese color no huele a nada. Eso es, a grandes rasgos, la sinestesia: experimentar un estímulo propio de un sentido con otro, como escuchar los colores o identificar un sabor al tocar algo. Experimentar y crear con la sinestesia es también un desafío a la forma de entender los sentidos: ver más allá de las imágenes, sentir más allá de lo que condiciona al tacto, oler lo que podemos oír, observar, tocar y degustar.