Ha sido una de las preguntas más frustrantes en la medicina: ¿por qué la mayoría de las personas que sufren infartos o accidentes cerebrovasculares presentan pocos o nulos factores convencionales de riesgo?
Son pacientes con niveles normales de colesterol y presión sanguínea, en su historia médica no hay tabaquismo ni diabetes y carecen de antecedentes familiares de enfermedades cardiovasculares. ¿Entonces por qué no se salvan de esas afecciones?
Para algunos investigadores, este riesgo es la materia oscura de la cardiología: una fuerza invisible pero omnipresente que anualmente lleva a decenas de miles de pacientes al hospital. Sin embargo, recientemente los científicos han logrado explorar ese misterio.
Han aprendido que una acumulación inusual de células madre mutadas en la médula ósea aumenta en un 40 o 50 por ciento el riesgo de fallecimiento de una persona en la década siguiente, por lo general de un infarto o un accidente cerebrovascular. El nombre médico de esta afección es la hematopoyesis clonal de potencial indeterminado (CHIP, por su sigla en inglés).
La CHIP ha surgido como un riesgo de infarto o accidente cerebrovascular tan potente como las lipoproteínas de baja densidad (LDL, por su sigla en inglés) —el colesterol malo— o la hipertensión, pero actúa independientemente de estos. Además, la CHIP es bastante común.
Es más posible que se presente a mayor edad. Hasta el 20 por ciento de las personas de más de 60 años la tienen y quizá el 50 por ciento de quienes son mayores de 80.
“Comienza a parecer que existen dos tipos de personas en el mundo: quienes padecen la hematopoyesis clonal y quienes la desarrollarán”, dijo Kenneth Walsh, quien dirige el Centro de Biología Hematovascular en la Escuela de Medicina de la Universidad de Virginia.Foto
CreditKayana Szymczak para The New York Times
La creciente evidencia ha tomado por sorpresa a los investigadores especializados en el corazón. Peter Libby, un cardiólogo del Brigham and Women’s Hospital y profesor de Medicina de la Escuela de Medicina de Harvard, ha dicho que la CHIP es el descubrimiento más importante en la cardiología desde las estatinas.
“Dedicaré parte de mi laboratorio a trabajar en esto a tiempo completo”, dijo Libby. “Es muy emocionante”.
Las mutaciones se adquieren, no se heredan —muy probablemente por mala suerte o exposición a toxinas como el humo del cigarro— y hay poco que los pacientes puedan hacer.
Brian Gear, gerente de proyectos en una empresa de Boston que analiza datos de atención médica, fue sometido a pruebas genéticas por los médicos del Instituto de Cáncer Dana-Farber porque su madre padecía un cáncer sanguíneo que podía heredarse.
El diagnóstico fue que padecía CHIP, algo que él nunca había escuchado, y como eso aumentaba drásticamente su riesgo de desarrollar una cardiopatía, le cambió la vida.
“Es como un doctorado en soltar el control”, dijo Gear, quien contó que entonces estaba cerca de los 35 años. “Por más que quieras tener un plan y un destino, también tienes esto. Da miedo y terror”.
“No quiero usar la expresión bomba de tiempo… pero así se siente”, añadió.
La CHIP fue descubierta por separado por varios grupos de investigadores que ni siquiera estaban estudiando cardiopatías. En su mayoría, analizaban los genes de pacientes que podrían desarrollar leucemia o, en un proyecto de investigación, esquizofrenia.
Los científicos buscaron en bases de datos de estudios genéticos que incluían a decenas de miles de personas cuyo ADN se había obtenido a partir de sus leucocitos.
Para su sorpresa, los equipos convergieron en el mismo fenómeno. De manera inesperada, una gran cantidad de participantes en los estudios tenían leucocitos con mutaciones asociadas con la leucemia, pero no padecían cáncer. En cambio, tenían solo uno o dos de los grupos de mutaciones.
“Claramente esto no estaba sucediendo por casualidad”, dijo Steven McCarroll, un experto en genética del Instituto Broad y la Escuela de Medicina de Harvard. “Sabíamos que habíamos descubierto algo, ¿pero qué?”.
Los investigadores pronto determinaron el perfil general. Los leucocitos —los perros de ataque del sistema inmunitario— surgen de las células madre en la médula ósea. Todos los días, unos cientos de esas células madre expulsan eritrocitos que comienzan a dividirse rápidamente en los 10.000 millones necesarios para remplazar a los que han muerto.
A veces, por casualidad, una de esas células madre de la médula muta y los leucocitos que produce portan la misma mutación.
“Algunas mutaciones solo marcan eventos pasados sin ninguna consecuencia a largo plazo”, dijo David Steensma, un especialista en cáncer hematológico de la Escuela de Medicina de Harvard y el Instituto de Cáncer Dana-Farber.
Sin embargo, otras, en especial las asociadas con la leucemia, parecen darles a las células madre una nueva capacidad de acumularse en la médula. El resultado es una especie de supervivencia de las células madre más adecuadas, o con un crecimiento más rápido, en la médula.
“Algunas mutaciones pueden alterar las propiedades de crecimiento de la célula madre”, dijo Steensma. “Otras simplemente hacen que la célula madre sea más apta para la supervivencia en ciertas partes de la médula donde otras células madre no pueden progresar”.Foto
CreditKayana Szymczak para The New York Times
Las células mutadas viven más que las normales en la médula, y su progenie —un porcentaje en aumento de leucocitos— aparece en la sangre con las mutaciones.
La gran sorpresa vino cuando los investigadores analizaron la historia médica de personas con estas mutaciones en los leucocitos. Tenían un aumento del 54 por ciento en las probabilidades de morir en el transcurso de la siguiente década en comparación con las personas sin CHIP. La causa eran los infartos y accidentes cerebrovasculares.
Benjamin Ebert, jefe de Oncología Médica en el Instituto de Cáncer Dana-Farber, fue el primero en notar la asociación. Pidió ayuda a Sekar Kathiresan, un cardiólogo e investigador de genética del Hospital General de Massachusetts y del Instituto Broad, quien contaba con datos genéticos de otros cuatro estudios más grandes.
Confirmaron que la CHIP duplicaba el riesgo de infarto en los pacientes típicos y que aumentaba cuatro veces el riesgo en quienes ya habían sufrido infartos. ¿Cómo podrían los leucocitos mutados provocar cardiopatías? Una pista intrigaba a los científicos.
Las placas que obstruyen a las arterias están llenas de leucocitos, ardientes por la inflamación y sujetas a rupturas. Quizá los mutados estaban causando la arterioesclerosis o acelerando su desarrollo.
En estudios diferentes, Ebert y Walsh trasplantaron a ratones algunas porciones de médula ósea que contenía células madre con una mutación CHIP, junto con células madre no mutadas. Los eritrocitos mutados comenzaron a proliferar en los ratones y desarrollaron placas de rápido crecimiento que ardían por la inflamación.
“Durante décadas la gente había trabajado pensando en la inflamación como una causa de la arterioesclerosis”, dijo Ebert. “Pero no estaba claro qué era lo que iniciaba la inflamación”.
Ahora hay una explicación posible y, según Ebert, eso plantea la posibilidad de que la CHIP esté implicada en otras enfermedades inflamatorias como la artritis.
Por lo pronto, los médicos no aconsejan hacerse estudios para detectar la CHIP, puesto que no hay nada específico que pueda hacerse para reducir los riesgos aumentados de cáncer o cardiopatía que confiere.
Sin embargo, el especialista sostiene que si la gente quiere saber si tiene CHIP puede hacerse una prueba de sangre que cuesta unos cuantos miles de dólares (si no hay una razón particular para hacerse los exámenes, el seguro quizá no los pague).
Steensma dijo que si él tuviera CHIP, se aseguraría de hacer todo lo posible para controlar los riesgos de cardiopatía como los niveles altos de colesterol o presión sanguínea, y que llevaría una dieta saludable y haría ejercicio. Puede ser que se desarrollen medicamentos para ayudar a detener la inflamación de las arterias, añadió.