Un preso de Tennessee se vio forzado a tomar “una terrible decisión”, en palabras de sus abogados. La ejecución de Edmund Zagorski, 63 años, está prevista para esta tarde a las 7 (la una de la madrugada en la España peninsular) en la prisión de máxima seguridad de Riverbend, al oeste de Nashville, la capital de Tennessee. Condenado en 1984 por el asesinato de dos hombres, Zagorski ha solicitado ser electrocutado en lugar de morir por inyección letal, el método que se ha ido imponiendo como más compasivo en los Estados que mantienen la máxima pena.

El cálculo que han hecho los abogados del preso es que con la inyección letal puede vivir “los últimos 10-18” minutos de su vida “en una terrible agonía”, mientras que con la silla eléctrica solo sentiría “un dolor insoportable” durante unos 15 o 30 segundos. En estos momentos lo único que puede salvar al preso es que el Tribunal Supremo de Estados Unidos retrase la ejecución, según su abogado, Paul Bottei. Aunque esto último no parece muy probable, ya que la máxima autoridad judicial del país rechazó ver el caso de Zagorski a principios del pasado mes de octubre.

En la actualidad, 30 de los 50 Estados de la Uniónmantienen la pena de muerte (aunque en varios de ellos existe una moratoria) y 20 la han abolido. Nueve Estados tienen la silla eléctrica como alternativa a la inyección letal. Tennessee se convirtió en 2014 en el primer Estado que declaró obligatorio el uso de la silla eléctrica si no era posible obtener los compuestos necesarios para la inyección letal. Según la ley de este Estado, cualquier preso condenado a muerte antes del 1 de junio de 1999 puede elegir cómo morir: electrocutado o por una mezcla de sustancias que en estos momentos es de dudosa calidad y procedencia desde que las farmacéuticas dejaron de proveer a las prisiones con el anestésico que seda al preso antes de que se le apliquen las dosis que le provocan la parada cardiorrespiratoria.

De los 50 Estados de la Unión, 30 mantienen la pena de muerte

A partir del año 2012, la crisis de abastecimiento que causó esa decisión de las empresas farmacéuticas ha puesto en peligro esta horrenda seña de identidad estadounidense. Texas ha llegado a usar tan solo pentobarbital (un barbitúrico que se suele usar para sacrificar animales) para acabar con la vida de los residentes de su corredor de la muerte. En Arizona, la agonía de Joseph Wood duró casi dos horas, lo que llevó al Estado a dejar de usar midazolam, el fármaco que supuestamente deja inconsciente al reo en las ejecuciones y cuyo uso levantó tal polvareda legal que en 2015 el Tribunal Supremo tuvo que emitir un fallo sobre él. La máxima autoridad judicial estadounidense sentenció que el uso del midazolam no violaba la octava enmienda de la Constitución (la que prohíbe un trato cruel e inhumano) y podía seguir usándose en las ejecuciones. A principios de este año, a un condenado se le inyectó midazolam en Oklahoma pero en lugar de perder la consciencia tuvo convulsiones e incluso llegó a hablar durante su agonía de 43 minutos.

En la búsqueda desesperada, e imposible, de lograr un método de ejecución humanitario, el Estado de Utah incluyó como alternativa a la inyección letal en 2015 el fusilamiento. Tennessee solo ha usado una vez la silla eléctrica desde 1960. En 2007, Daryl Holton prefirió este método a la inyección. Si la ejecución se lleva a cabo, Zagorski se convertirá en la primera persona en Estados Unidos en morir electrocutado en cinco años. Virginia ejecutó con este método a un reo en 2013.

En el caso de Tennessee, Fred Leuchter, el hombre que construyó la silla eléctrica hace más de 30 años, tiene serias reservas sobre su funcionamiento: “Estoy preocupado porque la silla puede causar problemas. No creo que la ejecución vaya a tener nada de humanitaria”, explicó.

El hombre que diseñó la silla eléctrica de Tennessee tiene dudas de que vaya a funcionar correctamente

Leuchter fue entre 1979 y 1990 una figura muy reconocida dentro del sistema penitenciario por su trabajo en el diseño de cámaras de gas, sillas eléctricas, horcas o el protocolo de la inyección letal, pero cuando se sumó a los negacionistas del Holocausto y rechazó la existencia de las cámaras de gas en Auschwitz, un escrutinio más a fondo de su persona reveló que ni era ingeniero, como pretendía, ni estaba cualificado para el trabajo que había venido realizando.

A pesar de las dudas de Leuchter, el gobernador del Estado asegura tener total confianza en que el departamento de prisiones va a tener a punto el mortal instrumento.