PARÍS — Gabriel Matzneff, el escritor francés que está siendo investigado por promover la pederastia, estaba refugiado este mes dentro de una lujosa habitación de hotel en la Riviera italiana, incapaz de relajarse, dormir o escribir.
Se encontraba a solas y oculto, abandonado por las mismas personas poderosas de la industria editorial, el periodismo, la política y los negocios que lo habían protegido semanas antes. Únicamente salía para dar caminatas solitarias escondido detrás de unos lentes oscuros y se sorprendió cuando lo encontré en una cafetería que menciona en sus libros.
“Me siento como los muertos vivientes, como un muerto que anda, que camina por el lungomare”, dijo, refiriéndose en italiano al paseo marítimo, después de cierta labor de convencimiento.
Ocultarse es algo nuevo para Matzneff. Durante décadas, fue homenajeado por escribir y hablar abiertamente acerca de acosar adolescentes afuera de las escuelas en París y tener contacto sexual con chicos de 8 años en Filipinas
Matzneff fue invitado al Palacio del Elíseo por el expresidente François Mitterrand y convivió con el dirigente de la extrema derecha Jean-Marie Le Pen. Se benefició de la generosidad del diseñador de modas Yves Saint Laurent y su socio y pareja, el magnate empresarial Pierre Bergé.
No obstante, Matzneff ha sido citado a comparecer ante un tribunal de París el miércoles 12 de febrero, acusado de promover activamente la pederastia a través de sus libros. Matzneff podría enfrentar hasta cinco años de prisión; sin embargo, el caso también es una denuncia implícita de una élite que promovió su carrera y acalló las voces aisladas que pedían su arresto.
El ajuste de cuentas se presentó el mes pasado con la publicación de Le Consentement (El consentimiento), de Vanessa Springora, el primer testimonio de una de las víctimas menores de edad del escritor.
Aunque el libro no hacía ninguna nueva revelación sobre el pasado sexual de Matzneff, sí propició un abrupto cambio cultural en Francia.
“Este es el #MeToo de la industria editorial francesa”, afirmó François Busnel, presentador de La Grande Librairie, el programa televisivo literario más importante de Francia. “Se ha liberado una voz en un ámbito, el ámbito literario francés, que es machista, bastante misógino y que permanece callado: omertà, la ley del silencio”.
Aunque la caída de Matzneff llegó tarde, fue veloz. Sus tres editores lo abandonaron. La dirección del Centro Nacional del Libro afirmó que Matzneff perdería un estipendio vitalicio que se otorga en pocas ocasiones. Los fiscales iniciaron una investigación.
Se cree que en el caso de Springora ya han prescrito los delitos. Pero además de la acusación de promover la pedofilia, Matzneff podría enfrentar cargos penales por actos sexuales con menores de edad más recientes, ya sea en Francia o en otros países.
Desde su escondite en la Riviera italiana Matzneff descartó las acusaciones en su contra.
“¿Quiénes son ellos para juzgar?”, dijo. “Estas asociaciones de virtuosos, ¿cómo duermen? ¿Qué hacen en la cama y con quién se acuestan? ¿Y sus deseos secretos y reprimidos?”.
El escritor como ícono
Muchos han dicho que la historia de Matzneff es una que “solo en Francia” podría suceder.
De Voltaire a Victor Hugo a Zola a Sartre, el escritor ha sido una figura sagrada en Francia. En París, innumerables calles dedicadas a autores son recordatorios físicos de su descomunal influencia. Cada miércoles, una gran cadena dedica 90 minutos de tiempo estelar en vivo a discutir libros en el programa La Grande Librairie.
Aunque no es uno de los más grandes escritores franceses, Matzneff se benefició ampliamente de esta tradición. Escribió casi 50 novelas, colecciones de ensayos y diarios que jamás habrían llegado a las librerías si la industria hubiera estado más preocupada por hacer negocio.
Los editores franceses aceptaron diligentemente hasta diarios cuyo contenido a veces se empalmaban unos con otros y que eran poco más que registros cotidianos. Pero dichas obras también incluyen meticulosos detalles sobre los individuos que ayudaron a Matzneff y las adolescentes a las que sedujo, entre ellas Springora.
El mes pasado, repentinamente envalentonados, los fiscales allanaron la sede de Gallimard, una prestigiosa editorial, para confiscar copias de los libros. En el caso programado para comenzar el 12 de febrero, los editores y promotores del Matzneff también podrían rendir cuentas, con los libros como evidencia.
“Sabemos de hombres emocionalmente conflictuados que justificaban la pedofilia tras leer los libros de Matzneff”, dijo Méhana Mouhou, abogado de l’Ange Bleu, la organización antipedofilia que ha presentado el caso.
Matzneff desapareció a finales de diciembre, justo antes de la publicación del libro autobiográfico de Springora. Mientras el escándalo explotaba en París, yo leí con detenimiento sus libros y diarios. Cuando una breve entrevista que le concedió a una cadena televisiva francesa me dio una pista sobre su paradero, me dirigí a la Riviera italiana y encontré a Matzneff (un hombre de costumbres, como dejaba claro en sus diarios) en su cafetería favorita.
Sobresaltado al principio, a la defensiva y molesto, el escritor reconoció que estaba “sumamente solo” y comenzó a abrirse.