El “Tiger Team” (”equipo tigre”) de la Casa Blanca está preparado para contraatacar si a Vladimir Putin lanza una ofensiva nuclear o química en Ucrania. El grupo de asesores de seguridad nacional planifica diferentes escenarios y cómo deben responder Estados Unidos y sus aliados. Lo hacen en reuniones secretas que se celebran tres veces por semana desde que comenzó la invasión rusa el 24 de febrero. También están evaluando las posibles respuestas si las fuerzas del Kremlin se adentran en territorio de los países vecinos adheridos a la OTAN para atacar los convoyes que llevan armas y ayuda a Ucrania.
“Existe una amenaza real de que Rusia utilice armas químicas en Ucrania”, dijo el presidente Joe Biden antes de volar a Bruselas para reunirse con los líderes europeos con los que discutió la defensa en caso de que Rusia decida extender la guerra más allá de las fronteras ucranianas. Y en la conferencia de prensa posterior a la cumbre, agregó: “Eso desencadenaría una respuesta del mismo tipo”. La mayoría de los analistas militares creen que, si Vladimir Putin se encuentra acorralado con las tropas empantanadas sin avances significativos para terminar con el gobierno de Kiev, usaría todos los recursos que tiene en su arsenal nuclear y químico/biológico.
Rusia lleva semanas afirmando falsamente que Ucrania está trabajando en programas de armas químicas y biológicas financiados por Washington. Incluso, el embajador ruso lo expuso ante el Consejo de Seguridad de la ONU para intentar justificar la invasión de Ucrania como necesaria para detener esta supuesta fabricación de armas de destrucción masiva. Rusia utiliza habitualmente esta táctica del “espejo revertido” para culpar al enemigo de algo que están realizando sus propios agentes y soldados.
Misiles nucleares RS20 montados en un avión de combate ruso.
“Lo que estamos observando ahora es el bombardeo deliberado de desinformación, propaganda y mentiras sobre este tema, que tiene todos los indicios de ser un precursor del uso real de estas armas”, aseguró el asesor de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, en una conferencia de prensa. Se negó a comentar si los servicios de inteligencia mostraban que Rusia estaba moviendo armas químicas o biológicas para utilizarlas.
El “equipo tigre”, que se cree que está integrado por militares, analistas de las agencias de inteligencia y legisladores de los dos partidos, también está evaluando acciones de contingencia ante la posibilidad de que Rusia extienda la guerra a los países vecinos, entre ellos Moldavia y Georgia, así como la forma en que Europa debe responder a la mayor crisis de refugiados desde la II Guerra Mundial. Esos análisis son los que discutió Biden en la reunión cerrada –no se permitieron los teléfonos celulares ni asesores en la sala- con los otros 29 líderes de los países que integran la alianza militar occidental, la OTAN.
Una señal de que Estados Unidos toma muy seriamente la amenaza nuclear lanzada por Putin en la primera semana de guerra es que llevó a la gira presidencial un avión a prueba de radiación. El avión Boeing 747 E4-B está diseñado para sobrevivir al pulso electromagnético resultante de una explosión nuclear y puede permanecer en el aire durante días. Se le conoce como el “Pentágono volador” y funcionaría como base para el secretario de Defensa estadounidense y otros militares de alto rango en caso de una conflagración atómica. Esta nave se denomina oficialmente como Centro Nacional de Operaciones Aéreas, o NAOC, y tiene su base en el aeropuerto Tonopah Test Range (TTR), uno de los lugares de operaciones aéreas secretas más famosos de Estados Unidos, sólo superado por la cercana Área 51, en Nevada. La prensa lo bautizó como el “Doomsday Plane”, el avión del Juicio Final.
Ilyushin Il-80, un avión militar ruso modificado desde el que se controlan las operaciones militares y el uso de armas nucleares. REUTERS/Artyom Anikeev
Putin ya había agitado el espectro de una guerra nuclear tres días después de la invasión y recordó a Occidente el poder del arsenal ruso. “Quien intente obstaculizarnos debe saber que la respuesta de Rusia será inmediata”, dijo Putin en su discurso a la nación. “Y los llevará a unas consecuencias que nunca habéis encontrado en vuestra historia”, añadió en una amenaza velada.
En tiempos de paz, el mando y control de las fuerzas nucleares rusas no puede transmitir las órdenes de lanzamiento, como si sus circuitos estuvieran desconectados. Tienen que estar presentes, al menos, tres personas: Putin, el ministro de Defensa y el comandante de las Fuerzas Armadas. Pavel Podvig, experto en fuerzas nucleares rusas del Instituto de Investigación sobre el Desarme de las Naciones Unidas, explicó a The Economist que la orden de Putin puso “el sistema en condiciones de funcionar, conectando los cables”. Ahora el sistema puede, si hay una explosión nuclear en suelo ruso, lanzar armas incluso si Putin está incapacitado.
Rusia heredó unas 35.000 armas nucleares tras la caída de la URSS y ahora tiene el mayor arsenal de armas nucleares no estratégicas del mundo. Entre Estados Unidos y Rusia suman el 90% del arsenal nuclear global. De acuerdo a la Federación de Científicos Americanos, Rusia está a la cabeza con 6.200 armas nucleares, Estados Unidos tiene 5.600, Francia 290 y el Reino Unido 225.
Camiones militares cargados con ojivas capaces para llevar una carga nuclear durante un desfile en la Plaza Roja de Moscú. (Reuters)
Putin tiene a su disposición un despliegue de 1.456 ojivas estratégicas en 527 misiles balísticos intercontinentales, bombarderos y misiles balísticos lanzados desde submarinos. La Fundación Carnegie para la Paz Internacional informó que el ejército ruso construyó bases para el lanzamiento de misiles en Crimea, la península ucraniana que se anexionó en 2014. No se cree que allí se hayan desplegado ojivas nucleares, pero tienen plataformas para los misiles Iskander con capacidad para hacerlo. El Iskander, lanzado desde tierra, es un misil extremadamente preciso que puede transportar ojivas convencionales y nucleares. Se cree que fue utilizado en la primera oleada de ataques rusos contra Ucrania. Los Iskander también están desplegados en Kaliningrado, el enclave que forma parte de Rusia sobre el Mar Báltico, junto a Polonia y Lituania, dos países de la OTAN. Allí también conservan un arsenal de misiles Kinzhal, que se disparan desde aviones y de los SSC-8, un misil de alcance intermedio que se lanza desde tierra y que puede llevar tanto armas nucleares como convencionales.
Y el Equipo Tigre está trabajando sobre la hipótesis más realista de que Rusia podría lanzar una “pequeña” bomba atómica de 4 kilotones (la de Hiroshima era de 16 kilotones). La respuesta estadounidense a una acción como ésta sería devastadora para Rusia y el enfrentamiento afectaría al planeta en su conjunto.
El senador Jack Reed, demócrata de Rhode Island, que preside el comité de Servicios Armados, dijo ayer que si Putin utilizara un arma de destrucción masiva -química, biológica o nuclear- “habría consecuencias” incluso si el uso del arma se limitara a Ucrania. Agregó que la radiación de un arma nuclear, por ejemplo, podría llegar a un país vecino de la OTAN y considerarse un ataque a un miembro de la OTAN.
Sería el escenario tantas veces anunciado. Se desataría la Tercera Guerra Mundial. Todos dicen que lo quieren evitar a toda costa porque no sólo significa la destrucción del enemigo sino la propia. Incluso a Putin le temblaría el pulso antes de lanzar una ojiva nuclear.