“Que callen las bombas para que se puedan escuchar las palabras de paz en Afganistán”. Estes, sobre el papel, el espíritu de la tregua de siete días alcanzada entre Estados Unidos y los talibanes, un acuerdo que entrará en vigor de forma inminente y que tiene como telón de fondo las conversaciones entre los islamistas insurgentes y el Gobierno en Kabul. Estados Unidos, que tiene más de 12.000 efectivos militares desplegados en Afganistán advierte de que estará muy pendiente de la actitud y del comportamiento de los talibanes:
“Creemos que siete días por ahora son suficientes. Pero en todo caso, nuestro enfoque se basará en las condiciones, por lo que será un proceso de evaluación continua a medida que avancemos, si es que avanzamos”, afirmaba el Secretario de Defensa estadounidense, Mark Esper.
La hoja de ruta contempla la firma, a finales de mes, de un pacto con los insurgentes para retirar de forma escalonada las tropas estadounidenses. Si estas condiciones se cumplen, el 10 de marzo comenzarían en Oslo las negociaciones entre los talibanes y el gobierno afgano para llevar la paz a un país en guerra permanente desde hace ya casi diecinueve años.