Todos los días, a las cinco de la tarde, la suave melodía de la canción infantil Yuyake Koyake suena en el barrio de Minato, Tokio, desde un altavoz, uno de los cientos que se escuchan en las escuelas y parques de esta megaciudad de 37 millones de personas.

Este ritual diario no solo anuncia la llegada de la tarde. Es una prueba de un sistema pensado para salvar a los habitantes de Tokio del que podría ser uno de los peores desastres naturales de la historia de la humanidad: un terremoto que sacudiría el corazón de la ciudad más poblada del planeta.

El último terremoto de gran magnitud que azotó Tokio se produjo en 1923. Los expertos estiman que el próximo se producirá aproximadamente un siglo después. Según sus cálculos, la probabilidad de que se produzca un terremoto de magnitud 7 en la escala sismológica de Richter en Tokio antes de 2050 es del 70%. Ya no es una cuestión de “si va a suceder”, sino de “cuando”. Tendría consecuencias devastadoras.

Según una estimación oficial, un terremoto de magnitud 7,3 en el norte de la Bahía de Tokio podría causar 9.700 muertos y casi 150.000 heridos. Se cree que la cifra de personas que tendrían que ser evacuadas un día después de la catástrofe sería superior a 3,39 millones y también que otros 5,2 millones de personas se quedarían sin hogar. Por otra parte, el terremoto o los incendios posteriores podrían destruir más de 300.000 edificios.

Sería el suceso más catastrófico al que tendría que enfrentarse Tokio desde el bombardeo estadounidense de marzo de 1945 que mató a 100.000 personas e incendió más de 267.000 edificios.

Cuando el gran terremoto de Kanto, de magnitud 7,9, sacudió la isla de Oshima, a unos 100 kilómetros al sur del centro de Tokio, alrededor de la hora del almuerzo del 1 de septiembre de 1923, miles de edificios se derrumbaron. Muchas casas se incendiaron cuando se volcaron los hornillos de la cocina y aquellos que lograron sobrevivir afirman que era como si el infierno se hubiera apoderado de la tierra. La estimación oficial fue de 105.000 muertos y heridos en Tokio y en la ciudad portuaria vecina de Yokohama, aunque algunos informes precisaron que en realidad la cifra de víctimas era mucho mayor.

Departamento de Policía Metropolitana en llamas, en Marunouchi, Tokio, tras el terremoto de 1923.
Departamento de Policía Metropolitana en llamas, en Marunouchi, Tokio, tras el terremoto de 1923.

En el caótico período posterior al desastre, los falsos rumores sobre una “revuelta coreana” y el supuesto envenenamiento de pozos también desencadenaron ataques violentos y mortales contra los coreanos.

Tokio ha hecho grandes avances desde 1923. De hecho, si hay una ciudad en el planeta preparada para un terremoto, esa es la capital de Japón. Sus rascacielos, con la tecnología más avanzada, están diseñados para balancearse; los parques cuentan con baños de emergencia ocultos y bancos que se convierten en cocinas; y la ciudad dispone de la mayor brigada de bomberos del mundo, específicamente entrenada para prevenir el tipo de llamaradas que se propagan después de los terremotos.

El problema con los terremotos es que precisamente tienden a destruir todo lo que se construye para luchar contra ellos. Tokio recibe anualmente a millones de turistas y espera una afluencia masiva durante la Copa Mundial de Rugby, que se celebrará este año, y durante los Juegos Olímpicos de 2020. Si un terremoto de gran magnitud sacude la ciudad podría cundir el pánico.

“Japón es conocida a nivel mundial por la resiliencia de su infraestructura y por disponer de tecnología pensada para resistir los movimientos sísmicos. Si te fijas en los rascacielos de la ciudad verás que tienen la tecnología más puntera y que están preparados para resistir un terremoto, pero lo que me preocupa es la preparación de las comunidades y de las personas que la integran”, indica Robin Takashi Lewis, un experto en preparación y respuesta ante desastres radicado en Tokio.

“Si se produjera un terremoto de gran magnitud causaría daños considerables a infraestructuras clave como el suministro de la electricidad, el gas y el agua”, señala Lewis. El gobierno metropolitano de Tokio afirma que en el caso de que se produzca un terremoto de gran envergadura, su objetivo es restablecer la electricidad en el plazo de una semana, el suministro de agua en un mes y el de gas en dos meses. “Cuando una ciudad tiene estas proporciones y careces de los suministros más básicos, tienes un grave problema”.

Y sí; Tokio tiene el mayor cuerpo de bomberos del mundo. Pese a ello, si se produjera “el gran” terremoto, los servicios de emergencia se verían desbordados.

A los residentes de Tokio se les insta a fijar los muebles a la pared con soportes en forma de ‘L’ y a colocar cuñas debajo de los armarios inestables y almohadillas antideslizantes en las patas de las sillas y mesas. También se les recomienda tener siempre comida enlatada y agua embotellada, así como kits de emergencia con linternas, radio, baterías y medicamentos de uso diario.

Las tiendas venden “bolsas de emergencia para aseos” que se pueden conectar a un inodoro doméstico estándar cuando se corta el suministro de agua. También saben que deben refugiarse bajo las mesas o sostener cojines o almohadas sobre sus cabezas, para protegerse de objetos que caen.

Sin embargo, cuando se produzca el terremoto, millones de personas podrían estar viajando en la red ferroviaria y de metro de Tokio. Los responsables del Metro de Tokio afirman que su infraestructura ha sido reforzada contra seísmos, y que los trenes harán una parada de emergencia inmediata en caso de fuertes sacudidas.

“Esta historia se hará realidad”

Si todo esto suena real, es porque Japón es esencialmente un país propenso a los desastres. Terremotos, tsunamis y tifones asolan la ciudad a menudo. El terremoto más potente jamás registrado en Japón, el desastre de magnitud 9 frente a la costa noreste en marzo de 2011, desplazó el eje de la Tierra unos 25 centímetros y desplazó la mayor isla del país, Honshu, 2,4 metros más cerca de Estados Unidos. Unas 20.000 personas murieron en el tsunami posterior, que provocó el derretimiento de la central eléctrica de Fukushima Dai-ichi.

Naoshi Hirata, profesor de sismología en el Instituto de Investigación Sísmica de la Universidad de Tokio, explica que la ciudad se ve amenazada porque dos placas oceánicas hacen presión sobre la zona y porque Tokio se encuentra en la llanura de Kanto, una formación geológica que tiembla con facilidad.

Los japoneses están acostumbrados a la noción de desastre natural. Las escuelas y las empresas suelen celebrar simulacros de emergencia el 1 de septiembre, aniversario del terremoto de 1923, conocido ahora como el Día de la Prevención de Desastres. El Gobierno metropolitano de Tokio ha publicado el manual de 338 páginas ‘Preparémonos’, en el que describe todo lo que puede suceder tras un desastre y explica cómo mitigar el riesgo.

El manual, que se distribuye a 7 millones de hogares y se publica en varios idiomas, incluye un manga llamado ‘El Día X de Tokio’, protagonizado por un oficinista que navega por escenas de destrucción: objetos que caen, trenes descarrilados, vehículos estrellados, edificios dañados y cortes en la red de telefonía móvil. El relato concluye con las palabras: “Esta no es una historia de ‘qué pasaría si’. En un futuro próximo, esta historia se hará realidad”.

La ciudad también está trabajando para actualizar y mejorar su infraestructura. Aunque sus modernos rascacielos le dan fama a nivel internacional, los expertos están preocupados por el tejido tradicional de la ciudad: casas de madera situadas unas al lado de las otras, en las que el fuego podría propagarse con facilidad.

“La ciudad conserva unas 13.000 hectáreas de casas de madera situadas unas cerca de las otras, lo que representa cerca del 7% del área de la prefectura de Tokio”, explicó Nobutada Tominaga, un funcionario de la oficina de desarrollo urbano de la ciudad, en un foro sobre ciudades resilientes que se celebró en Tokio el mes pasado. Precisamente, la ciudad ha concluido un proyecto de construcción de amplias zonas peatonales que contribuirían a crear cortafuegos en el barrio antiguo de Nakanobu.

El Ministro japonés de Reconstrucción dimite tras un comentario ofensivo sobre el terremoto de 2011
Vista aérea que muestra las casas destruidas en Iwaki (Japón) tras el tsunami provocado por el terremoto de magnitud 8,8 de 2011. EFE

La ciudad también reserva una red de carreteras principales para camiones de bomberos y vehículos de rescate. Estas carreteras están marcadas con la señal de un gran bagre azul (pez), el Namazu; la criatura gigante que causa terremotos en la mitología japonesa.

Las autoridades de la ciudad han designado 3.000 escuelas, centros comunitarios y otras instalaciones públicas que se convertirían en centros de evacuación en caso de catástrofe grave y también dispone de unos 1.200 centros para personas que necesitan atención especial.