Vivir un siglo es una hazaña, pero cada vez menos rara. “La gente de más de 100 años son el segundo grupo de edad que más crece, detrás de aquellos de más de 85 años”, destacó The Wall Street Journal (WSJ) las mediciones más recientes del censo de los Estados Unidos. “Los centenarios hoy llegan a aproximadamente 82.000, de los 50.000 que eran en 2002″. Y en la próxima década se espera que crezcan a 140.000.
Cuando el médico geriatra Tom Perls comenzó a rastrear personas excepcionalmente longevas en 1995, para lo que hoy es el Estudio de Centenarios de Nueva Inglaterra, de la Universidad de Boston, representaban una de cada 10.000 personas. Ahora son una de cada 5.000 personas. “La prevalencia se duplicó”, interpretó, en menos de 25 años. Entre sus hallazgos se destacan que muchas de las personas que viven 100 o más años son buenas para el manejo del estrés y también son más optimistas, extrovertidas y agradables.
“La longevidad excepcional es un rasgo fuertemente familiar”, sintetizó el sitio del estudio. “La influencia genética en la supervivencia aumenta cuanto más años se vive por encima de los 90 a 99”. Entre aquellos que pasan la barrera de los 100, “la discapacidad típicamente se concentra hacia los 90 o 95 años” y en caso de gente que vive más de 105 años, “la morbilidad también se concentra hacia el final” de la vida.
Con el aumento de la expectativa de vida —de 76 para los hombres y 81 para las mujeres en ese país, y de 72 años en promedio en el mundo según la Organización Mundial de la Salud (OMS)— también aumentó la incidencia de algunas enfermedades, como el mal de Alzheimer y otras formas de deterioro cognitivo. En el mundo 50 millones de personas padecen demencias, con un crecimiento anual de 10 millones de casos.
“La pregunta es ahora si las ventajas de vivir más —como ver a los tataranietos y ser testigo de avances médicos o tecnológicos— ameritan las limitaciones físicas y mentales que eso conlleva. Algunas personas sienten que 85 o 90 años son suficientes”, observó WSJ.
“Una encuesta de 2018 realizada por Harris para la Universidad de Phoenix halló que el 59% de los adultos estadounidenses dicen que vivir hasta los 100 años tiene demasiados riesgos para valer la pena. Y aquellos que quieren vivir tanto ponen condiciones: más del 70% quiere llegar a 100 siempre que no parezca de 100“.
El artículo de Clare Ansberry cita a varios centenarios, que sostienen que están felices de serlo. Sally Jamieson hizo seis fiestas para celebrar los 100 años que cumplió en enero. Tras jubilarse como vicepresidenta y tesorera de la fábrica de su esposo, dedicó 30 años —hasta hace muy poco, cuando las dificultades respiratorias la hicieron renunciar— a trabajar como voluntaria en establecimientos geriátricos.
Su mente se mantiene aguda, y su memoria está intacta. Sus dos hijas se turnan para acompañarla un mes cada una. A una de ellas, Barbara Walter, de 72 años, le gustaría vivir 100 años “si su calidad de vida es tan buena como la de su madre”. Jamieson tiene mucho para ofrecerles, en términos de recuerdos para compartir, a sus nietos y bisnietos, que a su vez pueden cuidarla, dijo. “Si se puede organizar eso, puede ser benéfico para las dos partes”.
Ike Newcomer, uno de las personas que estudia Perls, es un viudo de 108 años que camina todas las mañanas y juega a bowling en su Wii U. “Me sorprende haber vivido tanto”, dijo a WSJ. “A veces me pregunto por qué”. Entre las respuestas posibles está su buena salud: sólo toma una medicina recetadas y cuatro de venta libre. Sólo lamenta que cada año se le hace más difícil moverse, lo cual no le impidió ir en crucero a México al cumplir 100.
A su hija, Pattie Johnson, de 73 años, le gustaría llegar a esa edad si hereda la buena salud de Newcomer. Sin embargo, le preocupa quién la cuidaría a ella, que no tiene hijos y es la única persona que se ocupa de su padre.
En cambio, a la hija de Betty Donovan, de 92 años, quien vive con su hermana Annamarie Donovan, de 108, no le gustaría. “Mi madre y mi tía se tienen la una a la otra y tienen buena salud, pero no todo el mundo tiene tanta suerte. La gente de esa edad por lo general ha sobrevivido a sus seres queridos y tiene problemas de salud“, dijo a WSJ.
Las hermanas viven en Marian Hall Home, un geriátrico de Pittsburg. A Annamarie le regalaron su primer iPad cuando cumplió 100, y ya va por su tercer upgrade. Lo usa para hablar via video con sus hijas, sus nietos y sus bisnietos, además de para enviar y recibir correos electrónicos. Betty prefiere el teléfono para llamar a sus amigos mayores que viven solos. Juntas hacen gimnasia cuatro veces por semana y van a la peluquería.
A Annamarie sólo le molesta estar en una silla de ruedas desde los 104 años, cuando se fracturó la columna. Pero, por lo demás, cree que llegar a centenario vale la pena: “Soy feliz así. Sigo la corriente“, concluyó.