John Costik
Ingeniero
En 1992 una película protagonizada por Nick Nolte Y Susan Sarandon titulada El aceite de la vida (Lorenzo’s Oil) contaba la conmovedora historia real de Auguste Odone y Michaela Murphy por salvar la vida de su hijo aquejado de una rara enfermedad, la adrenoleucodistrofia. La historia del matrimonio que luchó por encontrar una cura y llegó a patentar un aceite que aún hoy sigue generando controversia entre la comunidad científica (hay médicos que aceptan las pruebas de su efectividad y otros que consideran que estas nos son suficientes), se hizo mundialmente famosa gracias a la película de George Miller, nominada a un Oscar por su guion. Lorenzo, el chico que dio nombre a la cinta y al fármaco, falleció en 2008 con 30 años cuando los médicos solo le dieron dos de vida al ser diagnosticado con cinco. Y su caso quedó grabado para siempre como las posibilidades que se abren, incluso contra cualquier evidencia y a pesar de todo un sistema, si el empecinamiento está dirigido por una fuerza tan grande como la propia vida. Auguste Odone lo describió argumentando que su implicación no fue fruto “del amor a la ciencia, sino del amor a mi hijo Lorenzo y de mi deseo de ayudarlo”.