Isla, ciudad, Estado. Verne, Conrad, Kipling, Salgari. Vieja aura literaria para un puzle acristalado y fascinante. Esto es Singapur. Ahora Sandokán lleva corbata y trabaja en una torre modernísima. Una de las muchas de la excolonia británica, convertida en uno de los grandes centros financieros y comerciales del mundo. Los rascacielos jalonan la bahía donde antaño fondeaban los veleros. En los poco más de 700 kilómetros cuadrados de este país asiático situado en una esquina de la península de Malasia se apiñan 5,6 millones de personas. Un récord de densidad demográfica —7.797 habitantes por kilómetro cuadrado—, diversidad a más no poder, orden a toda costa y empeño de modernidad sostenible.
El mirador de Marina Bay
El paseo mañanero por el centro produce una sensación cambiante, entre la realidad y el decorado, hasta comprender que tan reales son las viejas piedras de la catedral anglicana (1) como las desafiantes siluetas metálicas. Un buen observatorio es la calle Saint Andrew’s. Desde aquí, el viajero puede recorrer casi dos siglos con solo girar la cabeza. La mole neoclásica de la National Gallery (2)—merece la visita— tiene a sus pies el Padang (3), un campo de críquet con jugadores de blanco impoluto y el correspondiente club privado solo para miembros. A pocos pasos están el viejo Parlamento (4) y el teatro bautizado en honor de la reina Victoria (5); el corazón del Singapur británico incluye, unas calles más allá, un convento reconvertido en zona de bares y restaurantes.
Al mirar algo más lejos, la vista se topa con el perfil arquitectónico de rascacielos, aderezado con una noria espectacular, la célebre Flyer (6), 165 metros de altura, y tres torres coronadas por lo que parece una tabla de surf gigante: Marina Bay Sands (7), un recinto que alberga un hotel de lujo con espectacular piscina en el tejado —solo para huéspedes—, casino, teatros, tiendas y un mirador de pago al que merece la pena subir por sus espléndidas vistas.
Carisma y temor
De lo antiguo a lo futurista hay un paseo por aceras impolutas y con algún que otro ventilador accionado con energía solar. En este país autoritario sigue vivo el legado del controvertido Lee Kuan Yew, el que fue su primer ministro desde 1959 hasta 1990, cuyo dominio (marcado por el éxito del comercio, las finanzas y la educación y lastrado por la falta de libertades) fue definido por el comentarista Cherian George como “una combinación única de carisma y temor”. Durante el paseo menudean los avisos de prohibición y multa —no se puede comer chicle, ni tirar cosas al suelo, ni hacer grafitis— y todo está impoluto. Desde el Padang se puede caminar hacia el río y recorrer el Muelle de los Botes (8), cuajado de restaurantes, antes de poner rumbo hacia la modernidad que pregona Marina Bay. Al otro lado del casino se levanta uno de los nuevos atractivos: Gardens by the Bay (9), inaugurado en 2012 en terreno ganado al agua. Es un brindis a la sostenibilidad medioambiental.
En estos futuristas jardines junto a la bahía, los superárboles dan la bienvenida con un toque extraterrestre. Son 18 estructuras gigantescas de hormigón y metal —entre 25 y 50 metros de alto— cubiertas de plantas, obra de la firma de arquitectura Wilkinson Eyre y de paisajismo Grant Associates. Al menos siete están dotadas de células fotovoltaicas que permiten generar la iluminación nocturna de estas llamativas formas. Otras contribuyen a regenerar el aire de los invernaderos que cobijan dos grandes cúpulas. Una, el Invernadero de las Flores, acoge un enorme despliegue de tulipanes y espacios que recrean la vegetación de distintos climas. Desde baobabs y árboles botella hasta olivos centenarios y cactos. La segunda cúpula alberga el ecosistema del bosque húmedo del trópico en un jardín vertical. Aquí están las orquídeas, los rododendros; el musgo crece en las tuberías.
Jardín botánico colonial
Si la visita a los Gardens by the Bay deja nostalgia por los parques de corte clásico, basta con desplazarse al también espectacular jardín botánico (10), de factura colonial. Y nada mejor que hacerlo en el metro (estación Botanic Gardens), toda una experiencia de limpieza y orden: en el andén, las líneas marcan dónde colocarse hasta que bajen los viajeros. La tupida red del suburbano lleva también a la meca de las compras de lujo: los centros comerciales de la calle Orchard (11). Aquí también es fácil observar la huella de la política ecológica adoptada en 2008 para frenar el elevado consumo energético y que obliga a construir de forma sostenible. De ahí que haya una profusión de edificios con jardines en el techo o plantas en las fachadas, diseñados para reducir el impacto del sol y la factura de la refrigeración. En una perpendicular, Emerald Hill (12), se alinean como reliquia las antiguas casas de comerciantes peranakan, descendientes de la población china instalada en Singapur en tiempos de la colonia. Los chinos son la población local más numerosa, aunque hay también una fuerte presencia de malayos y tamiles, así como una enorme colonia extranjera.