Contrario a lo que puede pensar cualquier estratega político con mejor conocimiento que yo de las interioridades del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), tengo el convencimiento de que la actual confrontación interna solo puede solucionarse con éxito si Leonel Fernández depone sus aspiraciones presidenciales con el compromiso de que Danilo Medina lo haga inmediatamente después.
Si Leonel no da este paso, es poco menos que imposible que Danilo frene el potro brioso de la reelección.
Una decisión de ese tipo pondrá a prueba que es más importante para Leonel -y también para Danilo- si la unidad del PLD, la continuidad en el gobierno, o el afán del primero de regresar al poder y del segundo de continuar en él.
Tengo el nervio cubital engrosado de escribir repetidamente que Danilo y el danilismo no van a aceptar a Leonel como el próximo Presidente y quien no entienda eso, tampoco va a entender por qué el actual mandatario está decidido a buscar la reelección.
Es cierto que Danilo tiene motivaciones políticas poderosas y diversas para tratar de continuar en el poder, pero la más determinante en la presente coyuntura es impedir el retorno de Leonel, sobre todo de los leonelistas cuyo trabajo es el “sicariato del honor ajeno” que no tiene límites para la maldad.
En política como en la guerra hay enemigos estratégicos y enemigos inmediatos. Quien no se ocupa convenientemente de los enemigos inmediatos, no tendrá oportunidad de defenderse de los enemigos estratégicos.
Si bien Leonel no es un enemigo de Danilo, no hay duda de que es su principal adversario inmediato, por lo que el danilismo no le permite pasar de nuevo al poder, consciente de que de hacerlo se expone a una derrota estratégica.
La eventual candidatura a la reelección de Danilo tiene su principal explicación en el hecho de que Leonel quiere volver por ocho años y dado que hace tiempo que la política dominicana ha devenido en un ejercicio de negociantes y no de principios y compromisos con el pueblo, ese tiempo (ocho años de leonelismo en el poder) sería suficiente para aniquilar al danilismo.
Lo dije antes: la desconfianza entre danilistas y leonelistas es mutua y total. Siendo así, ¿quién puede esperar un pacto político entre ambas fuerzas y mucho menos quién tiene la esperanza de que si se firmara, sería respetado por quien controle el poder?
Un nuevo pacto entre ambos bandos terminaría en una “coca” por parte de quien se haga con el poder y quien ignore ese resultado previsible, después tendrá que hacer como Boabdil en Granada: “Lloras como mujer lo que no supiste defender como hombre”, como le enrostrara su madre Aixa.
¿Y la fábrica de presidentes?
Si al completar 20 años en el poder, el PLD solo puede presentar como candidato presidencial a Leonel (que agotó 12) o a Danilo que está completando ocho, entonces no hay duda de que la “fábrica de presidentes” que patentizó Leonel, ha devenido en un oligopolio con tendencia a la quiebra, incluso arrastrando al país como víctima mayor.
El único acuerdo manejable en el PLD hoy es que Leonel desista de su candidatura y que consecuentemente Danilo no busque la reelección, lo que daría paso a una selección democrática de un tercer candidato escogido en primarias abiertas.
Pero ese planteo choca frontalmente con la aspiración -casi desesperación- de Leonel de volver al poder al grito de “no hay marcha atrás”, pero la vida está demostrando que su ida hacia adelante ha creado un obstáculo mayor muy difícil de superar: la determinación de Danilo de contenerlo con todo el poder que acumula y las alianzas que ha tejido con los poderes hemisféricos, empresariales y eclesiales. ¿O no es así en los hechos?
Dije hace ocho días que Leonel estaba en una encrucijada muy peligrosa en el PLD y ahora digo que tiene solo días para definir su futuro como dirigente de ese partido: desiste o tendrá que enfrentarse con Danilo buscando la reelección.
Si lo hace, es más bravo que San Miguel, pero se expone a una derrota similar a la que él le propinó a Danilo el 6 de mayo de 2007 para evitar que el hoy gobernante le “serruchara el palo”.
¿Que si tiene los votos?
En el país hay un recurrente “debate” acerca de si el danilismo tiene los votos suficientes en la Cámara de Diputados para pasar una reforma constitucional. Aun más, los leonelistas aseguran que no los tiene y que por tanto cualquier intento de “asaltar la Constitución” chocará con la firmeza de los partidarios del expresidente Fernández.
Eso yo no puedo saberlo, pero donde sí le sobran votos al danilismo es en el Comité Político y el Comité Central del PLD, los organismos que trazan la línea política y aprueban las propuestas de precandidaturas, por lo que vuelvo con el enigma planteado hace un tiempo: ¿Qué es más difícil… que Danilo logre la reforma constitucional para terciar de nuevo por la candidatura o que Leonel sea candidato del PLD?
Si el danilismo no tiene los votos para reformar la Constitución, ¿para qué se empodera al senador Bob Menendez para que implore a Mike Pompeo que ejerza presiones diplomáticas en interés de detener la reelección de Danilo?
Préstame tu voto hermano
Tenga o no los votos el danilismo para la reforma, lo cierto es que la historia está muy reciente como para olvidarla.
¿Tenía Hipólito Mejía los votos para volver a introducir la reelección presidencial en el año 2002? ¡No! ¿Dónde los consiguió? Entre los legisladores del PLD, un senador y una docena de diputados.
¿Cómo consiguió atraer legisladores de un partido como el PLD que entonces era ejemplo de disciplina y cohesión?
Los jefes del Proyecto Presidencial Hipólito (PPH), no el Partido Revolucionario Dominicano (PRD), consiguieron ese paquete de legisladores peledeístas principalmente porque los magnates del PLD facilitaron que “se vendieran”, valorando muy acertadamente las consecuencias que tendría en la unidad del partido blanco. La docena de legisladores peledeístas que apoyó la reforma fueron “expulsados” (y más tarde perdonados), pero el PRD se dividió, su presidente Hatuey de Camps formó el Partido Revolucionario Social Demócrata (PRSD), retuvo la Casa Nacional y la pujanza del perredeísmo quedó reducida a una especie de “payasismo político” que terminó en una debacle.
¿Quién fue el que más ganó al prestarle una docena de legisladores a la reforma constitucional de 2002? ¡El PLD, pero sobre todo, Leonel, que con la división del PRD -entre otros factores- se abrió paso de nuevo al poder por ocho años!
No me extrañaría que ahora el Partido Revolucionario Moderno (PRM), del mismo Hipólito y Luis Abinader, facilite la “venta” de gran parte de sus diputados para ver si el potro de la división abre grandes grietas en la unidad del PLD y le impide retener el poder.
Si son coherentes los perremeístas que votaron por las primarias abiertas para la Ley de Partidos sabiendo que beneficiaba el proyecto reeleccionista, no hay dudas de que también votarán -aunque hagan un show de expulsiones- para la reforma constitucional con la intención de que ahora la división del PLD repita la historia a la inversa para que la oposición suba al gobierno.
No estoy dando un consejo, Dios me libre. Estoy alertando a los “principistas de ocasión” que el mes de julio viene duro.
¡Cuando pase la tempestad, contaremos las estrellas!