El presidente brasileño de extrema derecha, Jair Bolsonaro, calificó la COVID-19 como una “pequeña gripe” y dijo que había que enfrentarse a ella “como un hombre y no como un niño”. Afirmó que las medidas de aislamiento eran “para los débiles” y protestó enfadado contra los confinamientos. Se enfrentó a los gobernadores de los estados e incluso su propio exministro de Sanidad atacó su gestión de la pandemia. Pero mientras Brasil suma ya cerca de 5 millones de casos y más de 147.000 muertos, Bolsonaro es más popular que nunca.
Al igual que su ídolo Donald Trump, el líder populista brasileño se contagió y salió aparentemente indemne. Pero hay una diferencia entre ambos: mientras el presidente de Estados Unidos va detrás de su rival Joe Biden en las encuestas, el Gobierno de Bolsonaro ha alcanzado una popularidad récord del 40%.
Gran parte de esa popularidad se debe a un paquete de ayudas para familias necesitadas, basado en un pago mensual de 92 euros –185 euros para madres solteras– que 67 millones de brasileños empezaron a recibir en abril.
Giselly Andrade, de 34 años, trabajó como cajera hasta que su segundo hijo, Gabriel, de cinco años, nació con microcefalia. Vive en Recife, en el estado de Pernambuco, la región pobre del noreste que tradicionalmente ha sido el bastión electoral del Partido de los Trabajadores, el partido progresista que gobernó Brasil de 2003 a 2016. Ahora, sin embargo, el apoyo a Bolsonaro está creciendo en la región, donde el 65% ha recibido ayuda de emergencia.
Andrade es una de ellas y los pagos le han ayudado a cambiar su percepción del presidente. “No esperaba esto de él”, dice. “La gente dice que solo pensaba en sí mismo, pero ha demostrado lo contrario”. Andrade emitió un voto nulo en 2018, pero asegura que ahora votaría por Bolsonaro cuando se presente a la reelección en 2022. Cree que “ha estado trabajando y pensando en la gente”.
“Se ha convertido en un héroe”, dice Ricardo Fernandes, actor de 31 años y habitante de la favela Ciudad de Dios de Río de Janeiro. Fernandes, que ha estado organizando entregas de comida en su comunidad, opina también que la propaganda en redes sociales de Bolsonaro ha hecho creer a la gente que él está detrás de esos pagos –cuando en realidad el Gobierno había propuesto un importe mucho menor y el Congreso forzó un aumento–.
Pero la popularidad de Bolsonaro tiene un precio que puede que Brasil no pueda asumir durante mucho más tiempo. La ayuda de emergencia se redujo a la mitad el mes pasado y se espera que termine en diciembre, dejando potencialmente a casi 40 millones de personas a la deriva, según un reciente estudio de la Fundación Getúlio Vargas, una importante escuela de negocios.
Según las investigaciones de Renato Meirelles para Locomotiva, un instituto de investigación especializado en la situación de los brasileños de menores ingresos, el 51% de los brasileños reciben actualmente la ayuda de emergencia o la prestación del programa ‘Bolsa Familia‘ introducido en el pasado por el presidente del Partido de los Trabajadores, Luiz Inácio Lula da Silva.
Pero como Bolsonaro no da señales de querer aumentar los impuestos a los superricos de Brasil, tendrá que penalizar a los brasileños de clases medias y bajas o recortar el gasto. “No hay una solución mágica”, sostiene Felipe Salto, miembro de una institución fiscal independiente que vigila la ejecución del gasto público.
Wilma da Silva, de 51 años, que vive con su sobrina de 10 años en Belém, una ciudad de la Amazonia, comenzó a recibir esa ayuda de emergencia después de perder su trabajo como empleada doméstica cuando llegó la pandemia. Votó por Bolsonaro en 2018, pero como el pago mensual se redujo a la mitad y los precios del arroz se dispararon, hoy no volvería a votar por él. “No sé qué voy a hacer para mantener una casa con un niño… pagar la electricidad, el agua y comprar comida”, dice. “Hay muchas familias en Brasil que están pasando por lo que yo estoy pasando.”
Bolsonaro planea introducir una revisión al programa ‘Bolsa Familia’ para el año que viene. Pasaría a llamarse ‘Ingreso ciudadano’ e incluirá algún dinero de ayuda de emergencia. Igual que ‘Bolsa Familia’ se identifica con su gran enemigo Lula, este nuevo programa llevaría la firma del ultraderechista.
Brasil ya tenía un objetivo de déficit de 22.000 millones de dólares antes del inicio de la pandemia y ahora se espera que se eleve a 162.000 millones. Esto supone un grave problema para un país en desarrollo con un historial de hiperinflación e inestabilidad política, cuenta Gil Castello Branco, economista y fundador del organismo de control del gasto público sin ánimo de lucro Cuentas Abiertas.
La moneda brasileña, el real, ha caído en picado, la inversión extranjera ha salido del país, 13 millones de personas están desempleadas y los mercados temen que Bolsonaro tome la vía populista, gastando dinero que su Gobierno no tiene para asegurarse la reelección.
“Hay una delgada línea entre un déficit que puede ser controlado y un déficit que se sale de control”, dice Castello Branco, que también advierte de que algunas maniobras financieras ideadas por el equipo económico de Bolsonaro para financiar el plan de Renta Ciudadana rozan la “contabilidad creativa” y posibles irregularidades presupuestarias que, al menos oficialmente, motivaron el polémico impeachment contra la presidenta progresista Dilma Rousseff en 2016.
Pero Bolsonaro juega con una ventaja, dice Meirelles: la oposición política no es capaz de capitalizar sus errores. Bolsonaro rompió sus propias promesas de campaña para formar alianzas con partidos mercenarios en el Congreso, dejó de atacar al Tribunal Supremo y en principio quería que el pago de las ayuda de emergencia fuera un tercio de lo que llegó a ser. El Congreso le obligó a aumentarlo y Bolsonaro se benefició políticamente de eso. Pero ahora se ha quedado atascado.
“Si la ayuda de emergencia no se convierte en una política pública como sucedió con ‘Bolsa Familia’, no hay posibilidad de reelección”, dice Meirelles. “Es casi una cuestión de supervivencia”.
Traducido por Alberto Arce