“Nunca habíamos sufrido una devastación como esta”, lamentó González, que explicó que en un recorrido en helicóptero contempló a su país devastado: “No queda ni el verdor”.
El 100 % de la red eléctrica está arruinada. Descuidado durante años y con una infraestructura el doble de vieja de lo debido —una media de 44 años por central—, el sistema eléctrico ha sido la víctima más aparatosa de María. Rosselló ha afirmado que será necesario reconstruirlo por completo, lo que podría llevar al menos dos años. Mientras tanto se irá parcheando el servicio para devolver la electricidad a las casas, misión que puede tomar semanas o meses en las zonas más vulnerables del país. Sin luz, con un 75% de las casas sin agua corriente y sin señal de teléfono apenas, los tres millones y medio de habitantes de Puerto Rico se desesperan por tener soluciones.
En el Centro de Convenciones de la capital, San Juan (390.000 habitantes), habilitado como centro de comando oficial, Dorleen Sánchez, de 44 años, pedía ayuda para conseguir un tanque de oxígeno para su madre, encamada en su casa.
“El que tenemos lo he ido dosificando, bajándole el paso de oxígeno al mínimo, pero se está quedando a cero y mi mamá está empezando a tener a toser mucho”, explicó.
Las lluvias torrenciales habían cesado ayer, dejando el país inundado. En algunas zonas el nivel del agua alcanzó 90 centímetros en menos de 24 horas, diez más que las cotas más alta de anegamiento que dejó en agosto el huracán Harvey en Texas. El joven gobernador Rosselló, de 38 años, asegura que los daños materiales que ha causado María son solo comparables a los de Katrina en 2005 en Luisiana.
El punto de mayor emergencia este domingo era la presa del lago Guajataca, un embalse de un siglo fisurado por el tremendo empuje del agua. “No sabemos cuánto va a aguantar”, ha reconocido Rosselló. Desde el viernes la Guardia Nacional de Puerto Rico trabaja en la evacuación de 8.000 vecinos que podrían verse afectados. El sábado se logró rescatar una barcaza cargada de petróleo que iba a la deriva contra la costa de la isla. La comisionada afirmó que se evitó “un potencial desastre ecológico”. Además de hacer frente a amenazas como estas, las prioridades de las autoridades de momento siguen siendo salvar vidas, garantizar el funcionamiento de los hospitales, dar acceso a combustible a la gente, reabrir las escuelas, que siguen cerradas, y dar techo a quienes perdieron sus casas. Ayer se contaban 15.000 refugiados.
En San Juan, las colas para conseguir gasolina bloqueaban el tráfico, si bien el gobernador ha asegurado que no hay falta de combustible sino problemas de distribución que ayer se empezaban a solventar. Rosselló ha establecido de manera indefinida el toque de queda de siete de la mañana a cinco de la tarde y la ley seca. Estos días se han reportado casos de pillaje. En Lloréns Torres, un barrio pobre de San Juan, fue saqueado un centro comercial. “Mientras cruzaba el huracán, hombres, mujeres, niños y viejos vinieron con su carrito a vaciarlo”, dijo el vecino Benito del Cueto, de 83 años.
“Iban con el carrito como si fueran de compras”.