MIAMI — Los resultados de la votación en Estados Unidos confirman un futuro catastrófico para el negocio de las encuestas electorales en todo el mundo. Bajo el modelo actual, basado en llamadas telefónicas, es prácticamente imposible superar los obstáculos que impiden la interpretación precisa de la opinión política en campañas políticas determinadas por el uso de celulares, la polarización extrema y la presencia cada vez más frecuente de candidatos populistas en el mercado electoral.
Pero la solución está también a la vista: se están desarrollando metodologías de Big Data que podrían sustituir en corto tiempo a las encuestas de opinión pública basadas en muestreos limitados de la población.
El error de las encuestadoras en Estados Unidos fue abismal.EL TIMES: Una selección semanal de historias en español que no encontrarás en ningún otro sitio, con eñes y acentos.Sign Up
Las encuestas llegaron al 3 de noviembre asegurando que el Partido Demócrata extendería su dominio en la Cámara de Representantes y haría suyas las sillas en el Senado que corresponden a Maine, Carolina del Sur, Iowa, Montana, Alaska y Kansas. Errores predictivos también ocurrieron en once gobernaciones que estaban en contienda. Los republicanos obtuvieron ocho, arrebatando Montana a los demócratas, una posición que no obtenían desde 2005.
En cuanto a la elección presidencial, las mediciones también ofrecieron esperanzas de un triunfo demócrata en Texas, Ohio y muy especialmente en Florida, al que llaman “el estado que escoge presidentes”. Los latinos del estado —que constituyen el 20 por ciento del electorado— contribuyeron decididamente a la victoria local de Trump, desacreditando a las mediciones que anticipaban que la diversa comunidad hispana votaría en bloque por Joe Biden. Trump ganó en Florida por 371.686 votos.
Florida se cuenta entre los estados más difíciles de estimar, entre otras razones por la numerosa población latina de tercera edad que no habla inglés. Esto obliga a las encuestadoras a realizar sus cuestionarios en castellano, lo que no siempre es posible por razones de costos.
Los números nacionales de los agregadores ClearPolitics y FiveThirtyEight dieron ganador a Joe Biden por 7,2 y 8,4 puntos respectivamente y el Wall Street Journal/NBC News por 10. Todos estos sondeos se salieron del margen de error, ya que, a precios de hoy, Joe Biden habría ganado la elección nacional con apenas 3,6 por ciento.
Esta nueva debacle atiende a tres causas estructurales. La más importante tiene que ver con la forma de obtener la información del elector mediante llamadas al celular. El uso de líneas de tierra viene decayendo en todo el mundo y muy especialmente en Estados Unidos. Casi nadie acepta llamadas de extraños en el celular y por esta razón las respuestas a las encuestadoras a través de llamadas telefónicas se han achicado a niveles alarmantes, de un 36 por ciento de aceptación en 1997 a 6 por ciento en 2018.
Los filtros utilizados en la estructura del interrogatorio que tiene lugar en la llamada telefónica son otra gran limitación. Entre los primeros temas que un encuestador averigua para verificar si continúa con el resto del cuestionario está la siguiente pregunta: “¿Va a votar usted en la elección?”. Si el encuestado contesta “no”, el encuestador termina la llamada y no extrae ninguna otra información del ciudadano que pudiera dar pistas sobre su decisión conforme se acerca el día de la votación. Así, temas claves como etnicidad, nivel educativo y de ingresos quedan fuera del esquema predictivo de la encuesta.
Otro obstáculo estructural que enfrenta esta industria es que al día de hoy, la mayoría de las elecciones en casi todos los países son altamente polarizadas. En términos comunicacionales, esto significa que ambos bandos suelen presentarse como “salvadores de la patria”, lo que reduce al extremo la base de indecisos.
La elección estadounidense es un buen ejemplo de esta tendencia: un informe de AP VoteCast reveló que el 5 por ciento de los votantes esperó hasta la última semana para tomar una decisión definitiva. Esto refuerza la idea de que los comicios que se ganaban por dos dígitos han quedado atrás. Los resultados en una elección polarizada hacen del cerrado margen de error de las empresas encuestadoras menos tolerable. Aunque las encuestadoras inviertan cada vez más dinero en muestreos más numerosos para acertar resultados cada vez más reñidos, esto no resuelve el problema.
Un tercer obstáculo para las encuestadoras es la presencia en aumento de candidatos populistas en las contiendas electorales en todas partes del mundo. En términos de mercadeo político, un populista no es apenas alguien con malos modales y un desprecio declarado hacia las élites. Es, sobre todo, un candidato que consigue activar a un segmento importante de la población que estaba al margen del proceso político. En ese sentido, ocupan un mismo cuadrante Hugo Chávez, Rodrigo Duterte, Viktor Orbán, Jair Bolsonaro y Donald Trump.
Para las encuestadoras es muy difícil escrutar a estos grupos específicos que viven en sectores rurales o en las periferias obreras de las ciudades. Muchas son personas que no están en los esquemas tradicionales de muestreo de las encuestadoras y no quieren o no les interesa responder una encuesta. También sucede que cuando estos electores silentes pertenecen a la clase media urbana y suburbana, optan por no revelar que respaldan a un líder usualmente antiinmigrantes, rústico de lenguaje y antiintelectual por temor a ser estigmatizados.
Para ilustrar, vale recordar lo sucedido en las elecciones de medio periodo de 2018 aquí en Estados Unidos. Al tratarse de elecciones parlamentarias y no estar Trump en la boleta, la mayoría de las encuestas acertaron los números. Dicho en otras palabras, pareciera que hay un factor determinante en el líder populista que distorsiona el sondeo produciendo un error en la lectura de los resultados. En una época en la cual cada vez hay más candidatos populistas en las elecciones este es un desafío.
Entonces, ¿cuál es el futuro? La respuesta es: Big Data, el cruce de grandes volúmenes de datos digitales desagregados. Un artículo académico de este año de Joseph Johnson, Hyunhwan “Aiden” Lee y Gerard J. Tellis de la Universidad de Miami, sostiene que es posible anticipar 459 del total de 531 Colegios Electorales en Estados Unidos con 86 por ciento de seguridad, usando exclusivamente posteos de usuarios de Twitter. Estos niveles de precisión podrían superarse si se cruza esa información en Twitter con la de los mismos usuarios en otras redes sociales como Facebook, Instagram o Pinterest.
Supongamos que un ciudadano en la Florida rural afirma en Twitter que está “harto de los inmigrantes ilegales” y además sabemos por Pinterest que ese mismo individuo prefiere un carro de marca estadounidense en lugar de uno alemán y unos jeans Wrangler en lugar de unos Levi’s. Dado este perfil, es confiable anticipar que esa persona habría votado por Trump en la elección de este mes o incluso, que habría estado dispuesto a movilizar a otras personas de su entorno en favor de esa decisión política.
Todo eso es posible lograrlo usando plataformas de Big Data que escrutarían en tiempo real las opiniones de millones de personas y no las respuestas de unos pocos miles, como lo hacen las encuestadoras actuales. Hacia allá vamos, no veo otra salida a la debacle y creo que esa mutación de las encuestadoras sucederá velozmente, pues cuanto mayor es la crisis más acelerada y radical será la evolución que la supera.