Es el personaje más icónico de la Revolución Mexicana. Existen cientos de monumentos en su honor, mientras que incontables calles, escuelas y poblados llevan su nombre.
Hay decenas de películas sobre su vida, y de su lucha se han escrito numerosos libros y ensayos académicos.
Se trata de Emiliano Zapata Salazar, “El Caudillo del Sur”, el héroe más querido del conflicto armado entre 1910 y 1915 que cambió la historia de México.
Este 10 de abril se cumplen 100 años de su muerte. Fue asesinado durante una emboscada en la hacienda de Chinameca, en el estado de Morelos.Más que otros líderes de la Revolución, como Francisco I. Madero o Pancho Villa, entre los mexicanos Zapata se convirtió en el símbolo de la lucha por justicia y libertad, explican historiadores como Felipe Ávila.
Zapata encabezó un ejército formado por indígenas, campesinos, jornaleros y obreros que pertenecían a los sectores más afectados durante el período conocido como “El Porfiriato”.
El revolucionario luchaba para que se restituyeran las tierras y manantiales entregados a las comunidades desde los tiempos de la Colonia, pero que les fueron despojados por hacendados y empresas extranjeras.
La importancia histórica del personaje y su lucha, explica Ávila, es que sin el zapatismo la Revolución Mexicana hubiera concluido solamente con un relevo en la presidencia del país.
Pero en cambio, coinciden especialistas, el movimiento virtualmente transformó el modelo de país que existía hasta entonces, y lo convirtió en parte en el México actual.
Lucha ancestral
¿Por qué “El Caudillo del Sur” es tan querido por los mexicanos?
Una razón es que la lucha que encabezó es considerada por muchos como la más auténtica y antigua del país.
En su libro “Zapata. La lucha por la tierra, la justicia y libertad”, el historiador Ávila recuerda que el movimiento “es la historia ancestral de los pueblos indígenas y campesinos por defender sus tierras, sus bosques, sus aguas y sus recursos naturales”.
Una lucha que se mantenía desde los tiempos de la Colonia española, y que no logró solucionarse por completo tras la Independencia firmada en 1821.
En las décadas siguientes tras la separación de España, México vivió casi todo el tiempo en conflictos armados como la intervención francesa, la Guerra de Reforma por la separación Iglesia-Estado o la invasión de Estados Unidos, por ejemplo.
Esto duró hasta 1876, cuando Porfirio Díaz asume la presidencia que empezó un período de estabilidad.
Pero no hubo cambio para los campesinos que en casos como Oaxaca o Chiapas, vivían en condiciones de extrema marginación.
Muchos se veían obligados a trabajar como peones en las grandes haciendas porque carecían de tierras propias y quienes sí eran propietarios no tenían dinero para cultivarlas.
Con frecuencia las comunidades indígenas sufrían el despojo de sus terrenos, bosques y manantiales, a pesar de contar con títulos de propiedad emitidos desde el Virreynato.
La situación se agravó durante el Porfiriato. En Morelos, donde en 1879 nació Zapata, los dueños de haciendas e ingenios se apoderaron de miles de hectáreas de los pueblos para sembrar caña de azúcar.