La versión reload de Nicolás Maduro se ha desatado en los últimos días para sorpresa de los venezolanos. De repente y sin avisar, la revolución de la “suprema felicidad” ya no es perfecta como hasta ahora, al menos ante los ojos “autocríticos” del mandatario. “Hay cosas que están mal y no por culpa de Donald Trump, sino de nosotros. Debemos cambiar todo lo que está mal”, disparó el jefe revolucionario durante la instalación del año judicial 2020.
Los mismos jueces que han decretado más de 100 sentencias contra la oposición y el Parlamento democrático y ni un solo fallo contra el chavismo desde hace 12 años escucharon sorprendidos cómo el “hijo de Chávez” ordenaba a su vicepresidenta, Delcy Rodríguez, y a su Asamblea Constituyente que emprendan una reforma urgente de la justicia. Hasta Tarek William Saab, el fiscal impuesto de forma ilegal por él mismo, deberá contar con ayuda futura pese a su supuesta infalibilidad.
“¡Es ahora!”, clamó el “presidente pueblo”. “Debemos levantar una gran fuerza ética, espiritual y moral para cambiar a Venezuela en todos sus aspectos, para mejorar. Debemos cambiar a Venezuela para mejor, para bien”, añadió Maduro. E insistió: “No podemos autoengañarnos. Si bien es cierto que estamos impulsando planes que avanzan, pero cuando una mira para un lado no puede hacerse el loco”.
El líder chavista describió el desasosiego que sintió al ver las calles deterioradas, llenas de baches y de basura en el barrio del 23 de enero, un bastión revolucionario que protege la “retaguardia” del Palacio de Miraflores. Unas palabras que sorprendieron no sólo por la confesión que suponen, sino también porque la mayor parte del país presenta condiciones mucho peores que las descritas. El regaño de Maduro fue recibido por una larga ovación, pese a que todos los que aplaudían estaban incluidos en sus palabras.
En un primer momento, la autocrítica de Maduro sorprendió a la mayoría de opositores y observadores, acostumbrados a las falsas maravillas de un país que nadie ve a su alrededor. ¿Qué busca realmente el jefe revolucionario parafraseando palabras ya empleadas con anterioridad por él mismo y por Hugo Chávez? La respuesta es del analista Félix Seijas, director de la encuestadora Delphos: “El Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) está en campaña”.
El chavismo ya prepara las elecciones parlamentarias, que serían convocadas en principio para finales de año. Unos comicios que pondrán en aprietos a una oposición que no sabe si presentarse o no a unas elecciones fraudulentas desde su origen, con los cuatro principales partidos de la oposición ilegalizados, con sus líderes inhabilitados y con la tarjeta electoral de la Unidad Democrática bloqueada.
“Durante los próximos meses escucharemos de sus dirigentes una variedad de frases que rompen con la línea común de quiénes ocupan el poder. De nuevo ofrecerán esperanza, nuevos comienzos. Se hará el esfuerzo por conectar con las bases, con sus votantes”, desvela Seijas, quien adelanta cuáles son las tres líneas de acción política que ya maneja el poder bolivariano: activar a sus bases (aproximadamente el 25% del registro electoral) ofreciendo nueva esperanza, desactivar al votante opositor reforzando la idea de ser todopoderoso y de que luchar no tiene sentido y profundizar la desunión entre opositores.
La alusión a Donald Trump se produce además cuando Juan Guaidó, presidente legítimo del Parlamento, apura sus últimas horas en EEUU buscando un encuentro en la cumbre que no acaba de llegar. Guaidó también habló ayer de esperanza y de corregir errores en su discurso ante la diáspora venezolana, cuando se intuye su regreso a Venezuela. Antes pasará el lunes por Brasil para entrevistarse con Jair Bolsonaro y cerrar así una gira internacional donde no sólo se ha encontrado (o lo hará en breve) con los mandatarios de las vecinas Brasil y Colombia, sino también con cuatro de los líderes más poderosos del planeta: Boris Johnson, Angela Merkel, Emmanuel Macron y Justin Trudeau.
La guinda de Trump, tan apetecida para los dos antagonistas, parece no tener dueño todavía, pese a la inversión millonaria empleada por la revolución. La semana pasada se hizo público que Maduro gastó 12 millones de dólares en Washington para contratar servicios legales y de cabildeo.