Keith O’Brien, el cardenal primado de Escocia que dimitió de su cargo tras ser acusado por tres sacerdotes y un exsacerdote de acoso sexual en los años 80, ha fallecido a los 80 años en Newcastle, tras varios días hospitalizados como consecuencia de una caída en la que se golpeó la cabeza. El que fuera arzobispo de St. Andrews y Edimburgo fue obligado a renunciar a este puesto por Benedicto XVI, justo en vísperas del cónclave que iba a elegir al nuevo Papa, y su actitud fue considerada un ejemplo gráfico de la doble moral de la Iglesia.
La renuncia de O’Brien, que provocó un enorme revuelo en la Iglesia católica, se produjo en febrero de 2013, pese a sus reiteradas declaraciones en las que negó los hechos. Más tarde, en cambio, se disculpó por un comportamiento sexual que, dijo, fue “cayó más abajo de los estándares aceptables”. Su apartamiento del cargo le supuso la pérdida de “todos los derechos y prerrogativas del cardenalato”.
Los tres sacerdotes y el exsacerdote le acusaron de haberles hecho proposiciones sexuales indeseadas cuando eran jóvenes sacerdotes o seminaristas, según reveló en su momento el dominical londinenses The Observer. Uno de ellos dejó el sacerdocio al saber en 1985 que O’Brien había sido nombrado obispo, por entender que eso le dejaba bajo su autoridad y a su merced porque le hubiera debido obediencia.
El caso de O’Brien fue relevante por varios motivos, además de por la rapidez con la que el Vaticano decidió atajar el asunto, pero también porque fue considerado un ejemplo de la hipocresía eclesiástica, dado que el ahora fallecido escondía sus impulsos homosexuales detrás de drásticas condenas de la homosexualidad. Llegó a definir las parejas del mismo sexo como “una grotesca subversión de lo que se considera universalmente como un derecho humano”.