CARACAS — El presidente venezolano Nicolás Maduro fue declarado ganador en elecciones para un segundo mandato al cargo de un país en medio de un colapso económico histórico, marcado por precios al alza, hambre generalizada, crimen desenfrenado, un sistema de salud fallidoy un éxodo a gran escala de sus ciudadanos.
Los funcionarios del Consejo Nacional Electoral (CNE) declararon a Maduro como el ganador la noche del domingo, en una contienda que los críticos acusan fue manipulada a su favor.
En la capital y en todo el país, la participación fue extremadamente baja (más de la mitad de la población no acudió a las urnas), un reflejo del llamado de varios líderes opositores para abstenerse, así como de una desilusión de quienes eran simpatizantes del chavismo.
Prácticamente no hubo filas de votantes afuera de las casillas tanto en bastiones a favor del gobierno como en áreas opositoras, un cambio en comparación con anteriores elecciones presidenciales y una señal de que muchos venezolanos rechazaron las candidaturas tanto de Maduro como de los dos otros candidatos.
Los funcionarios del CNE dijeron que Maduro recibió 5,8 millones de votos con un escrutinio del 92 por ciento. Su principal rival, Henri Falcón, un exgobernador quien alguna vez fue parte del chavismo pero que rompió ese vínculo para unirse a la oposición, recibió 1,8 millones de votos, según el CNE. Un tercer candidato, el ministro evangélico y político novato Javier Bertucci, obtuvo 925.000 sufragios. El actual mandato de Maduro termina al fin de este año y su nueva gestión duraría seis años.
“Cuánto han subestimado al pueblo venezolano, cuánto me han subestimado a mí”, dijo Maduro ante una multitud en Caracas después del anuncio de las autoridades electorales. “Pero aquí estamos, ¡triunfando!”.
Maduro no hizo mención de la baja participación y afirmó que el 68 por ciento de los votos que habría otenido es el porcentaje más alto para el vencedor en una elección presidencial en Venezuela.
A pesar del anuncio de su triunfo, es poco probable que haya alivio para Maduro o el país después de estas elecciones.
Estados Unidos y otros países condenaron la votación desde antes de que sucediera y dijeron que no reconocerían los resultados. La Casa Blanca también ha amenazado con imponer sanciones más estrictas. Se prevé que aumente la presión sobre el gobierno de Maduro antes de su segundo mandato porque su gobierno ha quedado aislado del financiamiento internacional; además, la industria petrolera que provee virtualmente todos los recursos duros del país está en caída libre y los niveles de producción de la estatal, PDVSA, se han desplomado.
También es posible que la baja participación y las cifras de la votación sean usadas para cuestionar su liderazgo, pues obtuvo 1,5 millones de votos menos que en 2013, cuando llegó al poder. Maduro no ha dado pruebas hasta el momento de que tiene la capacidad para resolver los graves problemas del país y su frecuente respuesta a la crisis ha sido reprimir con mayor dureza a la oposición, tanto la disidencia tradicional como rivales dentro de la fuerza chavista.
La cifra oficial de participación fue del 46 por ciento, en comparación a un 80 por ciento en las dos elecciones presidenciales pasadas.
Falcón acusó al chavismo de ejercer presión sobre los votantes para manipular su decisión y dijo que no reconoce los resultados anunciados por el CNE.
“No reconocemos este proceso electoral como válido”, declaró Falcón. “El proceso tiene serios cuestionamientos y carece legitimidad”.
La victoria de Maduro con certeza detonará una nueva ronda de peleas internas y de acusaciones dentro de la oposición. Algunos culpan a Falcón de dar legitimidad a la votación por haber elegido participar, mientras otros cuestionan si la oposición dejó pasar una oportunidad de sacar del poder a Maduro, dada su popularidad a la baja entre sus propios simpatizantes, muchos de quienes no acudieron a las urnas.
Venezuela, que tiene las mayores reservas de petróleo comprobadas del mundo, vive una de las peores crisis económicas en la historia reciente en el hemisferio occidental. El Fondo Monetario Internacional estima que la inflación este año podría llegar al 13.000 por ciento, por mucho la más alta del mundo.
Ante precios en aumento y una escasez de productos básicos de todo tipo, muchos venezolanos están desnutridos. Muchas familias comen solamente dos veces al día y sus alimentos contienen pocas proteínas, fruta fresca o vegetales. Un kilo de pollo o res cuesta lo mismo que la despensa mensual del salario mínimo; incluidos los cupones de alimentos, tiene un valor de 2,5 dólares.
Esto difícilmente es la receta para que un presidente gane la reelección, pero Maduro buscó tener todas las ventajas posibles en la votación del domingo.
Las autoridades electorales prohibieron competir a los partidos de oposición más grandes y a sus figuras clave. La brutal represión a las protestas en contra del gobierno y los arrestos de muchos activistas y líderes también han debilitado a la oposición.
Además, las autoridades electorales adelantaron para mayo las elecciones, que usualmente se celebran a finales de año, con lo que dieron poco tiempo para que la oposición se organizara e hiciera campaña. Incluso eliminaron el requisito de que los pulgares de los votantes sean marcados con tinta indeleble, la cual es usada para evitar que la gente vote más de una vez.
Como respuesta, muchos líderes de oposición convocaron a un boicot electoral.
Falcón decidió romper con el resto de la oposición y competir contra Maduro.
El presidente responsabiliza de los problemas en el país a lo que él llama una “guerra económica” contra Venezuela por parte de Estados Unidos. Sin embargo, la mayoría de los economistas culpan a una mala administración, corrupción y políticas fracasadas, como los controles estrictos sobre las divisas extranjeras, una moneda sobrevaluada y los controles de precios para varios productos.
El gobierno ha respondido a la crisis con la oferta de despensas, llamadas cajas CLAP y las cuales incluyen leche en polvo y pasta, aunque muchas personas afirman que son entregadas de forma irregular y sus contenidos no son suficientes para sostener a una familia. Las despensas se han convertido tanto en un incentivo como en una amenaza durante la campaña, con el miedo de muchos votantes de perderlas si no apoyan al gobierno.
El domingo en muchas de las casillas las personas emitieron su voto y después visitaron un punto rojo —llamado así en referencia al color insignia del gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV)— ubicado cerca de ahí.
En los puntos rojos, los votantes debían presentar una cédula de identidad especial, el Carnet de la Patria, que es requisito para recibir despensas y otros servicios y debían dar sus nombres a los trabajadores de las carpas, que tenían listas de aquellos que habían votado. Los trabajadores en los puntos rojos aseguraron que no hubo intentos para presionar a los votantes o para vincular un voto a favor de Maduro a futuras entregas de alimentos.
Falcón acusó que el gobierno utilizó estos mecanismos para compra del voto.
Afuera de una casilla en La Vega, un vecindario pobre en Caracas, una mujer que dijo que trabaja para una agencia del gobierno indicó que temía perder ese trabajo si no acudía a votar y lo reportaba después en un punto rojo. La mujer, que pidió mantener su anonimato por temor a represalias, también dijo que se sintió obligada a respaldar a Maduro aunque no lo apoya realmente, porque se sentía segura de que las computadoras del gobierno tenían un rastro de cómo vota cada quien.
Uno de los aspectos más llamativos del día fue el gran número de votantes que al parecer no acudieron a sufragar.
“Me sorprende la baja participación”, dijo Loreima Henríquez, empleada del CNE que supervisaba una casilla en Dos Caminos, zona caraqueña de clase media. Había alrededor de 4200 votantes registrados para acudir ahí, pero a la una de la tarde solo 313 lo habían hecho. “Estábamos al tanto de los llamados a abstenerse de votar, pero han llegado muchas menos personas de las que esperábamos”, dijo Henríquez.
Rosa Rodríguez, una exsimpatizante de Chávez y Maduro de 50 años y quien dice que esta vez votó por Falcón, se ofreció a trabajar como observadora electoral. “Las personas de ambos bandos no están votando y pienso que es un mensaje silencioso el que están enviando hoy al país”, dijo Rodríguez, quien vive en un área de clase trabajadora en el centro de Caracas. “Tienen que darse cuenta de que el pueblo está protestando en silencio. Para mí eso lo dice todo”.
En un barrio de escasos recursos colindante con el principal aeropuerto, en las afueras de Caracas, Marielis Idimas, madre de dos, dijo que ella votó por Maduro a pesar de las dificultades económicas, pero se mostró más resignada que entusiasmada.
“Mi vida no es buena”, dijo, sentada en un pequeño banco desde donde vende huevos a 60.000 bolívares cada uno (debido a la devaluación de la moneda ante el dólar, eso equivale a unos 6 centavos de dólar, aunque en la moneda venezolana es una suma elevada para la mayoría de la población). “Pero ¿quién sí vive cómodamente ahora?”.
Otra residente del vecindario, María García, de 63 años, dijo que ella no votó porque hacerlo sería apoyar una farsa.
“No seré parte de esto”, dijo García. “Odio todo sobre este gobierno y no quiero tener nada que ver con él”.