SÃO PAULO — La imagen de Luiz Inácio Lula da Silva estaba en todas partes durante la convención nacional del Partido de los Trabajadores brasileño: había camisetas con una fotografía de cuando él era un trabajador metalúrgico joven, carteles que lo mostraban ya como político mientras saludaba a multitudes y cientos de partidarios con su cara en máscaras de cartón.
Solamente faltaba el mismo Lula en ese evento en el que fue lanzada su candidatura presidencial. “¡Yo soy Lula!”, gritaron las multitudes al nominarlo con una votación a mano alzada.
El expresidente de Brasil, quien cumplió dos mandatos y dejó el cargo en 2011 con índices de aprobación récord, ahora está en una celda en lo que cumple una condena de doce años por corrupción. Se espera que el Tribunal Superior Electoral de Brasil lo invalide como candidato para la elección de octubre debido a la sentencia.
Sin embargo, el carismático líder de izquierda aún sería un factor decisivo durante la campaña.
El Partido de los Trabajadores (PT) insiste en que Lula es el único nombre que va a postular para la boleta. Pretenden generar suficiente apoyo popular para forzar a las cortes a que lo liberen y le permitan ser candidato. De manera desafiante el partido incluso se rehusó a nombrar a un candidato a la vicepresidencia que pudiera quedar como el postulado si vetan a Lula.
Muchos de los partidarios de Lula están de acuerdo. Antes de la convención del sábado, algunos simpatizantes realizaron una huelga de hambre y prometieron marchar en Brasilia durante este mes, en el cual los partidos harán los registros oficiales de candidaturas ante la corte electoral.
En Río de Janeiro, cientos de miles acudieron a un concierto de “Lula libre” en el que varios de los músicos más famosos del país tocaron canciones de protesta escritas durante la dictadura militar.
En la ciudad sureña de Curitiba, donde está encarcelado, Lula ha recibido a visitantes de alto perfil en su celda de casi cincuenta metros cuadrados cada jueves, cuando se permiten las visitas de amigos y familiares.
El apoyo también ha llegado desde el extranjero por parte de líderes de la izquierda, entre ellos, la expresidenta chilena Michelle Bachelet, el exmandatario francés Francois Hollande, el presidente boliviano Evo Morales y veintinueve senadores estadounidenses, incluido Bernie Sanders. Los legisladores estadounidenses indicaron en una carta que “los hechos del caso del presidente Lula hacen parecer que el principal objetivo de su encarcelamiento es prohibirle participar en las elecciones”.
Lula fue arrestado en abril, cuando declaró desafiante: “No seré detenido porque no soy un humano, soy una idea. De ahora en adelante todos ustedes serán Lula”.
Como parte de la estrategia, varios líderes petistas se cambiaron los nombres en sus redes sociales, como Gleisi Lula Hoffman.
“El poder judicial, la élite, los medios han hecho todo para intentar impedirlo”, dijo Hoffman. “Pensaron que la única manera de detener a Lula era retirarlo físicamente, al ponerlo en prisión. Pero en lugar de detenerlo solo ha crecido más el apoyo de la gente”.
De hecho, Lula —quien enfrenta otros cargos por corrupción— encabeza las encuestas electorales por un margen amplio; alrededor de 30 por ciento de los brasileños dicen que votaría por él. Y lo que es más: un 47 por ciento dice que “definitivamente” o “muy probablemente” respaldaría a candidatos que él respalde, según un sondeo de Datafolha.
Son cifras impresionantes para alguien que no ha sido visto en público desde abril, quien no puede grabar videos ni dar entrevistas ni publicar en Twitter de manera personal; aunque el partido frecuentemente actualiza sus cuentas de redes sociales.
Tal lealtad es testamento de la fidelidad de sus partidarios entre las clases media y pobre de brasileños, sobre todo en el noreste del país.
“La política es fea. Pero Lula es el único político que ha hecho algo por los pobres”, dijo José Eduardo, jardinero de Recife, ubicado en el estado natal de Lula, Pernambuco. “Gracias a él la zona donde vive mi madre tuvo electricidad por primera vez y mi hija consiguió una casa. Si me dice que vote por alguien, lo hago”.
Analistas políticos dicen que Lula ha estudiado junto con el PT quién podría ser un candidato alterno de último minuto, pero que mantenerlo directamente a él en la contienda hasta cuando sea posible es clave para la estrategia de promoverlo cual mártir.
“La única manera en la que el PT mantiene relevancia en la política brasileña es si mantiene un frente unido respecto a Lula”, dijo Monica de Bolle, directora de Estudios Latinoamericanos en la Universidad Johns Hopkins. “El PT es Lula”.
Como otros líderes destacados de la izquierda latinoamericana, Lula no ha podido aprovechar su papel para establecer a una generación de sucesores. Los críticos dicen que Hugo Chávez, de Venezuela, o Evo Morales, de Bolivia, fueron transformadores pero que, en vez de crear movimientos políticos que se sostuvieran por sí solos estos no fueron más allá de ser un culto a la personalidad.
Apostarle a Lula conlleva riesgos. Varios partidarios le han dado la espalda al acusarlo de la corrupción y de un enorme esquema de sobornos en la petrolera estatal revelado por la investigación Lava Jato. Aunque el 30 por ciento de los brasileños dice que votaría por él, su índice de desaprobación es del 36 por ciento.
Los críticos dicen que al PT le iría mejor si respaldara a otros políticos de izquierda que no han sido afectados por el escándalo.
Mientras, parece que Lula aún controla las decisiones desde la cárcel. No se permite el ingreso de celulares o equipo electrónico a la prisión, pero puede recibir visitas de abogados los cinco días de la semana. De esa manera se comunica con el partido, con su base política y con el público; a través de sus abogados ha publicado notas escritas a mano y artículos de opinión con los que sortea la prohibición de hablar con la prensa.
Fernando Haddad, exalcalde de São Paulo, está registrado como uno de los abogados de Lula y muchos piensan que es el heredero más probable del expresidente. Apuntala la promoción de la plataforma petista para la elección.
“Insistir con Lula no es un cálculo político, sino una necesidad moral”, declaró Haddad durante una entrevista reciente en su hogar en São Paulo. “Pero ha funcionado también en cuestión política porque sigue subiendo en las encuestas”.
Haddad dijo que los líderes del partido confían en que una vez que se dé el registro oficial de candidaturas, el 15 de agosto, a Lula se le permitirá ejercer sus derechos políticos, grabará anuncios televisivos para los espacios publicitarios permitidos para los partidos e, incluso, participará en debates.
Pero los expertos legales dicen que la situación no tiene precedentes y es sumamente complicada.
“Lula tendría los mismos derechos políticos en cierto sentido, al menos por ahora, pero será limitado por la condena”, dijo Savio Chalita, profesor de derecho electoral. Eso significa que un juez penal tendría que darle el permiso para que salga de prisión si quiere hacer mítines o ingresar equipo para grabar los anuncios dentro de la celda.
Y luego está el muy probable escenario en el que el tribunal electoral lo declare inelegible para postularse debido a la sentencia. En ese caso, el PT tendría un plazo de hasta veinte días antes de la elección para presentar a alguien más.
Mientras más tiempo espere el partido para hacer eso menos tiempo tendrá para hacerle promoción a esa persona. También desata temores de que el país tenga la primera elección en la que se disputa la legitimidad desde que terminó la dictadura militar en 1985.
“Si impides que el líder más popular del país se postule, el riesgo para la democracia brasileña es altísimo”, dijo Hoffman.