Hace no tanto tiempo, dentro de este mismo edificio, a unos pocos pasos de donde estaba parado el barman, se mezclaban brebajes muy diferentes y mucho menos apetitosos: orina, granos de café y sal de mesa, por nombrar algunos de los ingredientes.
El restaurante, La Punto, es un gastrobar de Sochi que el sitio web de la Copa del Mundo recomienda a los aficionados y que está situado en el mismo edificio que albergó al infame laboratorio antidopaje al centro de uno de los esquemas fraudulentos más elaborados en la historia de los deportes.
En este lugar, Grigory Rodchenkov —el químico que dirigió las pruebas de dopaje en Rusia durante una década, incluido en las Olimpiadas de Invierno de Sochi en 2014— pasó las noches durante esos juegos olímpicos alterando más de cien muestras de orina con el fin de ocultar el uso generalizado de drogas prohibidas para mejorar el rendimiento que utilizaban algunos de los mejores atletas rusos.
Este mes, mientras se desarrolla otro importante evento deportivo internacional en la ciudad, la estructura funge casi como un símbolo permanente de la sombra que todavía persigue a los deportes rusos, un monumento perturbador que honra el arte oscuro del dopaje.
El martes, cuando los aficionados llenaban el restaurante para ver cómo Rusia lograba una victoria sobre Egipto, el edificio que dejó una cicatriz en el deporte ruso se volvió de pronto un lugar para celebrarlo.
“Es algo muy positivo”, comentó Artyom Zhuk, un marinero de 35 años originario de Novorossiysk, en respuesta a una pregunta sobre la transformación del edificio para el Mundial. “Queremos que la gente venga, se divierta y vea que los rusos somos amigables”.
Minutos más tarde, una mesa cercana con una decena de aficionados panameños comenzó a gritar: “¡Rusia! ¡Rusia!”, para reconocer la sorprendente ventaja del equipo local (le ganó 3-1 a los egipcios).
Las únicas alusiones al oscuro pasado del edificio se encuentran en las profundidades del extenso menú de cócteles del restaurante, donde los borrachos conocedores podrán notar el B Sample —tequila, sambuca y salsa Tabasco—, el nombre de la muestra suplementaria de orina que se solicita en las pruebas olímpicas de dopaje. El trago con una base de ajenjo se llama Meldonium, que curiosamente resulta ser el nombre de la sustancia prohibida que provocó la suspensión de Maria Sharapova del tenis.
“¿El B Sample es amarillo?”, preguntó Richard McLaren, el investigador que pasó gran parte de 2016 investigando qué había sucedido en el laboratorio de Sochi y publicó un informe abarcador al respecto usado por la Agencia Mundial Antidopaje (y sí es amarillo).
“En efecto, reconoce algunas de las cosas que pasaron, pero al mismo tiempo las trivializa”, agregó McLaren. “Comprendo el humor en ello”.
La mayoría de los comensales, aun los más versados en los detalles del melodramático escándalo, parecían no percatarse del pasado sospechoso del edificio.
“¡No sabía que eso había pasado aquí!”, exclamó Karla Espinosa, una aficionada al fútbol originaria de la ciudad de Panamá. “Voy a tomar una foto para enseñársela a mis amigos”.
Hace cuatro años, Rodchenkov formuló con orgullo un cóctel conocido como la Duquesa: una mezcla de tres esteroides anabólicos con whisky Chivas Regal para los deportistas y con vermut Martini&Rossi para las atletas.
“Qué ironía”, comentó Richard Pound, el presidente fundador de la Agencia Mundial Antidopaje, quien encabezó una primera investigación sobre el dopaje ruso. Pound mencionó que pensaba que el escándalo de dopaje había ensombrecido la Copa del Mundo, aunque “tal vez la sombra no sea tan grande ni tan oscura como debería ser”.
Aunque el restaurante bromea acerca de la historia del edificio, a los funcionarios del deporte ruso no les pareció tan divertido el escándalo, puesto que le valió a la nación el pago de una multa de 15 millones de dólares a inicios de este año. El equipo de atletismo de Rusia sigue vetado de las competencias internacionales y las autoridades regulatorias internacionales les han retirado la certificación a las operaciones antidopaje del país.
“Creo que todavía está ensombrecido el asunto”, opinó Fernando Camacho, un hincha de la selección mexicana de 24 años que estaba de visita en Sochi y vive en Chester, Nueva Jersey. Camacho dijo que recordar el escándalo en curso confería un toque de “sobriedad” a las que, salvo por ese detalle, son unas festividades alegres.
El martes por la noche, las bebidas del restaurante, a juzgar por el desenfreno de los vítores y las celebraciones tras silbatazo final del Rusia-Egipto, tuvieron el efecto opuesto.