Los obispos de Chile que han viajado a Roma para reunirse con el Papa para rendir cuentas y buscar responsabilidades sobre los casos de abusos a menores por parte del clero han declarado a la prensa internacional que llegan al Vaticano “con dolor y vergüenza”. Lo han dicho la víspera de los encuentros cruciales con Francisco, que durarán tres días, desde el martes 15 hasta el jueves 17 y de los que saldrán decisiones que afectarán a la organización de la Iglesia del país sudamericano. El pontífice argentino convocó a los prelados el pasado abril para viajar al Vaticano, algo excepcional, para discernir el asunto y “hacer resplandecer la verdad en nuestras vidas” a través de una carta en la que también reconocía “graves equivocaciones de valoración y percepción de la situación”. Además constataba en la misiva falta de transparencia en la Iglesia chilena.
El lunes por la tarde, en Roma, los portavoces de la Conferencia Episcopal chilena, Fernando Ramos y Juan Ignacio González confesaron que no saben cuánta información ha recibido el Papa y declararon que cuando sucedieron los abusos, que comenzaron hace décadas, no tenían “ni la capacidad ni la preparación” para entender el proceso por el que pasa una víctima. “Hemos cometido errores que no deberíamos haber cometido pero estamos aprendiendo para no volver a cometerlos”, declaró monseñor Ramos, secretario de la Conferencia episcopal y añadió que tienen la “obligación moral de estar con las víctimas” y de “pedir perdón hasta setenta veces siete”.
Monseñor González declaró que los abusos “nunca deberían haber sucedido” y alegó que están trabajando para que no se repitan los casos. “La experiencia nos dice que siempre en general las victimas tienen la razón, sobre todo cuando son menores”, agregó. González es el obispo de San Bernardo y en el pasado fue un acérrimo defensor del expárroco Fernando Karadima, el sacerdote acusado de violar durante años a al menos cuatro jóvenes chilenos, de acuerdo con la justicia civil y eclesiástica y cuyo caso –prescrito y sin condena- ha desatado años después una profunda crisis en la Iglesia chilena con importantes repercusiones en el Vaticano.
Durante la visita papal a Chile, en la que Francisco defendió al obispo Juan Barros (en el avión de regreso a Roma pidió perdón), acusado de encubrir los abusos de Karadima, González siempre se situó cercano al obispo y también salió en su defensa. En la rueda de prensa de la tarde del lunes explicó que lo hizo como “una obra de caridad”. “Lo hice ante el hermano que sentía solo, abandonado, herido”, puntualizó.
Uno de los nombres controvertidos y cuestionados en el proceso es el de Francisco Javier Errázuriz, arzobispo emérito de Santiago y miembro del Consejo de Cardenales (C9) que asesora al Papa en las reformas de la Curia. Las víctimas Juan Carlos Cruz, James Hamilton y José Andrés Murillo, a quienes el Papa recibió en el Vaticano hace dos semanas y pidió perdón, lo acusaron directamente de encubrir los abusos. En un primer momento declaró que no viajaría a Roma para participar en la reunión con el Pontífice, lo que generó cierta polémica e hizo que finalmente cambiara de opinión. Llegó el domingo a Roma. “Me pareció que el Papa deseaba mi presencia”, declaró a la prensa chilena. “Cada uno debe discernir personalmente y no se puede juzgar a los demás”, dijo González al ser preguntado por la controversia. También está en la ciudad el propio Barros, que participará junto a 31 obispos diocesanos y auxiliares y dos eméritos en los encuentros con Francisco.
El Vaticano informó a través de un comunicado que emitió el pasado sábado que considera necesario “examinar en profundidad sus causas y consecuencias, así como los mecanismos que han llevado en algunos casos a su encubrimiento y a las graves omisiones hacia las víctimas”. También explicó que los encuentros se completarán con los “numerosos testimonios orales y escritos” que el Papa ha seguido recibiendo en las últimas semanas. Lo que suceda los próximos tres días en Roma será crucial para el futuro de la iglesia chilena y también un momento decisivo para el pontificado de Francisco, puesto que también está en juego su credibilidad.