Es el misterio financiero para quienes son treintañeros. ¿Cómo puede alguien, hasta quienes tienen un trabajo estable y mucho menos quienes tienen hijos, costear su vida en las grandes ciudades, como Nueva York, Los Ángeles o San Francisco?
La respuesta es: muchos reciben apoyo monetario, de distintos niveles, de sus padres.
Espera, todavía no gires los ojos de manera escéptica con exasperación por aquellos milénials que no logran despegar por sí solos. Considera la economía implacable de intentar hacer tu vida hoy en día en un país como Estados Unidos. Los salarios están estancados y los costos de bienes raíces, cuidado médico y cuidado familiar se han disparado. Un análisis económico reciente concluyó que “para los estadounidenses de menos de 40 años, el siglo XXI ha sido como una muy larga recesión”.
Más de la mitad de los estadounidenses de entre 21 y 37 años recibieron algún tipo de ayuda financiera de un padre, tutor o familiar desde que cumplieron 21, según un reporte hecho en 2018 por Country Financial, empresa de servicios financieros. Eso incluye dinero para pagar el servicio de teléfono celular (que recibió el 41 por ciento), para víveres y combustible (el 32 por ciento), la renta inmobiliaria (40 por ciento) o el seguro de gastos médicos (32 por ciento).
Luego está la ayuda en servicios no remunerados, como el cuidado de los nietos, una asistencia crucial para muchas personas. Un cuarto de quienes ya son padres en la generación milénial recibe asistencia por hora de sus propios padres, ya sea ayuda en el hogar o con los hijos, y el 18 por ciento indica que no podría mantener sus vidas diarias si no recibieran ese apoyo, de acuerdo con un estudio hecho en 2017 por TD Ameritrade. El mismo estudio arroja que más de la mitad de los milénials que tienen hijos sufren una ansiedad generalizada de no poder ganar lo suficiente para mantenerse a ellos y a sus familias.
Todo esto significa que la percepción de esta generación, por lo menos entre los que pertenecen a la clase media, es muy distinta que la de sus equivalentes en el pasado. En el programa de televisión Thirtysomething, que estuvo al aire entre 1987 y 1991, prácticamente ningún personaje mencionó nunca necesitar ayuda financiera de sus padres. Las series de hoy en día muestran otra realidad, como la cantidad de personas que necesitan compartir departamento para pagar la renta en New Girl o en Unbreakable Kimmy Schmidt.
En ocasiones, las personas ni siquiera quieren responder a la pregunta: “¿has logrado cortar el vínculo financiero con tu familia?”. A pesar de lo común que es para muchos milénials recurrir a la ayuda de sus padres incluso a una edad en la que ellos mismos ya tienen hijos, reconocer ese apoyo puede ser un tabú financiero.
“Es más fácil hablar sobre el ahorro o ser frugal”, dijo Kimberly Palmer, experta en finanzas personales de la aplicación NerdWallet y quien recibe la ayuda de sus padres para el cuidado de sus hijos. “Con esos temas no hay tanta vergüenza”.
Lo que es especialmente distinto hoy en día sobre la ayuda que reciben los treintañeros de sus padres, a diferencia del apoyo que ha existido antes, es que en una economía con giros más extremos y sueldos más estancados la riqueza familiar es un factor mucho más determinante para el ascenso socioeconómico, de acuerdo con Chuck Collins, autor de Born on Third Base: A One Percenter Makes the Case for Tackling Inequality, Bringing Wealth Home, and Committing to the Common Good.
Tanto así que los treintañeros que no tienen asistencia parental enfrentan aún mayores desventajas. “Luchan por pagar sus deudas estudiantiles, sus ahorros son parcos debido a esas deudas y con frecuencia tienen que cuidar a sus demás familiares”, dijo Iimar Ho, de 32 años, directora ejecutiva de Resource Generation, organización que trabaja para involucrar en temas de desigualdad a personas de entre 18 a 35 años que tienen privilegios financieros o de clase social.
Roger Quesada, de 34 años, dijo que su deuda por la colegiatura estudiantil de 65.000 dólares, tramitada con la institución financiera Sallie Mae —que cobra 400 dólares al mes tan solo en intereses—, es “una condena de prisión”. Un retraso en los pagos arruinó su historial crediticio, dijo, y ha coartado sus aspiraciones económicas y profesionales.
“He tratado de navegar nuestra economía sin uno de sus componentes más importantes, un buen historial crediticio, que provee enormes ventajas y privilegios”, dijo Quesada, quien creció en un barrio de clase trabajadora en Nueva Jersey.
“Graduarse sin deudas es algo que muchas personas en mi generación toman por sentado”, añadió Quesada, hijo de migrantes, quien añadió que muchos también ignoran el peso añadido de no contar con padres que sí puedan dar consejos financieros. “Yo no pude depender de mi madre después de salirme de casa; está jubilada, tiene una incapacidad y ella apenas se puede sostener sin su red de seguridad social. Si acaso, yo tengo que ayudarla a ella”, dijo.
Es peligroso que la cantidad de milénials que reciben ayuda de sus padres no quieran revelarlo: genera una idea distorsionada de lo que se requiere para tener éxito y de qué logros financieros son posibles si uno realmente empieza de cero.
Simon Isaacs, fundador del sitio web Fatherly, por ello destaca la importancia de darle crédito a su familia. La ayuda de sus familiares comentó, fue clave para que él y su esposa pudieran comprar una casa en Brooklyn, donde viven con sus dos hijos pequeños.
“Creo que los milénials necesitan abandonar la narrativa de que lo han logrado por sí solos”, dijo Isaacs. “Esconde las muchas maneras en las que sí se han visto privilegiados por su raza o por la ayuda de sus padres”.