En el año 1999, el japonés Shigetaka Kurita, diseñador de interfaces, crea 176 emoticonos para Ntt Docomo, una empresa japonesa de comunicación móvil, con el objetivo de agregar el componente emocional que le falta al texto. Se inspira para ello en el manga. Una década después, con la proliferación de las redes sociales, y más concretamente de WhatsApp, el emoji se ha convertido en un lenguaje universal.
Según Unicode, el consorcio que los regula y restringe, los emojis son “pictografías que se presentan de una forma colorida y en caricatura y se utilizan en línea en el texto. Representan cosas como rostros, clima, comida y plantas, o emociones, sentimientos y actividades”. El 17 de julio se celebra el día internacional de estos emoticonos por una curiosa razón: en el emoji del calendario aparece marcado este día.
Según Unicode, actualmente existen un total de 3.019 emojis, divididos en 10 categorías. Las que más tienen son: gente y cuerpo humano (1.606), banderas (268), objetos (233) y símbolos (217). Y aunque no se puede cuantificar cuántos se usan diariamente, hay herramientas como emojitracker que analizan la cantidad de emojis que se publican, en este caso, en Twitter. En el momento en el que se escribe este artículo, la cara de la risa con lágrimas –llamada oficialmente Face With Tears of Joy– es la más usada, y se ha tuiteado un total de 2.485.057.462 veces.
Por la popularidad de estos caracteres, los emojis tienen enciclopedia propia, la Emojipedia, y protagonizan un largometraje, Emoji, la película. En 2015, el Diccionario de Oxford eligió el emoticono sonriente como palabra del año. Pero algo que puede parecer inocente como estos pictogramas tiene un trasfondo y por ello se han convertido en objeto de diversos estudios. La Universidad de Minesota ha descubierto, tras la realización de encuestas, que pese a la fama de estos emoticonos, muchos de ellos no se interpretan correctamente, ya que hay personas que los identifican de manera distinta. De hecho, según este análisis, solo el 4,5% de los iconos analizados se interpretan de una manera consistente entre diferentes personas. Sin embargo, el propio creador de los mismos, Kurita, cree que su uso es libre: “No creo que exista un uso correcto o incorrecto del emoji”, opina.
También hay libros que hablan sobre este fenómeno, como El código Emoji, del lingüista británico Vyvyan Evans, que se pregunta en su obra si estos emoticonos son equiparables al lenguaje: “En términos de comunicación no verbal, es algo que es tan antiguo como la propia comunicación”, escribe.
La psicóloga Carolina Álvarez, miembro de Top Doctors, explica que el uso excesivo de los emoticonos puede impedirnos establecer vínculos más profundos y sólidos “tratando de forma superficial algo tan importante como los sentimientos afectivos, que merecerían una mayor reflexión o, incluso, una conversación”. Álvarez también cree que los emojis pueden ser usados para evitar decir algo en un momento determinado: “Depende del momento, un icono de un corazón en vez de un ‘te quiero’ puede ser visto como un mensaje para salir del paso sin comprometerse e implicarse tanto”, explica.
En el mundo de los emojis se pueden encontrar anécdotas curiosas, como la historia de la inserción del emoticono de la paella, o la interpretación popular que se ha hecho de algunos. Por ejemplo, el que conocemos como “la flamenca del WhatsApp” fue originalmente diseñada como una bailarina de salsa. Por otro lado, cada cierto tiempo se añaden nuevos iconos a los sistemas como una forma más de actualizar, visibilizar y normalizar: tras dos años de lucha, la ONG Plan International UK ha conseguido la inserción de un emoji que simboliza la menstruación, algo que, según la portavoz de la organización, Carmen Barlow, “podría ayudar a normalizar los períodos en las conversaciones diarias”. Este tipo de peticiones se han producido también para conseguir que hubiera una representación de todos los tipos de familias y colectivos LGTBI, personas con discapacidades o parejas interraciales.