Cuando los vikingos dejaron atrás los fiordos de Noruega que les eran conocidos y se adentraron en territorios inexplorados y glaciales, estaban a merced de los elementos. No tenían brújulas magnéticas ni alguna forma de alejar los tramos de nubarrones o niebla que dificultaban navegar con ayuda del sol. La forma en la que los exploradores cruzaban el mar abierto en esas épocas ha sido un misterio que ha cautivado a los académicos desde hace mucho tiempo.
Las sagas nórdicas hacen referencia a sólarstein, o la piedra solar, que tenía propiedades especiales cuando se le colocaba a contraluz hacia el cielo. En 1967, un arqueólogo danés de nombre Thorkild Ramskou sugirió que estos cristales revelaban diversos patrones de luz en el cielo ocasionados por la polarización y que se dan incluso cuando el día está nublado o el sol se oculta en el horizonte.
Para tal fin se pueden usar varios cristales traslúcidos, como la calcita, la cordierita y la turmalina. Ninguno de estos se ha encontrado en los sitios arqueológicos vikingos, pero se descubrió un cristal de calcita en el naufragio de una nave de guerra británica del siglo XVI, lo que indica que podrían haber sido una herramienta conocida para los navegantes marinos avanzados.
“Este estudio es un avance importante debido a que aborda el problema de las condiciones nubladas de manera sistemática”, comentó Stephen Harding, autor del libro Science and the Vikings y profesor de Bioquímica de la Universidad de Nottingham, quien no participó en el estudio.
Dénes Szás y Gábor Horváth, autores del nuevo estudio y físicos de la Universidad Eötvös Loránd en Hungría, son parte de un grupo de investigación que ha pasado años tratando de sustentar la posibilidad de que los vikingos emplearan piedras solares.
En 2014, el grupo sugirió que un artefacto medieval llamado disco de Uunartoq era parte de una brújula solar que los vikingos usaban junto con las piedras solares.
Su trabajo más reciente usa un modelo de computadora que simula 3600 viajes de tres semanas desde Noruega hasta Groenlandia con distintas condiciones de nubosidad en dos momentos, el equinoccio de primavera y el solsticio de verano, ambos marcados en el disco de Uunartoq.
Si los vikingos orientaban sus barcos con calcita, cordierita o turmalina al menos cada tres horas, según mostró el modelo, tenían entre un 92 y un 100 por ciento de probabilidades de avistar Groenlandia. Estas son “tasas de éxito sorprendentemente elevadas” para navegar en condiciones de nubosidad, observaron los autores.
La clave de la navegación con la piedra solar es la polarización, un proceso que filtra los rayos del sol, de tal modo que solo se pueden mover en un plano. La luz del sol comienza a oscilar en múltiples planos, pero las partículas atmosféricas crean anillos concéntricos de luz polarizada alrededor del sol, incluso en los días nublados. Aunque algunos animales, como las hormigas y los grillos, pueden detectar estos patrones, la polarización es prácticamente imperceptible a simple vista para los humanos.
Los cristales pueden ayudar. Cuando la luz polarizada pasa a través de la calcita, se divide en dos rayos. Al girar el cristal de calcita a contraluz y observar cambios en el brillo entre estos rayos, es posible descubrir los anillos de polarización de la atmósfera y darse una idea de la ubicación del sol (la cordierita y la turmalina funcionan de manera un tanto diferente, pero el principio es similar).
Los vikingos pueden haber calibrado los cristales cuando estaba soleado y después haberlos usado para navegar en días nublados, comentó Horváth en un correo electrónico.
Amit Lerner, investigador de visión animal que vive en Israel, se pregunta si la navegación con ayuda de la piedra solar habría sido demasiado engorrosa para que los vikingos lograran llevarla a cabo.
“Los pequeños errores de navegación —incluso de una fracción de un ángulo— pueden conducir a desviaciones enormes” en los viajes largos, explicó.
Harding comentó que no deberíamos desestimar con tanta rapidez a los vikingos, quienes “eran brillantes”, a pesar de la percepción popular de que eran salvajes.
Los autores del estudio esperan llegar a una conclusión con la prueba máxima: un viaje redondo entre Noruega y Groenlandia, en el que se navegue con una brújula solar y piedras solares.