BRUSELAS — Cuando los miembros del Parlamento Europeo se reunieron este mes para leer el primer contrato públicamente disponible para la compra de vacunas contra la COVID-19, notaron que faltaba algo. De hecho, faltaban muchas cosas.
¿El precio por dosis? Censurado. ¿El calendario de entrega? Censurado. ¿La cantidad de dinero pagado por adelantado? Censurada.
Y ese contrato, entre la empresa farmacéutica alemana CureVac y la Unión Europea, es considerado como uno de los más transparentes del mundo.
Los gobiernos han invertido miles de millones de dólares para ayudar a las compañías farmacéuticas a desarrollar vacunas y están gastando miles de millones más para comprar las dosis. Pero la mayoría de los detalles de los acuerdos con esas empresas siguen siendo secretos. Los gobiernos y las organizaciones de salud pública han accedido a las exigencias de las farmacéuticas que piden mantener los pormenores en secreto.
Apenas han transcurrido algunas semanas desde el inicio de la campaña de vacunación, pero ese secretismo ya está dificultando el proceso de rendición de cuentas. Las compañías farmacéuticas Pfizer y AstraZeneca anunciaron hace poco que no iban a poder cumplir con sus plazos de entrega en Europa, lo que ha causado una preocupación generalizada debido a la propagación de las variantes peligrosas del virus. No obstante, los términos de sus contratos siguen siendo secretos muy bien guardados, lo que complica interrogar a los funcionarios de la compañía o del gobierno sobre responsabilidades o soluciones.
Sin embargo, los documentos disponibles sugieren que las compañías farmacéuticas exigieron y obtuvieron plazos de entrega flexibles, protección de patentes e inmunidad de ser responsabilizados si algo sale mal. En algunos casos, los países tienen prohibido donar o revender las dosis, una prohibición que podría obstaculizar las iniciativas de llevar vacunas a los países pobres.
Los gobiernos están firmando al menos tres tipos de acuerdos de vacunas: algunos les compran directamente a las empresas farmacéuticas. Otros compran a través de organismos regionales como la Unión Europea o la Unión Africana. Muchos recurrirán al Fondo de Acceso Global para Vacunas COVID-19 (COVAX, por su sigla en inglés), una alianza de más de 190 países que está comprándoles a las farmacéuticas con el objetivo de que las vacunas estén disponibles en todo el mundo —en especial en los países pobres— de manera gratuita o a un costo reducido. Algunos gobiernos han firmado acuerdos tanto con fabricantes como con COVAX.
Estados Unidos ha reservado 400 millones de dosis de las vacunas Pfizer-BioNTech y Moderna, una cantidad suficiente para 200 millones de personas, y está cerca de ordenar 200 millones de dosis adicionales para el verano, con opciones para comprar hasta 500 millones más. También tiene acuerdos de compra anticipada para más de 1000 millones de dosis de otras cuatro compañías cuyas inoculaciones aún no cuentan con la aprobación regulatoria de Estados Unidos.
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La Comisión Europea, el poder ejecutivo de la Unión Europea que negocia en nombre de sus 27 Estados miembros, tiene casi 2300 millones de dosis bajo contrato y está negociando por unos 300 millones más, según datos recopilados por UNICEF y Airfinity, una empresa de análisis científicos.
COVAX dice que tiene acuerdos por poco más de 2000 millones de dosis de vacunas, aunque también mantiene sus contratos en secreto. Solo alrededor de una docena de los 92 países que califican para recibir los subsidios de vacunas que otorga la alianza han logrado asegurar acuerdos con compañías individuales, por un total de 500 millones de dosis.
A pesar del secretismo, algunos documentos gubernamentales y normativos, declaraciones públicas, entrevistas y deslices ocasionales han revelado algunos detalles importantes sobre los acuerdos de vacunas. Esto es lo que sabemos hasta el momento.
Los gobiernos ayudaron a la creación de las vacunas
Desarrollar vacunas es una empresa arriesgada. Las compañías rara vez invierten en la fabricación hasta que están seguras de que sus vacunas son eficaces y pueden obtener la aprobación del gobierno. Esa es parte de la razón por la que suele tomar tanto tiempo desarrollarlas y distribuirlas.
Para acelerar este proceso, los gobiernos —principalmente los de Europa y Estados Unidos— y organizaciones sin fines de lucro como la Coalición para las Innovaciones en Preparación para Epidemias (CEPI, por su sigla en inglés), absorbieron parte o la totalidad de ese riesgo.
Estados Unidos, por ejemplo, se comprometió a destinar hasta 1600 millones de dólares para ayudar a la empresa Novavax, con sede en Maryland, a desarrollar su vacuna contra el coronavirus, según documentos normativos. La CEPI aportó hasta 400 millones de dólares en subvenciones y préstamos sin intereses.
Otras empresas han recibido incluso más ayuda. La compañía de biotecnología de Massachusetts, Moderna, no solo utilizó tecnología desarrollada por el gobierno como la base de su vacuna, sino que también recibió cerca de 1000 millones de dólares en subvenciones gubernamentales para desarrollar el medicamento. Luego, en agosto, el gobierno realizó un pedido inicial de la vacuna por 1500 millones de dólares. La compañía ha dicho que el proyecto fue pagado en su totalidad por el gobierno federal.
Este tipo de acuerdos se diseñaron para ayudar a las empresas a iniciar la fabricación y cubrir costos como los de las pruebas clínicas.
Pero las empresas se quedarán con las patentes
A pesar de las enormes inversiones de los contribuyentes, normalmente las empresas farmacéuticas son propietarias absolutas de las patentes. Eso significa que las compañías pueden decidir cómo y dónde se fabrican las vacunas y cuánto cuestan. Como se explica en el contrato de CureVac, la compañía “tendrá derecho a explotar de manera exclusiva” esos derechos de propiedad.
Esto ha sido motivo de discordia durante meses. Una coalición de países, liderada por India y Sudáfrica, ha solicitado a la Organización Mundial del Comercio que ceda los derechos de propiedad intelectual para que los fabricantes de medicamentos genéricos puedan comenzar a producir las vacunas. La Organización Mundial de la Salud ha respaldado esta idea, pero ha sido prácticamente condenada por la oposición de Estados Unidos y Europa, cuyas farmacéuticas afirman que las patentes —y las ganancias derivadas de ellas— son el sustento de la innovación.
“Los gobiernos están creando una escasez artificial”, dijo Zain Rizvi del grupo de monitoreo Public Citizen. “Cuando los ciudadanos financian el conocimiento requerido para poner fin a una pandemia, eso no debería permanecer en secreto”.
Los precios variarán
Uno de los términos clave de los contratos de las vacunas —el precio por dosis— está censurado con frecuencia en las versiones públicas de los contratos gubernamentales. Las empresas lo consideran un secreto comercial. Algunas farmacéuticas han incluido cláusulas en sus contratos de suministro que les permiten suspender las entregas si los países revelan el precio.
Al insistir en que sus precios sigan siendo confidenciales, los fabricantes tienen la ventaja sobre los negociadores de los gobiernos, que no saben cuánto están pagando los otros países.
Aunque los gobiernos aceptaron esa disposición, ciertas filtraciones e informes oficiales muestran algunas de las disparidades. Según informes de los medios, la Comisión Europea pagó 2,19 dólares por cada dosis de la vacuna desarrollada por la Universidad de Oxford y AstraZeneca, mientras que Sudáfrica pagó más del doble, 5,25 dólares.
Las compañías farmacéuticas no respondieron a las solicitudes para ver los contratos o explicar por qué era necesario el secretismo. Un portavoz de Moderna se limitó a señalar un documento normativo que decía que el contrato “contiene términos y condiciones habituales”.
Es por eso que el mes pasado hubo tanto revuelo cuando un funcionario belga reveló por error una lista de precios, que mostraba que los contribuyentes estadounidenses estaban pagando 19,50 dólares por dosis de la vacuna Pfizer, mientras que los europeos pagaban 14,70 dólares.
Dag Inge Ulstein, ministro de Desarrollo Internacional de Noruega, dijo que los países y las organizaciones internacionales deben hacer más para divulgar los contratos. También pidió a los países que compartan la tecnología de las vacunas y dijo que los gobiernos ricos deberían donar vacunas a los países pobres en las primeras etapas de la vacunación incluso mientras siguen vacunando a sus propios ciudadanos, como el gobierno de Noruega planea hacerlo.
“Debe haber transparencia en los acuerdos sobre adquisiciones”, dijo en una entrevista. Con ese fin, compartió con The New York Times el acuerdo de compra de su país con COVAX. Esa organización se ha negado a hacer públicas sus negociaciones, ya sea con los fabricantes de medicamentos o con los países a los que vende.
Los contratos de COVAX con los países asumen un costo de 10,55 dólares por dosis, pero advierten que el costo final podría ser mayor después de incluir una “prima de acceso / velocidad”, que COVAX dijo que se utiliza para ayudar a las empresas a lanzar sus vacunas al mercado.
Las donaciones y las reventas están restringidas
Los activistas de salud pública les han pedido a los países ricos —que prácticamente han acaparado el mercado de las primeras dosis— que donen o vendan vacunas a los países pobres. Sin embargo, los contratos podrían restringir la capacidad de los compradores para exportar dosis, lo que podría reducir las ventas de las compañías farmacéuticas.
El contrato de CureVac, por ejemplo, les prohíbe a los países europeos revender, exportar o donar dosis —incluso a COVAX— sin autorización de la empresa. Algunos contratos en Estados Unidos tienen restricciones similares.
Un portavoz de la Comisión Europea dijo que las empresas incluyeron esa disposición para garantizar que, dondequiera que se usaran sus medicamentos, estuvieran cubiertos por las mismas protecciones legales.
Y los gobiernos están tratando de encontrar otras formas de restringir las exportaciones.
El martes de la semana pasada, Alemania presionó a la Comisión Europea para que permitiera a sus Estados miembros bloquear las exportaciones de vacunas a países fuera del bloque después del lento inicio de la distribución de vacunas en Europa.
Las vacunas llegarán cuando las empresas lo decidan
Los tiempos de entrega se consideran información patentada, por lo que no existen puntos de referencia públicos con los que se pueda medir el desempeño de una compañía.
Esto ha sido más evidente en la pelea de la Unión Europea con AstraZeneca por el anuncio que hizo la compañía de que no iba a poder entregar la cantidad esperada de dosis en el primer trimestre de este año. Las autoridades europeas afirman haber recibido garantías específicas contractuales para esas entregas. La compañía dice que solo prometió hacer su mejor esfuerzo para alcanzar esos objetivos.
Los funcionarios europeos, que al principio acordaron mantener el contrato en secreto, ahora le están pidiendo a la compañía que lo haga público. A menos que eso suceda, no hay manera de determinar quién es el responsable.
Pero no hay duda de que las farmacéuticas han logrado un amplio margen de maniobra para un lanzamiento tan ambicioso y complicado como este. El contrato de CureVAc dice que las fechas de entrega (todas censuradas) deben considerarse como estimaciones. “En las fechas de entrega estimadas podría no haber ningún producto disponible o solo volúmenes reducidos del producto”, dice el contrato. Existen disposiciones similares en otros contratos.
Casi todos los fabricantes de vacunas les han dicho de manera similar a los inversores que tal vez no alcancen sus objetivos. “Es posible que no podamos crear o ampliar la capacidad de producción a tiempo”, advirtió Pfizer en un documento corporativo en agosto.
Esa incertidumbre ha frustrado a los funcionarios de salud. Cuando Pfizer le dijo hace poco a Italia que iba a reducir de manera temporal las entregas en un 29 por ciento, el gobierno afirmó que estaba considerando enjuiciar a la compañía. Si esa demanda se materializa, se podrían divulgar algunos detalles del contrato de la Unión Europea con Pfizer, el cual permanece en total secreto.
“En un momento dado llegaron a prometer más vacunas o vacunas más rápidas”, dijo Steven Van Gucht, el principal experto del virus del gobierno belga. “Y al final no pudieron cumplir”.
Algunos gobiernos se están beneficiando
Al comienzo de la pandemia, el Banco Europeo de Inversiones, la entidad de préstamos de la Unión Europea, otorgó un préstamo de 100 millones de dólares a la empresa alemana BioNTech, que se asoció con Pfizer para producir una vacuna.
Además de los intereses del préstamo, el banco europeo recibirá hasta 25 millones de dólares en ganancias de vacunas, según una versión redactada del contrato que BioNTech presentó a los entes reguladores.
El banco dijo que los acuerdos de participación en las ganancias reflejan el riesgo involucrado en el financiamiento anticipado. Rizvi, de Public Citizen, argumentó que pone a los gobiernos del mismo lado que los fabricantes de medicamentos y reduce cualquier incentivo para hacer que los medicamentos sean baratos y estén ampliamente disponibles.
Las empresas están protegidas de la responsabilidad por daños
En Estados Unidos, las compañías farmacéuticas están protegidas de casi toda responsabilidad si sus vacunas no funcionan o causan efectos secundarios graves. El gobierno amparó a los fabricantes de medicamentos para tratar la COVID-19 bajo la Ley de Preparación Pública ante Emergencias, una medida de 2005 destinada a acelerar el acceso a fármacos durante emergencias sanitarias.
Eso significa que las personas no pueden demandar a las compañías, incluso en casos de negligencia o imprudencia. Las únicas excepciones son casos de “abuso intencional” comprobado.
Las compañías farmacéuticas están buscando exenciones de responsabilidad similares en las negociaciones con otros países. Los negociadores europeos se han negado a conceder esas solicitudes. COVAX también insiste en que los países acepten toda la responsabilidad como parte de sus contratos.
El contrato entre CureVac y la Unión Europea protege a la empresa de gran parte de la responsabilidad, pero con varias excepciones. Esas excepciones están censuradas.
Monika Pronczuk colaboró en este reportaje.
Matt Apuzzo es un reportero ganador del Premio Pulitzer en dos ocasiones y está radicado en Bruselas. Ha cubierto asuntos de seguridad y aplicación de la ley durante más de una década y es coautor del libro Enemies Within. @mattapuzzo
Selam Gebrekidan es reportera de investigación en The New York Times y está radicada en Londres. Previamente fue reportera de datos y empresas para Reuters, donde escribió sobre la migración a Europa y la guerra en Yemen, entre otras historias. También ha cubierto los mercados petroleros de Estados Unidos.