Desde lo alto de la colina rocosa que se levanta sobre los 400 metros cuadrados que hasta hace pocas horas le quedaba de existencia alcalifato se observaba una especie de campo de desplazados con tiendas de campaña y miles de coches abandonados a la deriva, como si estuvieran en un cementerio de coches.

Y sólo hasta el domingo pasado, pocas horas antes de que las fuerzas de Siria Democrática relanzaran lo que posiblemente puede ser laúltima ofensiva, se podían observar a decenas de hombres y mujeres caminando por esta explanada que desde lo alto no es diferente a cualquier otro campo de desplazados que se levantan en el este de Siria como consecuencia de la destrucción y violencia que el EI fue dejando a su paso.

En tres semanas, unas 29.000 personas vinculadas al EI han dejado la zona; 5.200 serían combatientes

“El régimen controla el otro lado del río –por el Eúfrates que bordea esta región- y nosotros los tenemos rodeados en un círculo, no pueden escapar. Este es el fin del califato”, aseguraba Hisham, uno de los combatientes destinados a vigilar este punto estratégico de la lucha por Baguz desde donde sistemáticamente se ataca con morteros y otras armas de largo alcance, especialmente de noche. “No tienen armas en las manos, así que no podemos dispararles”, explicaba para justificar que esta gente caminara tranquilamente al aire libre.