Esta es la historia de una relación que empezó en la segunda mitad del siglo XX entre nosotros y uno de esos animales que a veces llaman “fósiles vivientes” porque, según los expertos, ha estado en este planeta durante más de 450 millones de años.
Eso quiere decir que ha existido desde la época en la que toda la vida animal estaba en los océanos. Así que no sólo sobrevivió la Gran Mortandad, en la que pereció el 96% de las especies marinas y más de dos tercios de las terrestres hace 252 millones años, sino a por lo menos otras 12 extinciones que han ocurrido desde entonces.
Experimentó múltiples eras de hielo, la formación y posterior ruptura de Pangea y el impacto de asteroide que mató a los dinosaurios… hasta que vino el hombre.
Pero no, a pesar de que ha sido puesto en la lista de especies vulnerables, ésta no es una historia sobre cómo llevamos a un animal al borde de la extinción.
Sexo en la playa
El protagonista de esta historia tiene 10 ojos, con los que puede ver la luz visible y la ultravioleta.
Cuatro de ellos le dieron su nombre: los dos más grandes parecen entrecerrados, lo que en latín se dice Limulus, y dos de los ojos pequeños están tan juntos que parecen uno, así que como segundo nombre le dieron el del cíclope de la Odisea: polyphemus.
Pero para los que lo conocen se llama cangrejo herradura, y entre ellos están los habitantes de las costas orientales de Norte América y Asia pues, por razones desconocidas, son los únicos lugares en los que se encuentran estas criaturas.
Cuentan que una vez al año, cuando la Luna está llena o nueva, la marea sube y sus aguas se calientan, se los ve llegar entre las olas como un ejército de cascos de hojalata con cola -unos son más grandes, las hembras y otros, más pequeños, los machos-, a playas preferiblemente resguardadas.
Dicen que pronto, la arena casi desaparece bajo los grupos formados por una hembra y hasta 4 machos que se aferran a su caparazón y que van fertilizando los huevos que ella va poniendo en varios lugares.
Pero, señalan, si los observas más de cerca, notarás que muchos tienen lo que parecerían heridas fatales -enormes huecos en sus cabezas o que atraviesan todo su cuerpo-, y, sin embargo, ahí están, nadando y andando como si nada y haciendo todo lo posible por reproducirse.
Y comentan que a veces no puedes evitar preguntarte cuál es su secreto, como lo hizo Frederik Bang (1916-1981), quien -según el Johns Hopkins, Bloomberg School of Public Health- era “un científico extraordinariamente creativo cuyos intereses iban desde la microscopía electrónica hasta la ecología animal”.
El superpoder de los Limulus polyphemus
Los cangrejos herradura viven bajo la amenaza constante de infección en un hábitat que puede contener fácilmente miles de millones de bacterias por mililitro.
Intrigado por el sistema inmunológico de los cangrejos herradura, Frederik Bang recogió unos en Cabo Cod, una península en el noreste de EE.UU., y les inyectó bacterias del agua del mar, para tratar de entender por qué esas terribles heridas no se infectaban y los mataban.
Descubrió que el secreto estaba en su sangre azul… no ‘azul’ metafóricamente por su noble origen sino literalmente: de color azul claro.
Así como nuestra sangre es roja porque la hemoglobina es rica en hierro, su sangre es azul porque es rica en cobre.
Pero lo que es realmente interesante de su sangre no es el color sino la manera en la que combate las bacterias.
Lo que Bang observó fue que cuando le inyectaba bacterias al cangrejo de herradura, su sangre se volvía como gelatina.
Sospechó que esa coagulación tenía un propósito: inmovilizar la bacteria y sellar el paso del patógeno invasor al resto del cuerpo.
Comprobó además que la sangre hacía esa cárcel de gelatina incluso si hervía la inyección de bacterias durante 5 o 10 minutos antes de aplicarla, un procedimiento que debería matar las bacterias y esterilizar la solución inyectada.
Eso quería decir que la sangre era sensible no solo a las bacterias vivas sino a las toxinas bacterianas que persisten incluso después de la esterilización.
Interesante… y buenísimo para el cangrejo de herradura.
Pero, nosotros, los humanos, ¿qué papel jugamos en toda esta historia?
¿Por qué se ha llegado a decir que nuestras vidas dependen de Limulus polyphemus?
Y, ¿cómo puede ser que su sangre se venda y que un galón cueste US$60.000?
¿Por qué es tan preciada?
La respuesta a todas esas preguntas se entiende fácilmente si piensas en la inyecciones.
Su advenimiento fue un gran paso adelante, pues permitió desde prevenir enfermedades o curarlas, hasta aliviar dolores con la aplicación de calmantes.
Sin embargo, por más buenas intenciones que tengas, cada vez que introduces algo al cuerpo corres el riesgo de que esté contaminado.
Así que lo que se solía hacer era probar muestras inyectándoselas a conejos, a los que les medían la temperatura durante las siguientes horas. Si no les daba fiebre, se podía usar en humanos. Pero esta prueba no era ideal.
Afortunadamente para los conejos, a finales de la década de 1960, otros dos científicos de Johns Hopkins, Jack Levin y James Cooper, empezaron a colaborar con Bang en el desarrollo de una prueba clínica mejor que la de los conejos.
El resultado fue la prueba de lisado de amebocitos de Limulus (LAL).
Pronto, LAL se convirtió en la prueba de detección estándar a nivel mundial para la contaminación bacteriana.
Eso quiere decir que a cualquier cosa que va a ser introducida en un cuerpo humano se le hace esa prueba, desde medicamentos hasta los implantes quirúrgicos, como marcapasos y dispositivos protésicos, así como a los instrumentos con los que se hacen las operaciones.
En fin, como imaginarás, cada año se hacen millones y millones de LAL para protegernos de hongos, virus y endotoxinas bacterianas.
Y cada año hay compañías que ganan millones y millones de dólares gracias a los cangrejos herradura.
Para desventura de los cangrejos
Esta es la parte macabra: para poder hacer la maravillosa prueba, las compañías recogen cientos de miles de cangrejos cada año. En 2017, por ejemplo, unos estimados 483.245 cangrejos fueron llevados a instalaciones biomédicas, según la Comisión de Pesca Marina de los Estados Atlánticos, de EE.UU.
En los laboratorios les drenan hasta el 30% de su sangre. 72 horas después, los devuelven al agua, donde su volumen de sangre se recupera en aproximadamente una semana.
En el proceso, sin embargo, unos 50.000 mueren cada año, según la misma comisión.
La estimación de los grupos de conservación de la tasa de mortalidad es más alta: entre los cangrejos vendidos como cebo después del sangrado y las estimaciones conservadoras de la mortalidad resultante del sangrado, la industria biomédica mata anualmente al menos 130.000 cangrejos herradura, aseguran.
Y varios estudios han demostrado que durante las semanas posteriores al sangrado, los cangrejos herradura experimentan efectos subletales detectables, como lesiones y desorientación, que conducen a una mayor incidencia de enfermedades y la posibilidad de reducir las tasas de desove.
Ya no será así
La buena noticia es que los días parecen estar contados para esta práctica.
Gracias al trabajo de los científicos de la Universidad Nacional de Singapur Jeak Ling Ding y Bo How ya existe un sustituto sintético para la sangre de cangrejo herradura.
Ha estado disponible durante más de una década pero, cuando se trata de la industria farmacológica, las cosas se toman su tiempo.
En cualquier caso, todo indica que ya está llegando el momento de la sustitución, lo que alegra a los conservacionistas, pero también los preocupa…
De cierta forma, ser indispensables para nuestro bienestar los protegía de la extinción, pero si los cangrejos herradura dejan de ser vitales para nuestra sobrevivencia, volverán a ser un animal marino anónimo, y como tales, la relación que tendremos con ellos puede ser más mortífera.
Antes y después de fuera revelada la mágica cualidad de su sangre, millones fueron y son cazados para usarlos como carnada por la industria pesquera. No obstante, se está trabajando también en un cebo artificial que sustituya al cangrejo herradura.
Quizás pronto los dejaremos tranquilos para que sigan siendo por otros muchos millones de años testigos silenciosos de la historia de nuestro planeta.
Así, en el futuro lejano, alguna criatura hablará de ellos diciendo que sobrevivieron no solo la Gran Mortandad y al menos otras 12 extinciones sino también al Homo Sapiens.