Las críticas al Museo de la Memoria y los Derechos Humanos de Santiago de Chile, que relata el golpe de Estado de 1973 y la dictadura de Augusto Pinochet a través de la experiencia de las víctimas, le costaron el cargo al historiador Mauricio Rojas, que recién el jueves pasado había sido nombrado como ministro de Cultura del Gobierno de derecha de Sebastián Piñera. “Más que un museo (…) se trata de un montaje cuyo propósito, que sin duda logra, es impactar al espectador, dejarlo atónito, impedirle razonar (…) Es un uso desvergonzado y mentiroso de una tragedia nacional que a tantos nos tocó tan dura y directamente”, señaló en 2015 en el libro Diálogos de Conversos, una conversación con el actual canciller chileno, Roberto Ampuero, lo que fue recordado por la prensa luego de su nombramiento.
Las palabras de Rojas causaron un profundo revuelo en diferentes sectores de la sociedad chilena y sobre todo en el mundo de la cultura y de las artes, donde consideraron impropio que liderara la cartera y exigieron a La Moneda su salida, lo que se ha concretado este lunes. “Nuestro Gobierno condena categóricamente los atropellos a los derechos humanos en cualquier tiempo, en cualquier lugar y en cualquier momento (…). Condenamos lo que ocurren en el pasado en nuestro país, como los que ocurren en nuestro continente”, dijo Piñera al anunciar que, en reemplazo de Rojas, asumirá la arqueóloga Consuelo Valdés. Piñera señaló no compartir las palabras de Rojas, aunque indicó que su Gobierno tampoco comparte “la intención de ciertos sectores del país, que pretenden imponer una verdad única y que no tienen ninguna tolerancia y respeto por la libertad de expresión y opinión de todos nuestros compatriotas”.
La de su libro no había sido la única crítica de Rojas al Museo de la Memoria, abierto en 2010, un espacio de cinco mil metros cuadrados con el que el Estado busca una reparación simbólica para las miles de víctimas de la dictadura de Pinochet y educar a las nuevas generaciones sobre el pasado reciente de Chile. En 2016, en una entrevista con CNN, el destituido ministro apuntó a la necesidad de que el museo contextualizara las violaciones a los derechos humanos: “Es algo para que la gente no piense, para atontarte. No hay ninguna explicación de cómo se llegó a donde llegamos (…) Es un museo de la izquierda, para contar una versión falsa de la historia de Chile, porque oculta esa parte importante: cómo llegamos a odiarnos de tal manera”.
Rojas es un converso. Antiguo militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) –aunque a raíz de la polémica de esta semana los exlíderes de la agrupación niegan haberlo conocido–, se instaló en Suecia luego del golpe de Pinochet, se integró al país y fue elegido diputado, por lo que se desempeñó durante años en Parlamento sueco. Hijo de una sobreviviente socialista de Villa Grimaldi, el mismo centro de tortura donde estuvo la expresidenta Michelle Bachelet y su madre, desde marzo se desempeñaba como asesor de Piñera, que el jueves lo nombró como ministro de Cultura. Era el primer ajuste ministerial del presidente de derecha en este segundo Gobierno, que arrancó en marzo pasado luego de vencer al centroizquierda por amplio margen. El jefe de Estado instaló como ministra de Educación a la abogada Marcela Cubillos, que llegó a reemplazar a Gerardo Varela, justamente por reiteradas y graves intervenciones públicas.
La permanencia de Rojas en el Gobierno resultó insostenible a pocas semanas de que Chile conmemore los 45 años del golpe. Durante el fin de semana, músicos, actores, escritores, artistas, intelectuales, víctimas de los derechos humanos, activistas, sindicatos de cultura, funcionarios del propio ministerio, entre otros, hicieron llamamientos públicos a La Moneda para que lo destituyeran. Uno de los primeros en reaccionar fue el escritor Raúl Zurita, que lideró la oposición al nuevo ministro: “Frente a las alucinantes y ofensivas declaraciones del ‘ministro de Cultura’ donde califica al Museo de la Memoria de ser un montaje; declaraciones que hieren lo más entrañable del pueblo de Chile, a sus desaparecidos, a sus fusilados, a sus torturados, a sus exiliados, hago un llamado a no participar en ninguna instancia en que este personaje esté involucrado, se va nuestra dignidad como artistas, como escritores, como intelectuales, como seres humanos en ello”, escribió en su cuenta de Facebook.
En medio de la polémica, Rojas intentó dar explicaciones el sábado a través de Twitter: “Las declaraciones (…) provienen de una entrevista antigua que no refleja mi pensamiento actual. Nunca he minimizado ni justificado las inaceptables, sistemáticas y gravísimas violaciones de los derechos humanos ocurridas en Chile”. Pero sus palabras resultaron insatisfactorias.
La banda chilena Los Jaivas suspendió un concierto que debía realizar este fin de semana junto al flamante ministro de Cultura, mientras que para el miércoles se había programado un acto de desagravio en el propio museo. “No tuvimos verdad. No tuvimos justicia. No tuvimos reparación. ¿Nos quieren quitar la memoria?”, señalaba la convocatoria.