Cifras recientes han revelado que, a nivel global, las mujeres ahora tienen un promedio de 2,4 hijos a lo largo de su vida. Pero si bien en algunos países esa cifra es mucho mayor –en Níger es de más de siete hijos por mujer–, en casi la mitad de los países, incluidos Reino Unido, Rusia y Japón, la tasa ha caído por debajo de dos.
Esta caída ha sido causa de alarma, incluso algunos han advertido que este descenso en el número de hijos pone a algunos países al borde de un desastre por despoblación.
Sin embargo, Sarah Harper, exdirectora de Royal Institution y experta en cambios poblacionales de la Universidad de Oxford, afirma que en lugar de ser recibidos con alarma y pánico, la caída de la natalidad total debería ser celebrada y los países no deberían preocuparse si no crece su población.
Harper señala que la inteligencia artificial, la migración y unos ancianos con mejor salud hacen que los países ya no necesiten poblaciones en crecimiento para sostenerse. “La idea de que hace falta mucha gente para defender a tu país y para lograr crecimiento económico es una noción muy anticuada”, dijo.
Tener menos hijos también es indudablemente positivo desde un punto de vista medioambiental. Una investigación reciente ha concluido que tener un hijo menos reduce el impacto ecológico de un adulto en 58 toneladas de dióxido de carbono al año.
Harper añade que es esencial reducir nuestro consumo, sobre todo teniendo en cuenta que los países africanos y asiáticos, donde más rápidamente crece la población, necesitarán una mayor proporción de recursos si queremos atacar la desigualdad global.
“Deberíamos alegrarnos por una caída de la tasa de fertilidad total (número medio de hijos por mujer), porque hace 25 años estábamos aterrados de que la población mundial iba a llegar a 24.000 millones”, explica Harper, que tiene tres hijos. La experta señala que las estimaciones ahora calculan que la población mundial será de entre 10.000 y 12.000 millones a fin de siglo.