Las recompensas para las ligas y organizaciones deportivas internacionales son simples: lucrativos contratos de transmisión, abundantes oportunidades de patrocinio y millones de nuevos consumidores.
Los riesgos también son obvios: comprometer valores, pesadillas de relaciones públicas y una atmósfera general de opacidad.
Durante años, analizaron el mercado chino, midieron estos factores y llegaron al mismo resultado matemático: que los beneficios de hacer negocios ahí superan a las posibles desventajas. La NBA podría caer en una humillante crisis política a raíz de un solo tuit y los contratos millonarios podrían desvanecerse de la noche a la mañana, pero se pensaba que China era una mina de oro potencial. Y por esa razón, ligas, equipos, órganos rectores y atletas se retorcían ante cualquier oportunidad de ingresar al país.
No obstante, es posible que los eventos más recientes hayan cambiado esa mentalidad para siempre y planteen una nueva pregunta: ¿todavía vale la pena hacer negocios en China?
La semana pasada, el mundo del deporte recibió un indicio del cambio de dinámica cuando la Asociación Femenina de Tenis (WTA, por su sigla en inglés) —una de muchas organizaciones que han trabajado de manera ardua durante la última década para establecerse en el mercado chino— amenazó con dejar de hacer negocios en el país asiático, si el gobierno no confirmaba que Peng Shuai estaba a salvo. Peng, una destacada jugadora de tenis que alguna vez fue alabada por los medios estatales como “nuestra princesa china”, desapareció de la vida pública hace poco después de acusar a un prominente exfuncionario gubernamental de abuso sexual.
La amenaza de la WTA no solo fue sorprendente por sus razones, sino por su carácter inusual.
No obstante, diversas situaciones como el modo cada vez más autoritario en que el presidente Xi Jinping gobierna y el historial de China en materia de derechos humanos, convierten al país —y a quienes hacen negocios ahí— en un objetivo cada vez mayor para un conjunto de críticos y activistas, por lo que las ligas y organizaciones deportivas pronto podrían verse obligadas a revaluar sus viejas suposiciones.
Ese tipo de confrontación directa ya está ocurriendo en todo el mundo: legisladores en la Unión Europea exhortaron hace poco a establecer vínculos más fuertes con Taiwán, una isla que China reclama como parte de su territorio, tan solo meses después de que funcionarios europeos bloquearon un histórico acuerdo comercial por preocupaciones relacionadas con los derechos humanos y calificaron a China como una “amenaza totalitaria”.
Para la mayoría de las organizaciones deportivas, la postura de la WTA sigue siendo un caso poco común. Las organizaciones deportivas con asociaciones multimillonarias en China —entre ellas la NBA, la Liga Premier de Inglaterra, la Fórmula 1 o el Comité Olímpico Internacional (COI)— han obviado esas preocupaciones.
En ocasiones, algunos socios han aceptado las exigencias de China. Algunos han emitido sinceras disculpas. El COI, tal vez el ejemplo más notorio, parece haberse esforzado para evitar enfurecer a China, a pesar de que Peng, una atleta olímpica, desapareció.
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No obstante, la evolución de la opinión pública podría ser más difícil de ignorar para las organizaciones deportivas. Por ejemplo, un informe de este año del Centro de Investigaciones Pew descubrió que el 67 por ciento de los estadounidenses tenían sentimientos negativos hacia China, un aumento en comparación con el 46 por ciento en 2018. Cambios similares han ocurrido en otras democracias de Occidente.
Mark Dreyer, un analista deportivo de China Sports Insider, con sede en Pekín, dijo que el impasse de la WTA con China representaba una escalada en la mentalidad de “ellos o nosotros” que parece que está surgiendo entre China y sus rivales de Occidente.
Entonces, la amenaza de la WTA podría servir como una señal de confrontaciones futuras, en las que, según Dreyer, China podría perder.
“Francamente, China es un mercado grande, pero el resto del mundo es mayor y si las personas tienen que elegir, no escogerán a China”, expresó.
Por eso, para algunos expertos, la extraordinaria decisión de la WTA de enfrentar de manera directa a China, a la larga, podría verse como un punto de inflexión, en vez de una anomalía.
“El cálculo es en parte político, en parte moral y en parte económico”, dijo Simon Chadwick, profesor de Negocios Deportivos Internacionales en la Escuela de Negocios Emlyon en Lyon, Francia. Afirmó que la disputa de la WTA con China reflejaba la creciente “línea roja” entre el país y muchas de sus contrapartes de Occidente, y que los bandos parecían más arraigados en ideologías sociopolíticas divergentes.
“Pienso que nos dirigimos con rapidez hacia el tipo de terreno en el que las organizaciones, los negocios y los patrocinadores se verán obligados a elegir un bando o el otro”, mencionó Chadwick.
El propio cambio de parecer de la WTA fue contrastante. Hace tan solo tres años, la organización anunciaba un trato que hizo en Shenzhen, China, para que fuera la nueva sede de la fase final de su gira durante una década a partir de 2019, y aceptó promesas de un nuevo estadio y la sorprendente cantidad de 14 millones de dólares en premios al año. En 2019, justo antes de la pandemia, la WTA celebró nueve torneos en China.
En cambio, la semana pasada, el director ejecutivo de la WTA, Steve Simon, dijo en una entrevista con The New York Times que, si China no accedía a abrir una investigación independiente sobre las afirmaciones de Peng, la gira estaría dispuesta a dejar de operar en el país.
“Hoy en día se toman demasiadas decisiones que no se basan en lo que es simplemente correcto o incorrecto”, dijo Simon. “Y esto es lo correcto, 100 por ciento”.
Esas declaraciones sorprendieron a todo el mundo del deporte.
“No son los primeros en tener un enfrentamiento con China”, dijo Zhe Ji, director de Red Lantern, una empresa de mercadeo deportivo que opera en China, sobre la WTA. “Pero no he visto que nadie más exprese una declaración tan fuerte como esa”.
Los enfrentamientos han proliferado solo en los últimos años.
Por ejemplo, la NBA fue vista como pionera cuando jugó sus primeros partidos en China en 2004, incluyendo un partido en el que participó Yao Ming, la estrella china de los Rockets de Houston. Los siguientes años trajeron prosperidad a la liga y una paz relativa. Fue alabada por su estrategia paciente y sensible, en términos culturales, para desarrollarse allá. En 2019, Daryl Morey, gerente general de los Rockets en ese entonces, tuiteó para apoyar las protestas a favor de la democracia que estaban ocurriendo en Hong Kong y, en un abrir y cerrar de ojos, una relación que se había cultivado durante varios años quedó hecha pedazos.
La mercancía de los Rockets (el equipo favorito de China en la liga deportiva favorita de China) fue retirada de las tiendas y los juegos del equipo ya no se transmitieron por televisión. Los fanáticos recurrieron a las redes sociales chinas para atacar a la liga. Después, cuando la NBA difundió lo que en gran medida fue considerada una disculpa, detonó una ola de críticas de casi igual intensidad en Estados Unidos.
“La NBA debería haber anticipado los desafíos de hacer negocios en un país dirigido por un gobierno represivo con un partido único, incluso estando preparada para defender firmemente la libertad de expresión de sus empleados, jugadores y afiliados en todo el mundo”, dice una carta enviada a la liga por un grupo bipartidista de legisladores estadounidenses.
Los firmantes de la carta, un grupo multipartidista que incluía a la demócrata Alexandria Ocasio-Cortez, representante por Nueva York, y al republicano Ted Cruz, senador por Texas, acusaron a la NBA de comprometer los valores estadounidenses y apoyar eficazmente a la propaganda china.
“La NBA se ha mostrado firme en sus valores al respaldar los derechos de Daryl Morey y otros para expresar sus puntos de vista, a pesar del impacto significativo en nuestro negocio”, dijo Mike Bass, portavoz de la NBA, el miércoles.
En última instancia, esa situación mostró cómo incluso las organizaciones más concienzudas podían ver cómo sus planes se afectan por la política china, es una demostración de que cualquier empresa podría convertirse en el blanco de una disputa internacional.
“Si molestas a ambas partes, significa que no hay un término medio, y creo que eso fue significativo”, dijo Dreyer, el analista deportivo radicado en Pekín.
Como otros observadores, Dreyer sugirió que la postura de la WTA representaba un posible cambio radical. Sin embargo, también destacó que quizá fue más sencillo para la WTA desafiar a China de lo que había sido para, digamos, la NBA, por dos razones.
Primero, como la pandemia ya había obligado a la WTA a cancelar sus actividades en China en el futuro cercano, la gira no estaba rechazando grandes sumas de dinero en el plazo inmediato. (Por supuesto que, cortar relaciones con China de forma permanente, requeriría que la gira de la WTA repusiera decenas de millones de dólares en ganancias y premios monetarios). Segundo, debido a que China en esencia borró cualquier mención de Peng y la consecuente indignación internacional de sus medios informativos y redes sociales, la marca de la WTA tal vez no se vea muy afectada en ese aspecto. Muchas personas en China simplemente no saben nada de Peng ni de la respuesta de la WTA.
“Con la NBA, quemaron las camisetas de los equipos”, comentó Dreyer. “Esa reacción no ha sucedido en el caso del tenis”.
Sin duda, salvo algún giro extremo de los acontecimientos, las grandes ligas deportivas que tienen intereses de larga data en China no saldrán del mercado en el corto plazo. Y algunas organizaciones están operando con normalidad.
El COI, que en febrero organizará los Juegos Olímpicos de Invierno de 2022 en Pekín, ha ignorado todas y cada una de las exhortaciones de los críticos para que la organización haga alguna declaración sobre los abusos de los derechos humanos en China, incluido el trato a las minorías religiosas en las regiones occidentales del país.
Este mes, la Fórmula 1 anunció que había firmado un acuerdo para continuar el Gran Premio de China, una carrera anual que se celebra en Shanghái, hasta 2025, y la Liga Premier parece haber solucionado una crisis que comenzó cuando un importante jugador enfureció a China al criticar su historial de derechos humanos.Un futbolista molesta a ChinaLa desaparición de Mesut Özil
Sin embargo, algunas personas de la industria ya han notado un cambio, un ligero enfriamiento, en otras empresas que reflexionan sobre los negocios del mercado deportivo en ese país.
“Con el aumento de la tensión política y las complicaciones de hacer negocios en China, he visto que más empresas se centran en Europa y Estados Unidos, donde las ganancias no son tan grandes pero el riesgo es mucho menor”, dijo Lisa Delpy Neirotti, una consultora internacional de mercadeo deportivo y directora del programa de maestría en gestión deportiva de la Universidad George Washington.
El fútbol europeo vivió esa dinámica porque hace cinco años veía a China como una especie de El Dorado, pero ahora parece estar llegando a un acuerdo con la realidad después de una serie de decepciones. En Italia, el Inter de Milán, uno de los clubes con más historia de ese país, está en picada después de que su propietario chino, Suning, una empresa de bienes de consumo, se viera envuelta en una gran crisis financiera. El equipo se ha visto obligado a vender los contratos de sus jugadores para cubrir la nómina.
En Inglaterra, la Liga Premier sigue en litigio con un socio de transmisión que no pagó después de firmar un contrato televisivo sin precedentes para transmitir juegos en China. Un nuevo socio está pagando una fracción del acuerdo anterior, lo que ha generado una gran desilusión en algunos clubes.
“Durante los últimos cinco años, Occidente ha tenido la percepción de que China está disponible porque hay mucho dinero, el crecimiento económico es fuerte, tiene una clase media en crecimiento, muchos ingresos, y podemos hacer un festín con eso”, dijo Chadwick. “Y lo que les ha sucedido a algunas organizaciones deportivas es que China no es tan lucrativa como imaginaban, y también les ha resultado increíblemente difícil hacer negocios en ese país”.
Las dificultades parecen profundizarse.
Hace un lustro, el gobierno chino, animado en el ámbito de los deportes tras albergar los Juegos Olímpicos de Verano de 2008 en Pekín, anunció planes para crear una industria deportiva nacional de 800.000 millones de dólares, la más grande del mundo. Eso captó la atención de las organizaciones deportivas de Occidente.
No obstante, lo que muchas organizaciones no anticiparon fueron las peculiaridades del panorama comercial chino, el grado al que la política está entretejida en todos los aspectos de la economía china y el creciente nacionalismo del gobierno de Xi.
“Sin duda alguna, creo que, a largo plazo, los principales eventos deportivos dudarán a partir de ahora en programar algo en China”, aseguró Thomas Baker III, catedrático de Administración Deportiva en la Universidad de Georgia que ha realizado una labor extensa en China. “La China que le abrió las puertas al mundo en 2008, no es la misma China con la que las personas están haciendo negocios en 2021”.
Tariq Panja, Matthew Futterman y Christopher Clarey colaboraron en este reportaje.