Hubo una sombra en la vida del escritor y caudillo de la poesía sudamericana, que todos los pactos y premios –amistosos y políticos, el Nobel- no alcanzaron a conjurar. Quizá sea el poeta más amado del siglo XX, el más memorizado y popular, al que tantos siguen admirando también por su centralidad en la cultura de la izquierda, enfrenta hoy una forma de desnudez, el largo final de un secreto. Esta es la historia de Malva Marina Trinidad Reyes, muerta en Holanda a los ocho años, la única hija que tuvo Pablo Neruda, con su primera esposa, María Antonia “Maryka” Hagenaar.
El hombre que encarna la vanguardia poética, el intelectual militante convertido en dirigente de bronce, una figura que por décadas fue un imán para el socialismo en Sudamérica, le negó a su primera esposa no solo la ayuda económica para sostener a la niña enferma, a la que no volvió a ver desde sus dos años. También les negó el salvoconducto de canje de ciudadanos que las habría rescatado de una Europa sumida en las penurias de la Segunda Guerra.
¿No altera nuestra opinión el hecho de saber que la misma persona -Ricardo Neftalí Reyes Basoalto, nombre real de Pablo Neruda– que tras la derrota de la República española, se dedicaba a asistir el exilio de dirigente socialistas en peligro, por esos mismos días abandonaba para siempre a su hija con hidrocefalia y a su madre? Si bien esta tragedia puede ser interpretada en la coyuntura feminista actual, que reexamina la obra de artistas como Pablo Picasso al poner el acento en su vida privada y la ética hacia sus mujeres, la excede por mucho: el caso de Malva Marina toca de manera directa a lo humanitario. Aunque entra en la lógica machista, no se trata de un “asterisco” en la biografía del poeta.
¿Se puede juzgar a Neruda desde la óptica actual?
El chileno Antonio Reynaldos, emigrado a Holanda en los años 80 y uno de los periodistas que difundió la ubicación de la tumba de Malva Marina, no acepta ver a Neruda desprestigiado por lo que es difícil no ver como una ausencia de compasión. Según él, es un error juzgarlo por los parámetros de nuestra época. Pero vayamos más despacio. Así fue cómo se desplegó esta tragedia para tres (¿o solo dos?) damnificados.
La verdad sobre esa hija discapacitada que tanto avergonzaba al escritor, a juzgar por el secretismo con que rodeó su corta existencia, comenzó a trascender a cuentagotas hace menos de quince años. En 2008 no se conocían imágenes de su tumba, en el Oude Begraatplats, el viejo cementerio católico desafectado en las afueras de Gouda, donde no ingresaban nuevos vecinos desde 1973. Los puntos suspensivos de este secreto empezaron a llenarse al calor de las redes sociales, que pusieron en contacto a biógrafos y testigos.
En la última década, la humanidad imperfecta de Malva Marina ha tenido la reivindicación de unas pocas fotos familiares (tomadas por Hendrik Julsing, su padre de adopción en Holanda, conservadas por su hijo, Fred Julsing, quien creció como hermano de la niña). Se suman dos novelas, Es tan largo el olvido (En het vergeten so lang), de la holandesa Pauline Slot, sobre “Maryka” Hagenaar. Y ahora Malva, primera novela de la poeta Hagar Peeters, un monólogo que interpela al padre majestuoso en una suerte de diatriba amorosa. Malva acaba de traducirse al castellano, editada por Rey Naranjo.
¿Dónde comienza en la vida del poeta Pablo Neruda el sendero que conduce a la gloria literaria, al compromiso con las grandes encrucijadas del mundo –la Guerra Civil española, la historia fulgurante de la izquierda- y que, por el mismo paso, lo lleva a ese gélido desapego paterno que hoy, en el espíritu de los estos tiempos, cobra nueva relevancia?
6 de diciembre de 1930, en Batavia. En Indonesia, el joven poeta chileno – cónsul honorario en la isla de Java- lleva una de vida casi menesterosa pero sus ambiciones son ilimitadas. En un club de tenis ha conocido a María Antonia Hagenaar, “Maryka”, con quien se va a casar. Ella es hija de colonos holandeses que llevan siglos en el sudeste de Asia y tiene algún ancestro malayo: mide más de 1,80 y las vicisitudes la dejaron sola con su madre. Su padre y sus dos hermanos varones han muerto antes de que ella conozca al escritor. Pablo debió deslumbrarla con su cargo diplomático y la súbita ampliación del mundo que la llama desde América del sur. Un grave error de cálculo.
Maryka, a quien el poeta rebautiza Maruca, solo se comunicará con él en inglés. (My dear pig, lo llama ella en sus cartas una vez separados, para reclamarle -sin éxito durante años y, aún así, con inaudita cortesía- la cuota alimentaria para la hija).
Maryka llamaba a Neruda “My dear pig”en las cartas donde le reclamaba la cuota alimentaria
“No más solo, querido Eandi –escribe el poeta a su amigo Héctor… “Me he casado hace un mes”. Es a este corresponsal a quien Neruda hace las únicas referencias cariñosas sobre su esposa. “Vivimos sumamente juntos, sumamente felices en una casa más chica que un dedal (…) Nos tendemos en la arena mirando la isla negra, Sumatra, y el volcán submarino Krakatau”.
Maryka acepta el llamado de la aventura y lo sigue de regreso a Santiago de Chile, donde no encaja, y luego a Buenos Aires, adonde Pablo llega con cargo de agregado y que le facilitará contactos clave con españoles, como el poeta Federico García Lorca. Y la suerte del destino parece jugársela entera en los años siguientes.
En junio de 1934, apenas ocho meses más tarde, Neruda es enviado al Consulado chileno en Madrid, en reemplazo de su predecesora, la poeta Gabriela Mistral. Al poco de llegar y gracias a Lorca, conoce a los escritores de la generación del 27, a unos juveniles Vicente Aleixandre y Miguel Hernández, a María Teresa León y a otros republicanos. De hecho, un pequeño comité lo recibe con la edición de dos de sus primeros poemarios. Ese mismo año publica en Madrid Residencia en la tierra y conoce a quien será su segunda mujer , la argentina Delia del Carril, rica y librepensadora, afiliada al Partido Comunista Francés, la famosa Hormiguita. Delia le lleva 20 años al chileno y el romance será instantáneo. En agosto de 1934 Maryka, que según todos los testimonios adoraba a su esposo, da a luz. Malva Marina Trinidad Reyes es idéntica a su padre y él debió de darse cuenta. Pero es hidrocefálica. Su cuerpo nunca estará a la medida de esa cabezota llena de agua.
Vicente Aleixandre escribió sobre la ceguera inicial de Neruda con su hija
El poeta Aleixandre describirá con agudeza la voluntaria ceguera paterna ante lo evidente, que todavía queda disimulado por la esperanza. «Malva Marina, ¿me oyes? ¡Ven, Vicente, ven! Mira qué maravilla. Mi niña. Lo más bonito del mundo», le muestra Pablo al amigo, en la tarde de la presentación en sociedad. Vicente escribe: “Yo me acerqué del todo y entonces el hondón de los encajes ofreció lo que contenía. Una enorme cabeza, una implacable cabeza que hubiese devorado las facciones y fuese sólo eso: cabeza feroz, crecida sin piedad, sin interrupción, hasta perder su destino…” Padre de un punto y coma.
Un mes le alcanza a Neruda para lamerse la herida y profundizar la distancia emocional. Entretanto, la realidad está hecha de unos años fragorosos para España y Federico está del lado del poder. Escribe a su amiga argentina Sara Tornú: “Mi hija, o lo que yo denomino así, es un ser perfectamente ridículo, una especie de punto y coma, una vampiresa de tres kilos”. La carta a Sara continúa con el relato de unas semanas enfermizas: “La chica se moría, no lloraba, no dormía, había que darle comida con sonda, con cucharita, con inyecciones y pasábamos las noches enteras, el día entero, la semana, sin dormir, llamando médico, corriendo a las abominables casas de ortopedia donde venden espantosos biberones, balanzas, vasos medicinales, embudos llenos de grados y reglamentos. Tú puedes imaginar cuánto he sufrido” .
Malva crece aunque no está destinada a sobrevivir: no habla, canturrea; tampoco podrá caminar. Lorca le escribe un poema, recobrado recién en 1984 por el diario ABC: “Malva Marina, quién pudiera verte/ delfín de amor sobre las viejas olas,/ cuando el vals de tu América destila/ veneno y sangre de mortal paloma”.
Los textos de Neruda contrastan con su frialdad personal
En julio de 1936 estalla la Guerra Civil y un mes después se produce la primera incursión aérea contra aeropuertos cercanos a Madrid. El asesinato del amigo Lorca y la breve detención del poeta Rafael Alberti en Ibiza, la defensa de los milicianos y la llegada de las primeras brigadas comunistas inspirarán a Neruda el poemario España en el corazón. El 12 de octubre de 1936 Neruda participa en Cuenca en un homenaje donde lee su poema Canto a las madres de los milicianos muertos, admirable y conmovedor, y que tanto contrasta con su frialdad ante la miseria que está dispuesto a hacerles sentir a Maryka y a su hija.
El 8 de noviembre Neruda se separa de Hagenaar y verá a Malva por última vez; parte con Delia del Carril, primero a Barcelona y luego a París. Aquí comienza puntualmente el secreto, el pasado a desmentir, el hecho durante años encubierto y solapado con estratégicas veladuras, como la complicidad de la cofradía literaria latinoamericana y los continuados oficios de silencio del Partido Comunista chileno, cuando Neruda regrese a Santiago; pero también la prescindencia triunfal de las mujeres que siguieron a Hagenaar en la estima del poeta. En el torbellino de la lucha antifranquista, está demasiado comprometido con la Humanidad para velar por esa niña en singular. Los bancos y las restricciones financieras de ese tiempo tampoco facilitan el envío de dinero, aunque para ser francos él no dejó rastros de haberse debatido por proveerles sustento.
La Javanesa abandona Madrid con Malva. Neruda la ha convencido de que se refugien en Montecarlo pero solo para sacárselas de encima; ellas parten a La Haya, donde a Maryka le quedan unos sobrinos por la línea materna de su familia. Tampoco son fructíferas las cartas enviadas a algunos amigos de Buenos Aires, como la chilena María Luisa Bombal. ¿Quién querría hacerse cargo de un estorbo tan grande como un punto y coma?
Consultado esta semana, el periodista Antonio Reynaldos precisa que, en medio de la crisis económica y los preliminares de la Segunda Guerra, obligada a trabajar y sin medios para los cuidados especiales de su hija lisiada, sin ayuda alguna de Neruda, Maryka se acerca a la iglesia de Christian Science de La Haya, donde encuentra una guardería para Malva. Allí conseguirá dejarla al cuidado del matrimonio de Hendrik Julsing y Gerdina Sierks, quienes ya tienen otros hijos. Neruda nunca responderá a sus súplicas de que envíe 100 dólares al mes.
En 2003 Reynaldos contactó en Holanda a Neil Leys, ya anciana, la niñera especial que ayudó a los Julsing. Le contó que por el resto de su vida, Maryka visitó a Malvita cada mes en Gouda, con la mensualidad pagada de su bolsillo.
Los sentimientos de Neruda hacia la figura materna serán de puro rencor. Algunos leen que él atribuye a Maryka la hidrocefalia de su hija: En el poema Maternidad: “Por qué te precipitas a la maternidad y verificas/ tu ácido oscuro con gramos a menudo fatales”.
Se cree que Neruda responsabilizó a Maryka de la hidrocefalia de la hija
El 2 de marzo de 1943 Malva Marina muere, a consecuencia de la hidrocefalia pero también debido al dogma entre los cristianos científicos, que desalientan la medicina. El se entera en México por un telegrama, que no responde. La niña no es mencionada en sus memorias ni existe un verso dedicado a ella, más allá de una alusión, de tono autocompasivo, en el poema Enfermedades en mi casa. Y el rastro de Maryka se pierde cuando deja de escribir cartas al poeta reclamándole ayuda económica.
La niña es enterrada en el cementerio Ouder Begraafplats, en la orilla este del canal que divide a Gouda. Su tumba fue originalmente señalada por una periodista holandesa, ante el anuncio de que el predio sería desmantelado. Cuenta Reynaldos que Maruca “vivió el resto de su vida en soledad y zozobra. Rastreé todas sus cartas, todas fechadas en piezas alquiladas y pensiones. Había nacido con el siglo y murió en La Haya en 1965, sin el reconocimiento que había esperado por su sacrificio personal”.
Reynaldos explica la indiferencia y el egocentrismo del escritor por su cobardía un poco juvenil, y por la falta de identificación con Maryka: “Ese matrimonio estaba condenado al fracaso. No fue un gran amor, ni siquiera fue un romance.” Pero menciona, quizá sin medir las implicancias, otra chance que tuvo Neruda para mejorar sus vidas: “Maryka entró en Holanda como Hagenaar de Reyes, de decir, con pasaporte chileno. Durante la Guerra, estaba vigente el canje de ciudadanos -un chileno por un holandés. De hecho, ella se lo pidió tanto a Pablo como al presidente chileno Alessandri. Eso le habría creado problemas a Neruda porque existía un cargo contra él por bigamia. Ya estaba con Delia viviendo en Chile. Y él se interpuso, se lo negó; la Javanesa quedó atrapada en Europa”.
Hoy reflexiona que Neruda no debería ser considerado un héroe ni un canalla, sino un ser humano como cualquiera. Pero también eran humanos de ese tiempo Schindler, Wallenberg y tantos otros salvadores. En Chile, algunos destacan que el Partido Comunista holandés trabajó mucho años para guardar el secreto y reducir el daño colateral que ensombrece la figura de Neruda, en el panteón del comunismo.
“¡Yo! ¡La narradora! ¡Omnisciente! ¡Ja, ja, ja! Si mi padre me escuchara, exclamaría: «¡No me hagas reír!» -cuenta Malva Marina en la voz que le presta la novelista Hagar Peeters- “Hay una gran ambivalencia en la descripción que hizo mi padre de mí como «un ser perfectamente ridículo», porque lo perfectamente ridículo constituye una paradoja; lo ridículo es por definición imperfecto. Sin embargo, yo fui una criatura tan ridícula que la propia ridiculez me volvió perfecta”.