Los acontecimientos en Rusia del pasado fin de semana han cambiado la narrativa sobre la estabilidad del gobierno de Putin. Los interrogantes que ahora se plantean suponen una amenaza para el mandatario. Y como sucedió en el pasado, la economía es una factor clave.

Desde la invasión de Ucrania en febrero de 2022, la economía rusa ha sido uno de los principales objetivos de las sanciones de las naciones occidentales que buscan apoyar a Ucrania, pese a que muchos países europeos siguieron comprando petróleo y gas rusos. Al mismo tiempo, Moscú encontraba nuevos socios energéticos en China e India. Esto llevó al país a un superávit comercial récord de 227.000 millones de dólares (211.000 millones de euros). Unas arcas muy abultadas que ayudaron a Putin a mantener el flujo de dinero hacia diversos sectores y grupos de interés.

Un escudo contra las sanciones

Según Chris Weafer, asesor de inversiones, esa generosidad también contribuyó a mantener bajo control el sentimiento anti-Putin.

“Permitió al Gobierno estabilizar la economía y subvencionar áreas como el sector automovilístico, que es políticamente muy importante porque es un gran proveedor de empleo, el único en algunas regiones de Rusia”, dijo a DW, en referencia a las grandes protestas que tuvieron lugar en las zonas productoras de automóviles durante la crisis financiera de 2009.

No obstante, hay indicios de que la situación ha empezado a cambiar este año. Elina Ribakova, del laboratorio de ideas Bruegel, ve incluso una conexión entre la situación económica y el motín.

“Si los precios del petróleo hubieran subido, Putin habría podido seguir dando limosnas a su antiguo cocinero (en referencia a Yevgeny Prigozhin) y destinando más recursos al gasto social”, afirma.

Según Kirill Rogov, politólogo ruso que fundó y dirige la plataforma “Re: Rusia”, los altos precios del petróleo fueron en primer lugar los que convencieron a Putin de que podía invadir Ucrania. Por tanto, si los precios del petróleo bajan, la consecuencia natural de esta dependencia económica sería con toda probabilidad una mayor inestabilidad política en Rusia.

“Creo que en el caso de que los precios del petróleo se mantengan bajos durante dos años, habría un deterioro real del nivel de vida y, tras ello, protestas”, afirma Rogov.

Una planta de procesamiento de petróleo en Tuapsé, Rusia.
Expertos coinciden en que un desplome de los precios del petróleo sería fatal para Putin.Imagen: Igor Onuchin/imago images/ITAR-TASS

Números en caída

Y esos ingresos mensuales por el petróleo ya están bajando drásticamente en comparación con las ganancias inesperadas de 2022.

El mes pasado, el ministro de Finanzas del país, Anton Siluanov, admitió que las sanciones occidentales, que han obligado a Rusia a vender petróleo con descuento a países como India y China, han empezado a afectar a los ingresos.

Según cifras oficiales, los ingresos energéticos cayeron más de un 50% en el primer trimestre de 2023. “Cuando llegue septiembre, probablemente estaremos ante un ajuste presupuestario para reducir el gasto. No puede ocurrir en el ejército, así que entonces se empieza a reducir el gasto en la economía en general”, dijo Weafer.

¿Podría el petróleo incendiar su propia casa?

Weafer cree que un cambio de liderazgo impulsado por las turbulencias económicas sigue estando lejos, pero afirma que la posición de Putin depende de mantener contentas a las élites.

Tanto él como Ribakova y Rogov coinciden en que un desplome de los precios del petróleo sería fatal para Putin, aunque Ribakova se muestra muy escéptica ante la posibilidad de que el propio sistema cambie. “De todos estos escenarios de una Rusia post-Putin, la probabilidad de una Rusia democrática y estable es, en mi opinión, muy baja”, concluyó.