La grave crisis institucional y política que golpea a Venezuela es, desde hace al menos dos años, uno de los principales focos de discusión en la mayoría de las instancias internacionales y organismos multilaterales. La asamblea general de la Organización de los Estados Americanos (OEA), que se celebra hasta mañana en Medellín, escenificó las discrepancias y las tensiones que existen en el continente sobre las fórmulas para lograr una salida del impasse. México, Bolivia, Nicaragua y Uruguay criticaron este jueves el reconocimiento de la cumbre a los representantes enviados por Juan Guaidó, presidente del poder legislativo reconocido como mandatario interino por más de 50 países. Uruguay llevó más allá su rechazo y se retiró del cónclave, que también debate sobre la emergencia generada por el régimen de Daniel Ortega en Nicaragua.

La OEA reconoció a la delegación, encabezada por el exjefe del Parlamento Julio Borges, después de que a finales de abril el Gobierno de Nicolás Maduro abandonara oficialmente la organización, nacida en 1948 y liderada hoy por el diplomático uruguayo Luis Almagro, que tiene un discurso beligerante, sin matices, sobre la deriva chavismo.

Fue precisamente el embajador jefe de su país ante la asamblea general, Ariel Bergamino, quien tomó la decisión de levantarse de la mesa por “un progresivo y sistemático vaciamiento de la institucionalidad y la normativa” de la organización.

“El futuro de Venezuela no pasa solamente por este ámbito de la OEA. Que nosotros nos hayamos retirado de una asamblea que consideramos desnaturalizada no significa que no sigamos trabajando”, manifestó Bergamino en declaraciones a periodistas, dejando claro que no se plantea reconsiderar su postura. “Nosotros cuando nos retiramos, nos retiramos”, entatizó.

La posición de Uruguay se enmarca en un contexto concreto. Después de que Guaidó lanzara, el pasado 23 de enero, su desafío a Maduro, ese país promovió un intento de diálogo, después bautizado como Mecanismo de Montevideo, que todavía no ha dado resultados. Sin embargo, el Gobierno de Tabaré Vázquez mantiene la voluntad de acompañar una solución negociada al estancamiento.

“Un futuro perfecto no existe, un acuerdo perfecto no existe, hay que buscar lo mejor posible”, incidió Bergamino.