El Partido Republicano y Donald Trump siguen empeñados en que la crisis del coronavirus no les amargue la fiesta, su convención nacional. Hace solo un par de semanas que asumieron que esta no podría ser una cita multitudinaria y asumieron convertirla en virtual. Pero la reunión, que arranca esta noche, promete ser un espectáculo, una celebración de los logros del presidente y un homenaje a “la grandeza de la historia americana”. Todo lo contrario, en definitiva, a la convención celebrada la semana pasada por los demócratas, calificada de “lúgubre”, “deprimente” y “antipatriota” por el equipo de Trump.
Con el candidato republicano muy a la zaga de su rival, Joe Biden, la cita marca el comienzo de la campaña para impulsar una difícil remontada que evite una derrota épica para el presidente y el propio partido, que ha fiado su futuro a la ideología nacionalista y populista de Trump, que en el 2016 leyó como pocos el cambio que se estaba gestando en sus bases. También entonces tenía los sondeos en contra, insiste el presidente, convencido de que podrá repetir su gesta.
Es una empresa complicada pero no imposible, como advierte la experiencia de George H. W. Bush en el verano de 1988, que logró dar la vuelta a unos sondeos también muy negativos. La estrategia de los republicanos, evitar que estas elecciones sean un referéndum sobre el presidente y su gestión, como ocurre cuando el inquilino de la Casa Blanca concurre en las urnas, para convertirlas en una elección entre dos visiones del futuro. La convención es su oportunidad para relanzar la carrera presidencial.
Durante cuatro días, los republicanos intentarán desviar la atención de la pandemia (un 64% de los estadounidenses no confía en la capacidad de Trump para gestionarla) para centrarse en sus promesas cumplidas y denunciar los planes demócratas de deshacer su legado y reformar el país si ganan las elecciones. Trump no quiere vídeos pregrabados como los que han usado sus rivales (un aburrimiento”, dice el antiguo productor de televisión) y el partido ha diseñado un espectáculo a su medida, con discursos en directo de sus aliados políticos, estrellas del universo mediático conservador, beneficiarios de sus políticas, ataques a los demócratas…
Con conexiones con Charlotte (Carolina del Norte), donde se han reunido unos 300 delegados después de hacerse la prueba de la Covid, el plató central se ha instalado en el elegante auditorio Andrew W. Mellow de Washington, a cinco minutos a pie del Trump International Hotel. El presidente intervendrá cada noche en el show y no solo la última, como es lo habitual.
Virtual pero no tanto
Los republicanos prometen espectáculo y no cintas “aburridas” en su convención nacional
Tampoco hay precedentes del lugar elegido para pronunciar su discurso de aceptación de la nominación presidencial: los jardines de la Casa Blanca. La decisión está al límite de la ley, según los expertos en ética gubernamental, pero los abogados de Trump han concluido que esa zona forma parte de la residencia privada y está libre de la prohibición de usar instalaciones federales para actos de partido. Para enfatizar el patriotismo republicano, el vicepresidente Mike Pence intervendrá desde Fort McHenry (Baltimore), donde se produjo una batalla que inspiró el himno nacional.
Si la semana pasada los progresistas dieron la palabra a víctimas de la violencia de las armas, los republicanos invitarán a Mark y Patricia McCloskey, una pareja de San Luis (Misuri) que apuntó con una pistola y un rifle AR-15 a los manifestantes de Black Lives Matter que pasaron por su casa, en la misma urbanización que vive la alcaldesa.
La imagen se hizo viral y Trump ha convertido al matrimonio, que dijo estar aterrorizado, en la ilustración de los peligros que acechan a los estadounidenses si gana Biden. Entre los ponentes hay también votantes de origen cubano o venezolano que alertarán de los peligros del socialismo, argumento que Trump va a explotar especialmente en Florida y Arizona, dos estados que ahora se inclinan por los demócratas.
También intervendrán la primera dama Melania Trump desde la rosaleda de la Casa Blanca (recién reformada o, según sus detractores, destrozada) y por supuesto varios de los hijos del presidente. Su sobrina Mary Trump, autora del libro Too Much And Never Much ( Demasiado y nunca suficiente , que lleva como subtítulo Cómo mi familia creó al hombre más peligrosos del mundo ) no está invitada pero ya se ha hecho oír. Más exactamente, ha dado la palabra sin su permiso a su tía, la hermana del presidente Maryanne Trump Barry, de 83 años.
Donald Trump “no tiene ningún principio, ninguno”, afirma la hermana mayor del presidente en una grabación realizada por Mary Trump en el 2018 y facilitada por ella misma a The Washington Post para probar la procedencia de algunas de sus afirmaciones en el libro, como que el presidente pagó a otro estudiante para que hiciera por él el examen de acceso a la universidad. De acuerdo con la ley de Nueva York, es legal grabar conversaciones privadas si una de las partes implicadas está de acuerdo (el presidente, de hecho, lo hacía a menudo como empresario).
AL LÍMITE DE LA LEY
Trump dará su discurso de aceptación de la nominación desde la Casa Blanca
“Es la falsedad de todo ello. La falsedad y la crueldad. Donald es cruel”, comenta con repulsa Trump Barry, juez federal jubilada. “Estoy hablando con demasiada soltura pero… Los cambios en sus historias, la falta de preparación, las mentiras…”, “los malditos tuits”, dice a su sobrina. En otro momento, se declara sorprendida por haber oído decir a su hermano en Fox News, en plena polémica por su política de separación de familias inmigrantes, que quizás debería llevarla a la frontera. “¿No ha leído mis opiniones?”, se plantea. “¿Qué ha leído?”, le responde Mary Trump. “Nada, no lee nada”. La hermana del presidente cuenta por ejemplo la sorpresa que se llevó este cuando le dijo que no veía Fox News ni la tele en general y que se dedicaba a leer por las noches: “¿De verdad no ves la Fox?”.
El férreo silencio mantenido por el clan Trump sobre su vida familiar roto estrepitosamente por la publicación del libro de Mary Trump, psicóloga e hija de Fred, de cuya muerte, alcoholizado, ella acusa al trato que le dieron su abuelo y hermanos. Otro de ellos, Robert Trump, que trató sin éxito de impedir que la obra viera la luz, falleció la semana pasada a los 71 años. En un acto privado sin precedentes en la Casa Blanca, el presidente celebró allí su funeral el pasado viernes. Su hermana Maryanne no acudió al servicio. Ayer se mostró indiferente a la divulgación de las grabaciones. “Cada día es algo nuevo, a quién le importa. Echo de menos a mi hermano y voy a seguir trabajando duro por el pueblo americano”, dijo en un comunicado. “No todo el mundo está de acuerdo pero los resultados son obvios. Nuestro país pronto será más fuerte que nunca”.