El Cairo, 11 ago (EFE).- Al apagarse las voces de los imanes en las mezquitas poco después del amanecer, ríos de sangre y vísceras inundan las calles de El Cairo pese a los intentos del Gobierno de promocionar lugares más higiénicos para el sacrificio de reses durante el Aíd al Adha, la principal festividad musulmana.
En una de las entradas del matadero público de Al Basateen, tres vacas, una oveja y una cabra aguardan sin saberlo al hombre de la guadaña. En unos instantes, serán sacrificadas para recordar el momento en el que Abraham ofreció a Dios su hijo primogénito, Ismael, del que, según la tradición, descienden los árabes.
Las familias que se bajan de sus vehículos, con grandes recipientes de plástico en mano para llevarse la carne de los animales tras la matanza, se pueden contar con los dedos de una mano.
No es por el olor nauseabundo que rodea el establecimiento, sino porque ni las multas ni la gratuidad de los servicios en los mataderos públicos han logrado sobreponerse a la usanza.
La inactividad en Al Basateen choca con las escenas en una de las principales avenidas del residencial barrio de Zamalek. Aquí, cada cien metros una muchedumbre se agolpa a la entrada de una carnicería para llevarse un kilo de cordero recién degollado o conseguir que maten a su oveja.
Un carnicero afila un cuchillo contra otro y un empleado limpia las heces acumuladas en la tripa para que el cliente se la pueda llevar directa a la olla, mientras un grupo de niños gritan entusiasmados en cuanto un chorro de sangre comienza a emanar del cuello de un carnero.
“Prefiero venir a la carnicería para poder ver al animal y la calidad de la carne, además de vigilar el proceso de cortar”, argumenta a Efe entre sorbos de té Mohanad Nader, un banquero de 38 años reticente a la idea de ir al matadero.
El dueño del comercio, Mansour Mohamad, dirige la escena sentado en un lateral del puesto improvisado en plena calle, debajo de cabezas de ganado despellejadas que cuelgan de un toldo, y entre montañas de vísceras y charcos de sangre.
“El cordero a sacrificar debe ser macho, tener cuernos retorcidos, barba y un punto negro en la pierna. Respecto a las vacas, todas pueden ser sacrificadas menos los terneros que todavía maman”, explica a Efe.
Eso sí, sea cual sea el animal escogido para ofrecer a Dios, hay que seguir la normativa islámica.
Primero se pronuncia el nombre de Alá, luego se hace un corte en el cuello a la altura de las venas y, una vez terminada la matanza, se guarda un tercio de la carne para consumo propio y se regala a los pobres los dos tercios restantes.
Mohamad lamenta que este año el Aíd al Adha o Fiesta del Sacrificio ha caído en pleno verano, por lo que los clientes son menos porque muchos están de vacaciones fuera de la capital o se han marchado este fin de semana aprovechando los días festivos que se prolongarán hasta el miércoles.
Aún así, más de medio centenar de personas se han acercado a su carnicería, entre los que sólo vienen a comprar carne, los que matan al animal y luego acuden para el despiece, y aquellos que traen su propia cabeza de res para que el experto la sacrifique.
Un cliente se arranca a predicar en medio del jolgorio, calificando de infundadas las críticas de Occidente contra esta tradición musulmana por considerar que viola los derechos de los animales.
Insiste en que, si se hace apropiadamente, el cordero o ternero (a veces incluso camello) no puede ver el cuchillo, lo que palía su sufrimiento.
Aunque la matanza es la parte más polémica y llamativa de esta festividad, lo cierto es que hay otros rituales y tradiciones, que comenzaron esta mañana con rezos especiales y continuarán con comilonas familiares y regalos para los más pequeños.
En la casa de Dina Arafa, de 24 años, la familia ha pasado toda la noche en vela.
Según relata a Efe, a primera hora de la mañana han ido a rezar y luego se trasladaron a Zamalek para comprar un cordero, que sacrificaron en el mismo lugar.
“Esta es nuestra carnicería y desde hace mucho tiempo estamos acostumbrados a sacrificar aquí”, concluye Arafa en la vía pública que, a pesar de los esfuerzos del Gobierno del presidente Abdelfatah al Sisi, sigue siendo el matadero preferido para los egipcios.
Noemí Jabois