02 maquina voladora julio verne. Máquinas increibles

Máquinas increibles

En sus obras, Verne imaginó ingenios que se anticiparon a su tiempo, como el submarino, los viajes espaciales o las máquinas voladoras. Entre los diferentes aparatos que poblaron sus obras, se encuentra El Espanto, aparecido en la novela El dueño del mundo, que viajaba por tierra, mar y aire. Sobre estas líneas aparece volando con las alas desplegadas.

FOTO: Leemage / Prisma Archivo

06 fotografia aerea paris nadar. Primeras fotografías aéreas de París

Primeras fotografías aéreas de París

En 1862, Georges Nadar hizo los primeros retratos de París desde un globo. La imagen de arriba corresponde a una de esas estampas y fue realizada, probablemente hacia 1868, pese a que la fecha que aparece en ella es 1858.

Jules Verne nació en el seno de una familia burguesa de Nantes el 8 de febrero de 1828. Su padre, Pierre Verne, era notario y descendiente de todo un linaje de abogados. Su madre, Sophie Allotte, pertenecía a una casta de militares. La casa de la familia se encontraba en un exclusivo barrio de la ciudad del Loira, donde la mayoría de las lujosas mansiones eran propiedad de armadores de barcos que, enriquecidos por el “oro negro” de la trata de esclavos, vivieron su época de esplendor en el siglo XVIII. No en balde el puerto fue escala de los buques negreros que se dirigían a Estados Unidos. Todavía hoy puede verse la decoración favorita de esos tratantes: mascarones esculpidos en sus fachadas, cuyas caras representaban seres mitológicos, indios, negros e incluso a familiares de los comerciantes. El novelista saldó esta mancha cívica de su ciudad natal en Un capitán de quince años, donde condenó “el abominable tráfico de cargamento de ébano”.

Un espíritu viajero y aventurero

Las biografías de Julio Verne cuentan una anécdota, probablemente apócrifa, sobre su precocidad aventurera. Dicen que a los once años se escapó de casa para enrolarse como grumete en el mercante Coralie y que su padre le bajó del barco cuando éste iba a zarpar rumbo a la India. Pero lo que en verdad despertó la pasión literaria de Verne fueron las historias que le contaba su maestra de escuela, esposa de marino, así como la vista del muelle desde su ventana. Aquel bosque de mástiles, las banderas de colores y el trajín de la carga y descarga le hicieron soñar con echarse a la mar inexplorada.

Julio Verne era descendiente de un linaje de abogados de Nantes, ciudad enriquecida gracias al comercio de esclavos

En sus años de educación secundaria, en los que ganó un premio de geografía, prendió su afición a coleccionar revistas científicas. También devoró libros de aventuras, desde Robinson Crusoe a Ivanhoe, y dedicó poemas a su primer amor, mademoiselle Caroline. El rechazo de la joven, comprometida con un vizconde, frenó su vena artística y, desilusionado, aceptó el consejo paterno de ir a estudiar Derecho a París. Ese viaje lo realizó en dos medios de transporte que le fascinaron y adoptó para sus novelas: el piróscafo, o barco de vapor, y el ferrocarril.

Fue así como Julio Verne llegó en 1847 a una ciudad en vísperas de la revolución liberal que derrocó al rey Luis Felipe, en cuyo lugar se proclamó una república democrática. No obstante la agitación política, Verne se limitó a frecuentar a la bohemia del Barrio Latino que, en pleno romanticismo, admiraba a Balzac, Víctor Hugo y Musset. Por esta vía se introdujo en la tertulia literaria del salón de madame Barrère, donde entró en contacto con Alexandre Dumas hijo, que lo aconsejó. A raíz de este apoyo, escribió obras teatrales, relatos cortos y libretos de ópera, y renunció a ejercer como jurista, en contra del criterio paterno.

También entabló amistad con Nadar en el Club de Prensa Científica. Este fotógrafo aeronauta –que en 1862 haría los primeros retratos de la Ciudad de la Luz desde un globo– contagió a Verne la pasión por el vuelo aerostático. Fueron años de hambre, lo que le provocó trastornos digestivos crónicos, pero también de frenesí lector. Lo mismo leía sobre matemáticas y astronomía que descubría La incomparable aventura de un tal Hans Pfaall, de Edgar Allan Poe, sobre un viaje a la Luna en globo. Tras un empleo como secretario del Teatro Lírico, trabajó como agente de Bolsa, hasta que a los 24 años entró en la redacción de la revista literaria El museo de las familias para ocuparse de su sección científica.

El joven Verne frecuentó los ambientes literarios de París, donde conoció a Balzac y Víctor Hugo y entabló amistad con Alexandre Dumas hijo

Más tarde conoció a Honorine Deviane, una viuda de Amiens que tenía dos hijas, con la que se casó en 1857. El matrimonio no le proporcionó la estabilidad que esperaba. Más bien sintió que le encarcelaba, por lo que viajó a Escocia, Noruega y Dinamarca huyendo de la monotonía del hogar. La pareja tuvo un hijo, Michel, que resultó un quebradero de cabeza, pues, aunque llegó a ser un escritor aceptable, no dejó de dar disgustos a sus padres y los escandalizó por sus amoríos con actrices y por tener un hijo ilegítimo.

Escritor encuentra editor

En 1862 se produjo un encuentro decisivo. Julio Verne entregó al editor Pierre-Jules Hetzel un manuscrito que combinaba la literatura con la divulgación científica. Se trataba de Cinco semanas en globo, trasunto de los vuelos de su amigo Nadar, que se convirtió en un éxito de ventas sin precedentes. El propio Verne lo habría descrito con estas palabras: “Acabo de escribir una novela con una forma nueva, una idea propia. Si tiene éxito, constituirá, estoy seguro, un filón abierto”. Hetzel lo vio de la misma manera. Cuando el escritor le llevó un manuscrito futurista, titulado París en el siglo XX, el editor lo rechazó por parecerle pesimista y muy técnico. “Daría la impresión de que el globo fue una feliz casualidad”, le dijo, y conminó a Verne a volver al estilo original.

El astuto Hetzel le ofreció un contrato suculento, pero que en su letra pequeña camuflaba unas condiciones leoninas. Verne se comprometía a escribir dos novelas al año para la casa editorial durante los siguientes veinte años a cambio de 20.000 francos anuales por derechos de autor. Una suma elevada, pero que condenó al autor a una producción literaria a destajo durante el resto de su vida.

Su editor le ofreció un contrato envenenado que le obligó a escribir os novelas al año a cambio de 20.000 francos

En busca de la tranquilidad para escribir al ritmo frenético que le imponía el contrato con Hetzel, el autor se instaló en Amiens, lejos del “ruido insoportable” y la “agitación estéril” de París. En la quietud de su despacho escribía desde las cinco de la madrugada hasta las once de la mañana. Su casa estaba cerca de la estación, lo que le permitía viajar tanto a la capital como al puerto de Le Crotoy, donde amarraba su barco (llegó a tener tres, de nombre Saint Michel) para salir a navegar, su gran pasión. Verne se integró plenamente en la vida social de la ciudad, de la que fue concejal de Educación, Museos y Fiestas. Entre sus logros se cuenta la construcción de un circo, encargado al arquitecto Émile Ricquier, alumno de Eiffel. Esta afición circense la reflejó en la novela César Cascabel (1890), que muestra el periplo de una familia de saltimbanquis que viaja en carreta a través del Oeste de Estados Unidos y de Siberia para regresar a Francia, atravesando durante el trayecto paisajes vírgenes y desiertos de hielo.

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Fotografías

En la calma de Amiens, Verne concibió la mayoría de las obras agrupadas bajo el nombre de Viajes extraordinarios. El autor escribió estas famosas novelas de aventuras hasta el año de su muerte, en 1905. En el prólogo a Las aventuras del capitán Hatteras (1864-1865), Hetzel proclamó que el objetivo de la colecciónconsistía en “resumir todos los conocimientos geográficos, geológicos, físicos y astronómicos acumulados por la ciencia moderna y rehacer, bajo la atractiva forma que le es propia, la historia del universo”.

Viajes extraordinarios y progreso

Los primeros títulos, de pequeño formato, se publicaron por entregas en el Magasin d’Education et de Récréation. Pero Hetzel pronto se percató de que también tenían buena salida comercial en un tamaño mayor y con una cubierta ilustrada. Así surgió la idea de las famosas portadas de los Viajes extraordinarios, diseñadas mediante la técnica del cartonaje, que consistía en encuadernar los libros con una cubierta de cartón forrada de tela ricamente decorada. La popularidad que alcanzaron las novelas de Verne llevó al editor a mimar la estética de los libros y renovarla según los gustos del público.

Los Viajes Extraordinarios tenían como objetivo resumir los conocimientos “acumulados por la ciencia moderna” y darlos a conocer de una forma “atractiva”

Esas entregas iniciales de los Viajes extraordinarios son un canto a la felicidad que el progreso traería para el hombre. El medio para alcanzar este logro social sería la ciencia y su divulgación a través de las novelas. Ahora bien, el escritor mezclaba en ellas las lecturas románticas de su juventud con ideas del socialismo utópico y del positivismo basado en la razón. Las historias de Verne aparecieron en un momento de optimismo colectivo, propiciado por la Revolución Industrial en Francia y la estabilidad política del régimen de Napoleón III. De ahí que los protagonistas de estos viajes sean exploradores de buen talante y las máquinas mejoren la vida de los hombres.

En Cinco semanas en globo, el sabio inglés Samuel Fergusson, en compañía de un criado y un amigo, recorre el continente africano a bordo de un globo hinchado con hidrógeno. En Veinte mil leguas de viaje submarino (1869), el biólogo francés Pierre Aronnax, embarcado en el buque Abraham Lincoln, es arrojado al mar y va a parar al submarino Nautilus del legendario capitán NemoViaje al centro de la tierra (1864) narra la expedición de un profesor de mineralogía, el doctor alemán Otto Lidenbrock, hasta el núcleo del planeta desde un volcán en Islandia. Y en La isla misteriosa (1874), los tripulantes de un globo caen en una isla bajo la que se esconde el reino acuático del capitán Nemo.