No se sabe mucho sobre su fisonomía, más allá de que carece de tentáculos y de las asombrosa capacidad de su saco para cambiar de forma, lo cual consigue expandiendo su cuerpo. Sin duda esta estrategia le resulta muy útil para cazar, para lo cual simplemente envuelve a su presa a medida que nada junto a ella.
Pero ¿os habéis fijado en la mancha roja que se ve en su interior? Cuando los científicos se acercaron lo bastante descubrieron que la mancha roja era en realidad un isópodo diminuto y aún vivo (un tipo de crustáceo que se alimenta de los cadáveres que caen al lecho del océano) que podría utilizar a la Deepstaria como refugio contra otros isópodos más grandes.
¿Comparten estos crustáceos una relación simbiótica con las medusas del genus Deepstaria? No parece claro, aunque anteriormente se habían observado “isópodos residentes” aferrándose a otros especímenes de esta fantasmal medusa de las profundidades.
El equipo del Nautilus que pudo grabar estas imágenes tan llamativas, descubrió a la Deepstaria a una profundidad de 750 metros en el Océano Pacífico central, en algún punto entre Norteamérica y Australia.