El Vaticano anunció ayer una importante revisión del Código de Derecho Canónico, la primera en casi cuarenta años, que especifica claramente las reglas eclesiásticas y los castigos contra los abusos sexuales a menores de edad y adultos vulnerables, en un paso histórico para acabar con la impunidad que ha provocado los mayores escándalos en la Iglesia en los últimos años.

La normativa endurece las reglas contra los clérigos que abusan sexualmente tanto de menores como de determinados tipos de adultos, y por primera vez incluye un artículo concreto que señala que la pederastia es un delito contra “la dignidad humana” que puede comportar la expulsión del estado clerical.

La mención era una reclamación que las víctimas de abusos sexuales por parte de miembros de la Iglesia pedían desde hace años, porque hasta ahora la versión anterior del Código solo incluía una vaga alusión al sexto mandamiento (no cometerás adulterio) y dejaba en manos del criterio papal el eventual castigo. La Iglesia no abandona la fórmula del sexto mandamiento –defienden que es una fórmula tradicional que lo hace comprensible a todos los continentes– pero ahora sí que introduce la esperada referencia a los abusos sexuales.Lee también

El Papa endurece las leyes contra los abusos sexuales en la Iglesia

ANNA BUJ​CIUDAD DEL VATICANO. CORRESPONSAL

Pope Francis arrives to leads Holy Rosary prayer in Vatican gardens to end the month of May, at the Vatican, May 31, 2021. Filippo Monteforte/Pool via REUTERS

Esta discreción durante mucho tiempo había permitido que los obispos y superiores religiosos no investigasen adecuadamente y sancionasen a los sacerdotes abusadores. El presidente del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos, monseñor Filippo Iannone, que ha revisado el proyecto, reconoció que en ocasiones la interpretación del la ley ha sido demasiado permisiva porque la jerarquía de la Iglesia ponían por delante la misericordia a la justicia. Ahora queda claro que pueden ser responsables si les encubren.

Nuevos tiempos

Es la primera revisión sustancial del Código de Derecho Canónico en casi 40 años

Otro avance notable es la equiparación del abuso a determinados adultos vulnerables con el abuso a menores. El secretario del Pontifico Consejo para los Textos Legislativos, el español Juan Ignacio Arrieta Ochoa, explicó en una conferencia de prensa que esto implica que cualquier miembro de la Iglesia que es abusado sexualmente por un clérigo puede ser castigado si se demuestra que el segundo abusó de su autoridad. El cambio será útil a la hora de afrontar los abusos en los seminarios, y llega después de dolorosas revelaciones como la que llevó a la expulsión del sacerdocio del excardenal estadounidense Theodore McCarrick, el religioso de más alto rango reducido al estado laical por pedofilia clerical.

Durante mucho tiempo las víctimas, pero también abogados y obispos, habían protestado porque el instrumento de la ley eclesiástica no les permitía afrontar con condiciones los procesos por abusos sexuales a menores. El Vaticano ha ido introduciendo pequeños cambios, y en los últimos años Francisco se ha empeñado en promulgar normas para castigar a los superiores y obispos encubridores o levantar el secreto pontificio sobre estos delitos. Sin ser ninguna revolución, el nuevo Código del Derecho Canónico organiza e incorpora estas modificaciones. Es una continuación natural de la cumbre inédita celebrada en el Vaticano en febrero del 2019, y tras la cual el Papa fue criticado por no ofrecer nuevas medidas concretas contra los abusadores. Dos años después, finalmente han llegado.

La disciplina penal eclesiástica no era revisada desde 1983, es decir, desde que fue promulgada por Juan Pablo II. El Código nació después del concilio Vaticano II y ya en ese momento generó un debate sobre su conveniencia. Con el paso de los años –y los numerosos escándalos que han empañado la credibilidad de la institución–, el papa Francisco ha considerado ahora que es “evidente” que se necesitaban modificaciones. “Muchos han sido los daños que ocasionó en el pasado la falta de comprensión de la relación íntima que existe en la Iglesia entre el ejercicio de la caridad y la actuación de la disciplina sancionadora”, admitió el Pontífice.

El trabajo de revisión, que inició Benedicto XVI en el 2007, favorecerá “la unidad de la Iglesia en la aplicación de las penas, sobre todo respecto de los delitos que provocan mayor daño y escánda-lo en la comunidad”, subrayó Francisco. La nueva versión entrará en vigor en diciembre.

Problema en los seminarios

La reforma equipara la pederastia con el abuso sexual a ciertos tipos de adultos

La novedad jurídica castigará de igual manera a todos los clérigos que obliguen a los menores a participar en actividades pornográficas, así como quienes conserven, exhiban o divulguen imágenes pornográficas de menores o personas vulnerables. Además de endurecer las normas contra la pederastia clerical, el código incorpora delitos como el tentativo de ordenar a las mujeres –bajo pena de excomulgación, en otro chasco para ciertos sectores progresistas que piden esta apertura–, el registro de las confesiones, la consagración eucarística con finalidad sacrílega, o la administración de sacramentos a personas a quienes les están prohibidos. Para afrontar las últimas tormentas por delitos financieros en los últimos años, la normativa también incluye castigos para crímenes económicos.

Otra novedad es que establece la posibilidad de aplicar la pena de suspensión a todos los fieles, y ya no solo a los clérigos, como fundadores de movimientos religiosos laicos o administradores de iglesias. La nueva ley indica que pueden ser igualmente castigados si abusan de su autoridad para incurrir en crímenes financieros o sexuales, con castigos como perder su trabajo, multas o expulsión de las comunidades. Esta necesidad resultaba evidente tras escándalos como el de la organización católica peruana Sodalicio de Vida, con 20.000 miembros en América Latina y EE.UU. Su fundador, el laico Luis Figari, fue acusado de múltiples abusos sexuales y psicológicos sobre niños y miembros de este grupo. El Vaticano y la Iglesia local debatieron durante años cómo castigarle, puesto que no podía ser expulsado del sacerdocio, y finalmente la Santa Sede optó por echarle de Perú y aislarle de la comunidad.