Los trabajadores de la SNCF, la compañía nacional de ferrocarriles de Francia, se aprestan a redoblar su pulso contra el presidente, Emmanuel Macron, y sus planes de emprender una profunda reforma de un sector que en el pasado ya doblegó a otros gobiernos que osaron proponer cambios a un pilar sagrado del sistema público francés. A partir de la noche de este lunes, pero sobre todo el martes y el miércoles, los empleados de la red de ferrocarriles gala emprenderán la primera de una larga serie de huelgas intermitentes —que se prolongarán hasta junio— que amenaza con paralizar buena parte del país. Un nuevo paro anunciado por su parte por la aerolínea Air France promete complicar más aún la situación.

Hace días que las autoridades aconsejan encarecidamente a los franceses que busquen un plan de transporte alternativo para este martes. En las autopistas, los paneles instan desde el fin de semana a los conductores a compartir vehículos y así no saturar más de lo previsto las carreteras. Es una muestra más de que todos se están tomando muy en serio lo que la prensa llama ya “martes negro”, una jornada en la que muchos franceses podrían ver seriamente perturbada su rutina a causa de los paros en las redes de trenes de larga y corta distancia. Se estima que unos 4,5 millones de franceses usan de manera diaria el sistema de ferrocarriles del país.

Los sindicatos hablan de un seguimiento masivo de la huelga. Calculan que al menos el 77% de los conductores secundará el paro. Para el martes, está previsto que circule de media uno de cada ocho TGV, los trenes de alta velocidad, y un tren regional de cada cinco. Mientras que el tráfico internacional hacia Reino Unido y Bélgica está más o menos garantizado, las conexiones hacia España, Italia o Suiza quedarán interrumpidas, según la Agencia France Presse.

Una presión que el Gobierno dice no comprender. Para la ministra de Transporte, Elisabeth Borne, es una protesta “injustificada”.

“Nadie puede comprender que los sindicatos ferroviarios comiencen una huelga larga y perjudicial cuando el Gobierno está dispuesto a dialogar”, dijo este fin de semana al diario Le Parisien.

Los sindicatos han llamado a protestar contra la supresión para las nuevas contrataciones de las ventajas laborales de que disfrutan actualmente los trabajadores ferroviarios, como la jubilación a partir de los 55 años. Tampoco ha gustado el anuncio del Gobierno de abrir el servicio a la competencia, o la transformación de la SNCF en sociedad anónima, aunque el primer ministro, Édouard Philippe, ha asegurado que nadie piensa en una privatización de la empresa nacional.

El Ejecutivo argumenta que se trata de reformas necesarias por la gigantesca deuda que acumula el sistema ferroviario francés, de 45.000 millones de euros. Los sindicatos afirman que las reformas “buscan destruir el servicio ferroviario público por puro dogmatismo ideológico” y que de todos modos los cambios “no solucionarán el problema de la deuda ni de las disfunciones” que padece el sector.

El pulso está servido. Hasta el momento, el Gobierno de Macron ha logrado sortear con relativa holgura las huelgas convocadas por diversos sectores en protesta por sus reformas, aunque los observadores destacan el hecho de que las manifestaciones y paros se multiplican. El sector ferroviario tiene fama de duro y se considera que el paro intermitente anunciado —dos días de huelga de cada cinco, en total 36 jornadas, hasta junio— es el mayor desafío en este sentido que afronta Macron en lo que lleva de mandato. Otros gobiernos antes que el suyo acabaron cediendo. En 1995 tuvo lugar el último intento serio —hasta ahora— de reformar el sector ferroviario. Una huelga masiva paralizó el país durante semanas en lo que se consideró la mayor protesta social —también se protestaba por las pensiones de los funcionarios, ahora son los jubilados los que se han echado a la calle— desde mayo de 1968 en Francia. El entonces primer ministro, Alain Juppé, mentor de Philippe, acabó dimitiendo.

Buena parte del pulso dependerá del apoyo de la opinión pública.

Según una encuesta del instituto Ifop para el dominical Journal du Dimanche, el 46% de los franceses considera “justificada” la protesta ferroviaria, frente a un 51% que dice desear que el Gobierno realice la reforma anunciada. Aunque sigue siendo minoritario el apoyo a la huelga, este ha ido aumentando progresivamente las últimas semanas. En la última consulta, el 72% se declaró pese a todo convencido de que Macron no cederá ante los huelguistas.

A la huelga de los ferrocarriles se une una nueva protesta de los trabajadores de Air France este martes. La protesta, que tendrá una réplica el 7 de abril, es en petición de un aumento salarial mayor que el previsto por la compañía, que ha asegurado que tiene previsto operar pese a todo el 75% de sus vuelos programados.