BEATRIZ NAVARRO | WASHINGTON, EE.UU. CORRESPONSAL 25/06/2020 06:00 | Actualizado a 25/06/2020 11:58
“El virus se está yendo”, “Tenemos más casos porque hacemos más tests que nadie”, “Las tendencias son alentadoras”… Las falacias detrás de las últimas declaraciones del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y su vicepresidente, Mike Pence, han quedado abruptamente expuestas al desnudo por los planes de la Unión Europea (UE) de reabrir sus fronteras al tráfico internacional y, muy probablemente, dejar fuera de momento a los viajeros del país norteamericano.
La decisión se basará en criterios esencialmente epidemiológicos aún por definir pero que EE.UU. actualmente no cumple. Y en contra de lo que dijo Pence, las tendencias actuales no tienen nada de alentadoras: tras estancarse los contagios en mayo en unos 20.000 diarios, este mes se han disparado a entre 30.000 y 35.000. La UE, con 120 millones de habitantes menos, registra menos de 4.000 casos nuevos al día.
Con sus brotes bajo control, Nueva York y otros estados del norte sopesan cuarentenas a los viajeros del sur
La noticia es un duro golpe más al prestigio y el orgullo americano, actualmente en mínimos. Solo un 42% de los estadounidenses se declara muy orgulloso de su país, según Gallup,el nivel más bajo desde que la empresa demoscópica comenzó a medir este indicador con motivo del 11-S del 2001, cuando alcanzó su máximo. Manchado por la defectuosa gestión de la pandemia, el preciado pasaporte americano no abre tantas puertas como antes.
Tres meses y medio después de que Trump cerrara las fronteras a los viajeros de la zona Schengen para prevenir los contagios importados, la situación no puede ser más distinta. Europa era entonces el foco mundial de la crisis pero la puesta en marcha de medidas de distancia social, con órdenes de confinamiento más largas y estrictas a las que, con un retraso de dos semanas, se anunciaron en EE.UU., dio sus frutos y el virus está contenido.
Hoy, con un 25% de los nuevos contagios mundiales pese a representar solo el 4% de la población total, EE.UU. es el foco de la pandemia. Mientras los países de la UE registran hoy, de media, 16 contagios por cada 100.000 habitantes, el país norteamericano tiene más de 100. Y a la vista de la situación en Florida, Texas y Arizona, donde a estas alturas de la pandemia es cuando anuncian día tras día cifras récords de contagios (entre 3.500 y 5.500 al día cada uno), la evolución de las cifras nacionales no va a ser a mejor a corto plazo. Con tasas ahora más cercanas a los europeas, Nueva York y otros estados del norte sopesan imponer cuarentenas a los viajeros procedentes de estados del sur y el oeste, que les han relevado como focos nacionales de la pandemia.
L a pandemia “ha puesto a este país de rodillas”, admitió el martes en el Congreso Robert Redfield, el director de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades. Su politización ha jugado en contra de las estrategias de contención desde el primer día. Tras minimizar los riesgos, Trump recomendó algunas medidas de distancia social pero enseguida se impacientó cuando los estados empezaron a decretar órdenes de confinamiento y la economía empezó a resentirse.
Trump respondió alentando las protestas contra el cierre, impulsadas por el fuerte instinto libertario de los americanos, al tiempo que rechazaba el uso de la mascarilla. La prenda se ha convertido en el último –y peligroso– símbolo de la división de la sociedad estadounidense. El repunte de los contagios, afirman los especialistas, no se explica por el aumento delos tests sino por la laxitud de la población ante la crisis.
La interrupción de los viajes transatlánticos ha causado graves perjuicios a ambos bloques. Pero, a ojos europeos, la situación es desequilibrada, lamenta el embajador de la UE en EE.UU., Stavros Lambridinis, en una carta enviada recientemente al Departamento de Estado en la que reclama suavizar las restricciones de viaje a los no nacionales y aplicarlas con reciprocidad. El objetivo europeo es que Washington permita entrar y salir con libertad a las personas en poder de visados no inmigrantes. Hay miles de europeos atrapados actualmente en el país, ya que si salen no podrían volver a entrar a pesar de contar con visados que deberían permitirles viajar, y de que Europa, en cambio, sí autoriza estos movimientos a norteamericanos en situaciones similares.
Después de trascender la noticia de que los viajeros de EE.UU., como los de Brasil o Rusia, muy probablemente van a seguir vetados en Europa, el secretario de Estado, Mike Pompeo, dio señales de que están dispuestos a negociar. “Tengo la esperanza de que en las próximas semanas encontraremos una solución”, aseguró, comprometiéndose a buscar formas de reanudar los viajes internacionales “de forma segura”. “No queremos que la llegada de viajeros ponga en peligro a EE.UU. como tampoco queremos causar problemas a otros”, dijo.
Con las elecciones presidenciales a pocos meses vista, el clima político es adverso. Trump firmó este lunes un decreto que amplía hasta finales de año la suspensión de la concesión de visados a diferentes categorías de trabajadores (especialistas en tecnología y finanzas, ejecutivos, profesores, au pairs…) además de las solicitudes de tarjetas de residencia. La medida fue aplaudida por los conservadores, pero las grandes corporaciones y la Cámara de Comercio han advertido de que será perjudicial para la recuperación de la economía.
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