En México, el único personaje público que admite tener un diálogo abierto con los capos del narcotráfico es el obispo Salvador Rangel, a cargo de la diócesis de Chilpancingo-Chilapa.
Rangel llegó al estado de Guerrero en agosto de 2015 y se encontró con una violencia sin control.
El estado, en el sur país, es el mayor productor de goma de opio de México, que a su vez es el tercer productor mundial, solo después de Afganistán y Myanmar.
En Guerrero, la guerra contra el narco que comenzó el gobierno del expresidente Felipe Calderón hace 12 años, así como la lucha por el territorio entre los diferentes grupos de narcotraficantes han causado al menos 10.000 muertes en los últimos 5 años, según las cifras oficiales.
El religioso recibió a BBC Mundo en su casa de Chilpancingo. Durante la entrevista, el obispo -opuesto al aborto, la eutanasia y el divorcio exprés- se mostró relajado, sonriente y convencido que su diálogo con el crimen organizado puede ayudar a disminuir la violencia en la región.
Una postura poco frecuente en México.
“Yo creo que cualquier cosa que hagamos a favor de la paz es bueno”, dice. También afirma que sus actos se basan en los evangelios. “Jesús dijo que hay que buscar a la oveja perdida“, asegura.
Sin embargo el gobierno del estado de Guerrero ha mostrado descontento con él y en repetidas ocasiones le pidió que deje de dar declaraciones.
¿En qué momento decidió hablar con el narco?
Todo empezó cuando un sacerdote me llamó a media noche para decirme que una persona, hermana de un narco, escuchó que lo habían sentenciado a muerte porque había hablado en contra de los narcotraficantes.
Me preocupó mucho y al día siguiente me fui con una religiosa a la sierra a buscar a la persona que lo quería matar. Dialogué con él. Le propuse sacar al sacerdote de ese lugar. Que no convenía que lo asesinaran porque se iba a echar encima a la gente, al ejército, al gobierno.
¿Tuvo miedo?
Claro que sí. Da miedo. Iba a lo desconocido. Iba con temor. No sabía a lo que me iba a enfrentar. Yo ni conocía al jefe ese. Pero, afortunadamente, pude encontrarlo y se arregló el asunto.
¿Por qué Guerrero tiene tantos problemas de violencia?
Sabemos que muchas partes del estado están en manos del narcotráfico. Es uno de los estados donde más se produce la amapola, de la que se saca la goma de opio y la heroína. Por eso aquí se da mucho la lucha por el territorio entre bandas por el mercado de la droga.
Al gobierno ya se le escapó el problema de las manos.
En Guerrero, como en muchas partes de México, hay un vacío de poder.
Incluso podríamos decir que muchas veces las zonas donde hay un solo grupo de narcotraficantes son zonas tranquilas, no hay levantones, no hay asesinatos.
Los problemas están en los lugares donde hay varias bandas compitiendo.
¿Qué pruebas tiene para decir que los narcos dominan partes de Guerrero?
Yo me muevo en el territorio de la diócesis Chilpancingo-Chilapa, que está en la sierra. Esta zona está dividida en cuatro grupos de narcotraficantes. Muchas partes están en manos de estas personas.
Como le dije, hay un gran vacío de poder en esos lugares y lo han capitalizado los grupos de narcotraficantes.
Son los que mandan y de hecho hay un fenómeno bien curioso. En estos lugares no hay problemas, no hay dificultades, la gente vive en paz, vive tranquila.
¿Cree que el diálogo con los narcos ayudará a reducir la violencia?
Básicamente yo buscaba la protección de los sacerdotes, que también han sufrido la violencia. Durante el gobierno de Enrique Peña Nieto han sido asesinados 24 sacerdotes.
Por ejemplo, otro grupo estaba amenazando a un sacerdote, que se tuvo que salir de esa comunidad. Esa fue la ocasión para hablar con esa persona, un capo distinto. Ahí le expuse otro problema: a un obispo le estaban cobrando derecho de piso de su catedral.
El problema se arregló. Esa ha sido la manera de cómo me he ido relacionando con ellos.
¿Y esto fue antes de que le mataran a sus dos sacerdotes? (El 5 de febrero pasado dos sacerdotes de su diócesis fueron asesinados por disparos en la carretera Taxco-Iguala, en Guerrero)
Si, desde antes.
¿Y porqué los mataron si usted tiene un diálogo con algunos narcos?
Yo pienso que el asesinato de los sacerdotes fue un mero incidente. Ellos fueron a una fiesta y, según me platican, había una gran cola de coches en la carretera.
Al parecer el sacerdote que iba manejando quiso rebasar la fila de coches y atrás de ellos venían unos narcotraficantes que se molestaron y ametrallaron la camioneta en donde iban.
Al principio el fiscal dijo que los habían asesinado porque pertenecían a un grupo de delincuentes y que llevaban armas. Yo protesté porque no era cierto.
Afortunadamente el gobierno corrigió esa versión.
Pero ya van más de tres meses y no hemos sabido nada de la investigación.
Unos días después, también fueron asesinados los padres y la hermana de una de las monjas que se encargaba del Colegio Morelos, una de las instituciones con más prestigio en Chilapa..
Primero los secuestraron y luego aparecieron en bolsas.
Además de los familiares de las monjas también asesinaron a un empleado del colegio y otras dos personas.
Fue otro caso que me molestó mucho.
La salida de la fiscalía y del gobierno siempre es: “murieron porque estaban coludidos con el narco, o murieron porque es una lucha de bandas” y de ahí no los saca uno.
Esto es muy común, que se revictimice a las víctimas. Cuando son asesinados, son casi culpables de sus muertes.
¿Porqué ha seguido hablando con los delincuentes después de que mataron a su gente?
Hay diferentes tipos de grupos. Yo no he podido relacionarme con todos. Con algunos grupos me he relacionado, pero con otros no he podido entablar un diálogo.
¿Qué le dicen, qué quieren los narcos? ¿Qué piden para acabar con la violencia?
Con los que he hablado muchas veces me dicen: nosotros somos narcos, pero no somos sicarios.
El problema del narcotráfico es que la gente en la montaña vive en extrema pobreza y es lo único que tiene para vivir. Y desgraciadamente ya aprendieron a ganar dinero fácil.
Yo lo que busco es que el gobierno federal voltee su vista a Guerrero, que vea lo que está sucediendo.
Por ejemplo, ahora mismo las personas de la sierra y la montaña están sufriendo mucho. Hay mucha hambre.
Están teniendo problemas porque la goma de opio ha bajado mucho su precio con la introducción de fentanilo desde Asia, un químico que se usa para producir drogas sintéticas.
El kilo de goma de opio, que estaba en 25.000 pesos (US$1.345) ahora está en 4.000 (US$215). Por eso la gente no la quiere vender. Pero tampoco tiene para comer.
Ahí deberían entrar al quite las instituciones gubernamentales y federales.
¿Como sacerdote, usted no ha tenido cuestionamientos éticos?
No. Yo soy católico. Está de por medio el evangelio. Jesús decía que “son los enfermos los que necesitan el médico, no los sanos. Yo he venido a buscar a los pecadores, no a los justos. Yo debo ir a buscar a la oveja perdida”.
En ese sentido yo estoy buscando a los narcos porque creo en la bondad. Yo creo que cada persona tiene una rendijita de bondad o de bien. Y es ahí donde nosotros podemos influir.
Es una cosita pequeña, una semillita que uno siembra en ellos y que posiblemente con el tiempo pueda crecer.
A mí me llamó la atención una persona a quien yo le pedí que no secuestrara, que no matara. Me dijo que ya no lo iba a hacer más, siempre y cuando su vida no estuviera en riesgo. Creo que ese ya es un paso.
¿Estaría usted a favor de la legalización de la siembra de amapola?
Solo con fines medicinales. Pero no sé si la amapola que se produce en Guerrero puede servir para esos fines, creo que se necesitan unos estudios serios.
Pero yo creo que si se legaliza , bajaría la violencia. Y ayudaríamos a los campesinos que se dedican a la siembra.
En abril de este año usted recibió muchas críticas por haber ido a agradecerle a un narcotraficante.
Debido a la violencia, cuando un grupo atacó Pueblo Viejo, en la sierra, unas 2.000 personas tuvieron que huir. Solo quedaron unos cientos, los niños, los viejos, las mujeres embarazadas que no pudieron huir.
Fue algo que me disgustó porque yo me dirigí a las autoridades para ver quién podía ayudar a esta gente que venía caminando en la sierra, con la lluvia, sin protección.
Y nadie les ayudó. Me dijo un personaje del gobierno: “cuando lleguen a Chilpancingo les ayudamos”. Y eso son más de seis horas. ¿Cuándo se les iba a ayudar?
Hablé con los narcos y afortunadamente restablecieron la luz y el agua. Yo digo que todavía tienen un rinconcito de bondad.
¿Por qué los narcos están tan cercanos a la Iglesia?
Afortunadamente son católicos, tienen fe. Una fe muy a su manera, pero siguen frecuentando la iglesia: bautizan a sus hijos, se casan, celebran funerales o fiestas de XV años.
Son narcos distintos a otros del país. Esta gente todavía tiene esa pequeña veta donde todavía tienen fe y es donde uno intenta influir en ellos.
¿Qué le ha dicho el gobierno?
Que evite dar declaraciones, que evite esas confrontaciones con el gobierno.
De hecho casi ya no hago declaraciones. He evitado hablar. Pero desgraciadamente 2017 fue el año más violento y el primer trimestre de este año ha sido el más violento de todos. Guerrero está en una situación muy difícil.
¿Qué dicen otros sectores de la Iglesia sobre su postura?
Yo hablo como obispo de Chilpancingo-Chilapa. No quiero involucrar a los demás obispos. Cada quien tendrá su manera de hacer sus cosas. Esta es mi manera de proceder pastoralmente.
Yo creo que lo que hago aquí en Guerrero, era lo que nos decía el papa Francisco: ir a las periferias existenciales, a esos lugares donde nadie va. Para mí una periferia existencial es el mundo del narco. ¿A qué vamos? Yo hablo con los narcos para sembrar semillitas de bondad, semillitas de evangelio.
Hace un mes tuvimos la conferencia episcopal, la reunión de todos los obispos en México, y recibí apoyo total.
A nivel personal muchos obispos me dicen que están muy de acuerdo con lo que hago. Incluso dos obispos me pidieron que fuera a hablar con sus sacerdotes para que hagan las cosas distintas.
De alguna manera estamos marcando una tendencia. Una Iglesia que va con la gente, que ve la problemática que existe, una Iglesia más comprometida.
¿Qué es lo que espera hacer con su diálogo?
Quiero llamar la atención del gobierno federal, que ponga los ojos en Guerrero. También que las instituciones internacionales nos escuchen, aquí en México los oídos ya se ensordecieron.
Yo soy un fraile franciscano que busca el diálogo, la paz. Ha habido ciertos problemas con el gobierno, pero yo no quiero ser un instrumento de división, al contrario, quiero ser de unión.
Si ellos quieren yo estoy dispuesto a hacer lo que sea por lograr la paz, la tranquilidad en el estado de Guerrero.
¿México está listo para una amnistía?
Yo estoy de acuerdo con una amnistía porque Jesús siempre invitó a la gente a la conversión, a cambiar de vida. Yo creo que si esos narcotraficantes quieren cambiar de vida, quieren ser distintos, ¿porqué no? Debemos abrirnos al diálogo y ver a qué solución se puede llegar.
No pactar con ellos, pero sí es importante ver todos los elementos y buscar los caminos de paz, de progreso, de justicia, de estabilidad. Yo creo que cualquier cosa que hagamos a favor de la paz es bueno.
Muchos me han dicho que lo primero es la ley. Está bien, es lo que tienen que decir los que están ejerciendo la autoridad. Pero yo digo una frase de Jesús: “la ley está hecha para el hombre y no el hombre para la ley”.
Las leyes se pueden cambiar. Hay que favorecer el bien común y a las personas.
¿Por qué los narcos matan candidatos, sobre todo en Guerrero?
Se están jugando el poder y el dinero. Si un candidato no les sirve o estorba a otro, es como la ley de la selva, del más fuerte. En vez de ir por el camino del diálogo, de escuchar las ideas distintas a las mías, acallo esas voces por medio de las balas.
Pero seríamos inocentes en cargarle todo al narco. También son otros políticos. Al exgobernador de Guerrero José Francisco Ruiz Massieu y al candidato a la presidencia Luis Donaldo Colosio no los mataron los narcos.
Sus detractores dicen que no se puede probar que usted realmente habla con los criminales y que los visita en la montaña, sobre todo porque usted no aclara con qué grupos se reunió…
No es necesario que yo lo pruebe. No les puedo decir ni dónde ni cómo ni a qué hora. Simplemente es mi palabra. Lo que yo he hecho. Y no solo eso, estoy haciendo otros trabajos.
Estoy intentando pacificar a estos grupos entre sí. Hay muchas rivalidades. Ese es mi trabajo. Si lo quieren creer, bien. Si no, no me preocupa.
Hay un video en internet en el que usted exhibe una joya, un anillo que le regalaron y algunos dicen que fue el narco…
Es parte del bullying que me está haciendo el gobierno. Dicen que me lo regalaron los narcos. No es cierto. Me lo regalaron las personas cuando se erigió la parroquia en Tlanicuilulco. De ninguna manera fue el narco.
¿El narco no explota a la gente? ¿No están en manos criminales?
Que se aprovechan de la gente sí, pero, ¿ellos qué más pueden hacer? No tienen nada más que hacer. No hay otras oportunidades.