Durante muchos años he trabajado en cuidados paliativos, con personas que tienen enfermedades terminales. Mis pacientes eran los que volvían a sus casas para morir. Algunas veces compartimos momentos increíblemente especiales al estar con ellos durante las últimas semanas de sus vidas. Las personas crecen mucho cuando se enfrentan a su propia mortalidad.
Aprendí que uno nunca debe subestimar la capacidad de alguien para crecer. Algunos cambios fueron increíbles. Cada uno de ellos experimentó una variedad de emociones, como la negación, el miedo, la ira, el remordimiento, más negación y finalmente la aceptación. Cada paciente encontraba su paz antes de partir.
1. Ojalá hubiera tenido el coraje de vivir una vida siendo fiel a mis sueños, no a la vida que otros esperaban de mí.
Este era el lamento más común de todos. Cuando las personas se dan cuenta que su vida está a punto de terminar, pueden mirar atrás con claridad y es fácil ver cuántos sueños no han sido realizados. La mayoría de la gente no había cumplido aún ni la mitad de sus sueños e iban a morir sabiendo que esto se debía, a las elecciones que habían o no habían hecho durante su vida. Es muy importante que trates de realizar al menos algunos de tus sueños durante la vida, ya que en el momento en que se pierde la salud, es demasiado tarde. La salud nos trae una libertad que muy pocos nos damos cuenta antes de perderla.
2. Desearía no haber trabajo tan duro.
Cada paciente de sexo masculino que cuidé decía lo mismo. Se perdieron la juventud de sus hijos y la compañía de sus parejas. Las mujeres también se arrepentían de esto, pero como la mayoría eran de una generación anterior, muchas de las pacientes de sexo femenino no habían tenido que sostener la familia. Todos los hombres que cuidé lamentaban profundamente haber gastado su vida en torno al trabajo.
3. Ojalá hubiera sido capaz de expresar mis sentimientos.
Muchas personas no expresaban sus sentimientos con el fin de mantener la paz con los demás. Como resultado, nunca se convirtieron en lo que eran realmente capaces de llegar a ser. Hay muchas enfermedades que desarrollan sentimientos de amargura y de resentimiento.
4. Ojalá me hubiera quedado en contacto con mis amigos.
Muchas personas se dan cuenta del real valor de los amigos a solo semanas de morir. Mucho de ellos fueron quedando en el camino debido a la rutina que muchas veces aleja a las personas y a la hora de querer ubicarlas porque no queda tiempo.
Muchos de ellos habían llegado a estar tan atrapados en sus propias vidas que habían abandonado grandes amistades con el paso de los años. La gente se lamentaba mucho de no haber dedicado el tiempo y el esfuerzo que se merecían sus amigos. Todo el mundo extraña a sus amigos cuando está muriendo.
Es común dejar las amistades de lado, para cualquier persona que lleva un estilo de vida ocupado. Pero cuando te enfrentas a tu muerte, los detalles físicos de la vida desaparecen. Si se puede, la gente quiere tener sus asuntos financieros en orden, pero no es el dinero o el status lo más importante para ellos. Estas personas quieren que esté todo ordenado, porque se preocupan del beneficio de aquellos que aman.
5. Me gustaría haber sido más feliz.
Este es uno sorprendentemente común. Muchas personas no se dan cuenta hasta el final de que la felicidad es una opción. Han permanecido estancados en viejos patrones y hábitos. El conocido confort o familiaridad se sobrepuso a sus vidas tanto física como emocionalmente. El miedo al cambio les dejó haciendo creer a otros, y a ellos mismos, que eran felices, pero cada vez las risas y las tonterías tardaban más tiempo en aparecer en sus vidas.
Cuando uno está en su lecho de muerte, lo que otros piensan de ti es algo que uno deja de pensar. ¡Qué maravilloso es ser capaz de dejar ir las cosas y ser capaz de sonreír, mucho antes de saber que te estás muriendo.
La vida es una elección, la que estás viviendo es TÚ vida. Elige conscientemente, elige sabiamente y elige honestamente. Elije la felicidad.