El comandante Teto lidera un moderno ejército de Pancho Villa donde todos los vehículos han sido modificados. El blindaje de las ventanas es una gruesa superposición de vidrios, las puertas tienen placas de hierro soldadas y a la altura de la manija hay orificios como un buzón por los que asoma el cañón del arma. En el techo, Teto y los suyos, han fabricado una esclusa de hierro tipo submarino desde la que es posible asomarse y seguir disparando.
Detrás de su Ford hay un Jeep, una Lincoln, una Dodge, una negra, blanca, roja… Así hasta 15 camionetas 4×4 forman el convoy que vigila Coahuayana, de 11.000 habitantes, la última población de Michoacán antes de entrar en Colima, en la costa del Pacífico. En caso de ataque la estrategia es clara, lo mejor es atrincherarse dentro el vehículo y echar bala hasta que se termine la munición. Con tantas modificaciones al coche, cuando llueve, el agua se cuela en pequeñas cascadas en el habitáculo.
No importa. El interior del vehículo es el lugar más seguro para el comandante, al frente de 80 hombres grandes y malencarados con todo aquel que no conocen. Mientras mueve el volante, Héctor Zepeda, Teto, consulta WhatsApp y abraza su R-15 como si fuera un seguro de vida. A simple vista, dentro de la camioneta hay un rifle automático, otros dos calibre 22 que lleva en el cinturón, el AR-15 del copiloto, César, un antiguo pescador, y cuatro pistolas y dos AK-47 que portan el mecánico y el campesino que viajan en la parte de atrás con el cuerpo envuelto en cartucheras. Sobre el asiento trasero hay también una ametralladora Barret con mira telescópica recién estrenada y un lanzagranadas. “Todo se lo hemos quitado a ellos cuando salen corriendo”, presume el comandante.