Jhon Jairo Velásquez se ha burlado de quienes lo critican desde el poder que le ha dado la libertad. Popeye, como se hizo conocer en su carrera criminal, ha confesado 300 asesinatos, participado en otros 3.000 y ha aceptado haber coordinado más de cien carros bomba planeados por el Cartel de Medellín. Era el sicario número uno al servicio de Pablo Escobar.
Después de 23 años en la cárcel, el 27 de agosto de 2014 le fue concedida la libertad condicional. Al salir de prisión, abrió una cuenta de Twitter y un canal de YouTube en donde en poco tiempo logró superar en seguidores a los nombres de cualquier político. Desde ahí ha criticado el proceso de paz con las FARC y ha puesto a consideración de sus seguidores si debe volver a la cárcel o ser libre y “feliz”. Se ufana de haber conocido a Escobar, a quien sigue llamando “el patrón”.
Popeye, que se describe en su perfil como un “exbandido en busca de una oportunidad en la sociedad”, está a punto de volver a ser detenido. El fin de semana pasado lo encontraron en una fiesta con Juan Carlos Mesa, alias Tom, uno de los narcos más buscados del país, jefe de la Oficina de Envigado, la banda criminal creada por Escobar para ajustar cuentas a las malas.
“Estaba en una fiesta y pasó lo qué pasó. No es delito ir a una fiesta”, escribió en Twitter entre insultos y la amenaza de no colaborar con información a la justicia.
En el lugar en donde fue detenido Tom, por cuya captura Estados Unidos ofrecía dos millones de dólares, además de Popeye, estaban alias Botija y Barbas, dos capos del narco extraditables, según la Fiscalía, que este lunes ha hecho oficial la petición para que se revoque la libertad de Velásquez porque según sus investigaciones el del fin de semana no era el primer encuentro con narcotraficantes y cabecillas de organizaciones criminales.