Por abrumadora mayoría (87-12), el Senado de Estados Unidos aprobó en la noche del martes la reforma de justicia más importante en décadas, un excepcional acuerdo bipartidista que se produce bajo la Administración de Donald Trump. El siguiente paso es la aprobación del texto en la Cámara de Representantes antes de la pausa navideña del Capitolio. Después solo queda poner la rúbrica del presidente para que la reforma se convierta en ley.

Estados Unidos se caracteriza por el elevado número de ciudadanos que tiene en la cárcel: 2,2 millones de personas retenidas entre rejas, lo que le sitúa a la cabeza del resto de los países.  La primera potencia mundial tiene un sistema de justicia tachado en muchas ocasiones de injusto, duro y racista que por primera vez en muchos años va a vivir una reforma. Un primer paso que ha sido capaz de poner de acuerdo a organizaciones e individuos tan en las antípodas ideológicas como la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU, por sus siglas en inglés) y los ultraconservadores multimillonarios hermanos Koch, o el senador republicano Ted Cruz y la senadora demócrata Kirsten Gillibrand.

First Step está llamada a acabar con las leyes draconianas de la década de los ochenta y noventa que llenaron de presos las cárceles del país bajo la máxima de encerrar a la gente y tirar la llave. La nueva ley elimina el tristemente conocido sistema de “tres delitos y fuera” (analogía con el béisbol, three strikes and out), por el que alguien que comete tres delitos va de por vida a la cárcel (ahora serán 25 años).